18 de noviembre de 2018

COMO CADA DOMINGO, LOS COMENTARIOS QUE HICIERA EN EL “MITRE CLUB” DE RADIO AM 810 CONDUCIDO POR EL COLEGA PABLO COLAZO

  
 Los domingos por la mañana y en mi condición de periodista independiente, continúo comentando algún tema de actualidad en el programa “Mitre Club” que conduce el colega Pablo Colazo en Radio Mitre 810. La columna ocupa unos pocos minutos entre las 10,30 y las 11 y este día 18 de noviembre abordé dos temas de actualidad: el hallazgo del ARA San Juan y la situación emergente del abusivo aumento en el precio del transporte urbano en la ciudad de Córdoba. A continuación, las desgrabaciones de dichos comentarios:



ARA San Juan ----------------------------------------------
SALVANDO LAS DISTANCIAS PASARON MÁS
DE 70 AÑOS  PARA  ENCONTRAR AL TITANIC

   Siempre que se dan diferencias que llevan a la doble o triple lectura de una situación o de un hecho, es cuando más abruman las dudas pero también suele ocurrir que en la misma medida son más comprensibles las certezas.
   Fue necesario que transcurriera un año para que finalmente, si no es una enorme mentira para ganar tiempo o