UNA HISTÓRICA PREPOTENCIA VIAJA
DESDE LA BARRICADA AL BANQUILLO
El escenario aparece como el
resultado de una fina tarea de inteligencia aplicada a provocar reacciones que
a su vez multiplican otras reacciones que culminan en censurables actos de
violencia, los que a su vez generan una acentuada corriente de rechazo
ciudadano hacia uno de los emblemas del caos urbano que es el dirigente Rubén
Daniele, atornillado desde tres décadas atrás en la conducción del gremio
municipal.
Su método de lucha por
reivindicaciones o caprichos fue siempre violento, agresivo, amenazante y
destructivo y aún es difícil olvidar cuando al Palacio 6 de Julio lo atacaban
lunes, miércoles y viernes despedazando vidrios, arrojando computadoras desde
los pisos superiores y ”apretando” a los empleados que no se plegaban a esas
actitudes “de lucha” para atemorizar a las autoridades y menoscabar con un
absoluto desprecio los derechos de los vecinos.
Como si la consigna para
mantenerse en la cúpula sindical fuera ataviarse de guapo, Daniele hizo de tal
estilo una costumbre que las autoridades elegidas por el voto popular ni la
justicia, fueron capaces de neutralizar con la ley en la mano y en salvaguarda
de los sagrados intereses de la comunidad por encima de las apetencias
sindicales.
Muchas veces se dijo que la
paciencia de los cordobeses de bien se agotaría y de alguna forma harían tronar
el escarmiento. El avezado y crepuscular dirigente mordió el anzuelo y
reaccionó frente a la “mojada de oreja” que representaba la detallada difusión
de los sueldos de sus protegidos, beneficiarios a la vez del vandalismo y las
injurias a la población, que eran los mecanismos para doblegar a un poder
político irresoluto, vacilante, timorato y rayano en lo pusilánime, por mostrar
actitudes ciclotímicas al permitir que la ciudadanía cordobesa se resignara a ser
masiva rehén de un gremio insaciable.
Reiteró y agravó sus amenazas,
prometió caos como si tal estado no existiera por abandono laboral y enardeció
a sus seguidores de aplauso fácil. Acudió a la Justicia -la misma Justicia que
pasó por alto e inexplicablemente sus reiteradas bravatas- en demanda de
silenciar la divulgación de sueldos, refrigerios, horas extras y otras gangas
de los empleados municipales, injuriando de paso a los honestos servidores comunales
que no comulgan con sus métodos patoteriles.
Es probable que no haya sido
correcta la medida que bien puede ser tomada como una irrespetuosa intromisión
en la intimidad de los empleados, pero la cercanía con el adiós a la conducción
eliminó la prudencia que históricamente Daniele nunca tuvo y soltó sapos y
culebras a mansalva, que fueron la gota que el vaso de la tolerancia necesitaba
para rebalsar.
Cuando el poder se desentiende
de proteger a los vecinos, las redes sociales han demostrado ser un maravilloso
mecanismo para hacerse escuchar, perder los miedos, reaccionar condignamente
frente a tantos atropellos e inducir a la legítima defensa: se conocieron
detalles de sueldo, domicilio particular, teléfono familiar, etc. del máximo
dirigente municipal, como para hacerle beber su propia medicina,
imaginariamente corporizada en la quema de cubiertas, ataques pirotécnicos,
embestidas acústicas, caotización urbana, consuetudinaria vagancia, instigación
a la violencia, amenazas y agresiones a periodistas y otras lindezas de las que
zafó en los últimos tiempos.
La Ley es la Ley.
Ante la Ley tendrá que
responder -ya era hora- por tantas injurias amparadas en una inexplicable
impunidad, por el miedo a la inquietud social o por el temor político a pagar
altos precios por reinstaurar el orden y el respeto.
Somos los cordobeses, repetidos
y obligados rehenes de ciertas conducciones obreras que sólo exhiben como
válidos argumentos el desorden y la prepotencia, quienes merecemos que a través
de la Justicia recuperemos nuestro derecho a tener una ciudad vivible y no un
coto de caza, reservado a unos pocos cabecillas del vandalismo, disfrazados de
dirigentes gremiales.
Gonio
Ferrari
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