EL USUARIO, ETERNA VÍCTIMA DE LOS
CAPRICHOS GREMIALES,
CEGUERA DE
LA JUSTICIA Y LA
CICLOTIMIA ESTATAL
El humor de la gente frente a
los ataques de los que resulta destinataria condiciona el panorama ante las
desventajas del afectado con relación a quienes lo ofenden, porque los
gremialistas que tienen la sartén por el mango (“…y el mango también”) se han
erigido desde tiempo atrás en voceros incuestionables de “las bases” que no
siempre acompañan porque los inteligentes evitan entrar en el jueguito político
e ideológico a sabiendas que son usados -más que utilizados- por esa conducción
al amparo de la inmunidad y que poco tiene para perder.
Más allá de los antecedentes
que se asigna al gremialismo, en su mayoría con tendencia justicialista o
izquierdosa dentro de todos sus matices, subsiste su condición de columna
vertebral del movimiento que dejó de ser abiertamente peronista para licuarse
en “ismos” como el delasotismo, el trotskismo, el socialismo, el aburguesado
kirchnerismo y otros.
El penoso, dañino, salvaje y
repudiable conflicto generado por un sector de la UTA lo demostró, porque llegó
a la ridícula instancia de divulgar que el paro había terminado pero la
normalidad no llegó, las luchas continuaron, se ahondaron las diferencias con
la conducción sindical, surgieron delegados a favor y en contra del arreglo, la
Justicia mantuvo su deplorable dependencia del poder político y siguió “de
siesta” mientras a su vista y conocimiento se perpetraban delitos de variada
laya y que teóricamente reprimen todos los códigos, permitiendo junto a la
provincia y la Municipalidad que con su abulia facilitaron que se instalara en
la segunda ciudad del país, una anarquía que nos retrotrajo a los tiempos no
lejanos de los alzamientos policiales.
Se dieron situaciones tan
insólitas como incomprensibles como por ejemplo: la cúpula de la UEPC apoyando
a los revoltosos, sin tener en cuenta que estaban consintiendo y avalando la
inasistencia de docentes y alumnos a las escuelas. Y otra: ¿la conducción del
sindicato municipal se plegó en apoyo a la protesta por la afinidad de Daniele,
su sempiterno conductor, con el kirchnerismo?. Tampoco se entiende la actitud
de la dirigencia lucifuercista, a menos que apoye la ilegalidad y el perjuicio
a sus propios trabajadores, lo mismo que los moyanistas del Surrbac, dueños de
una ¿higiene urbana? que manejan a su capricho.
Tenía razón quien anticipó que
la ciudad sería un quilombo, el quilombo que provocaron en una actitud
payasescamente opositora los “zampados”, que en su condición de delegados
debutantes quisieron hacer historia y cosechar efímera fama enfrentando a la
intervención de la UTA y empujando a decenas de trabajadores a injuriar a miles
de sus pares que se quedaron sin presentismo, puntualidad y sabiendo que no
cobrarían días de inasistencia.
El daño alcanzó al dictado de
clases, a quebrantos comerciales, a pérdida de consultas médicas y al
desplazamiento normal y habitual de la población.
Sin embargo lo más patético e
inentendible fue la posición de los grupos de izquierda, siempre listos para
aprovechar cualquier revuelta, menos para agarrar una pala y ponerse a laburar,
o ir de voluntarios a la cosecha de caña de azúcar en Cuba: lograron la “hazaña”
de fomentar la absurda guerra que iniciara un ínfimo por ciento de la población
contra la enorme mayoría de la fuerza productiva cordobesa y de los sectores
más humildes y marginados de la sociedad.
Evaluemos ahora la actitud del
intendente municipal, quien encarna al poder concedente del servicio de
transporte urbano. Pareció como que la displicencia lo dominaba, cuando a la
luz de los resultados advertimos que dejaba pasar el tiempo y el agravamiento
del conflicto, especulando con el desgaste de los manifestantes que se cerraron
en la postura egoísta de defender sus demandas aunque el perjuicio afectaba a
la mayoría.
La temperatura y la bronca de
los vecinos subía y se iba tomando conciencia que los objetivos de la protesta
no tenían la gravedad ni la seriedad que los revoltosos pretendían asignarle.
Lo que sí fue determinante, la violencia y el empecinamiento por mantener una
postura con la sociedad en contra y el aplauso de una minoría ideológicamente
coincidente con los protestones, pero alejada del interés común de los
cordobeses humillados y ofendidos por un grupúsculo de trasnochados.
¿Qué consiguieron con la férrea
e intransigente posición? Nada menos que cosechar la repulsa mayoritaria de los
cordobeses vulnerados en sus derechos, que de paso advertían quienes eran los
que sindicalmente apoyaban a los reclamantes desde sectores no precisamente
acuciados por los bajos salarios.
Además, los que buscaron debilitar
políticamente al joven intendente para crucificarlo luego en las encuestas, se
enfrentaron a la firmeza de no ceder, aplicar la ley y no dar un paso atrás, lo
que la comunidad tomó como una expresión de respeto hacia ella, tan librada a
su suerte por la Provincia y la Justicia, adormecida con la indiferencia de
obviar la cantidad de delitos que se perpetraban masivamente y en sus narices.
¿Mestre dio vuelta la tortilla
y salió fortalecido?
Es probable.
Siempre y cuando las medidas adoptadas más que un castigo por vulnerar
la ley sirvan como ejemplo ya que saltan a la vista las posibilidades de nuevos
episodios similares a los vividos, porque la UTA es una bolsa de gatos donde
cada uno cree haber “marcado un territorio” del que ninguno puede estar seguro
de dominar.
Habrá que ver ahora cómo se
reglamenta la ley provincial que regula manifestaciones y huelgas, un mecanismo
necesario para asegurar el respeto por los bienes de la población y del Estado
y garantizar la vigencia de la amenazada
paz social para terminar con el reinado de los violentos que se malacostubraron
por impunidad regalada, al destructivo vandalismo y la imposición de su
caprichos.
Nadie les prohibirá hacer
huelgas, paros ni asambleas, si se ajustan al imperio de la ley y con respeto
por sus semejantes. Basta ya de anarquía, de patotas y de vandálica prepotencia
que atacan a los derechos de quienes merecen la paz y parece que ni siquiera
tienen derecho a ella. Los derrotados en la calle ahora cuestionan ese
instrumento legal considerando que es inconstitucional.
Si así fuera, ¿podrían explicar
ellos, de alguna manera, si es acaso más constitucional o correcto y aceptable
vulnerar derechos ajenos como se han cansado de hacerlo? Salta a la vista el
criterio autoritario de considerarse merecedores de ciertas prebendas que
ofenden a derechos ajenos.
Porque con todo lo que vimos, jamás a ninguno de los patriarcas de la
violencia, de la agresión, de la injuria al resto de la masa laboral cordobesa
a las necesidades de un millón de habitantes, se los escuchó referirse a las
obligaciones.
Todos miraron hacia adentro de
sus apetencias y olvidaron a la masiva víctima de sus delirios que son los
usuarios, obligados sostenedores de un sistema que bien puede ser catalogado
como perverso porque cíclicamente lo padecemos.
Alguien, llámese Mestre o Mongo,
tenía que terminar con esa maldita costumbre que menoscaba al histórico
espíritu de lucha de los verdaderos dirigentes, que nunca necesitaron tantos
rehenes para imponer sus reclamos.
¡Cuánto se te extraña, querido “Negro”
Atilio López!
Por las redes sociales publicitaron
un “Kordobazo” memorable.
Nunca terminarán de
arrepentirse…
Los inmaduros nostálgicos olvidaron que Cordobazo
hubo sólo uno.
Gonio Ferrari
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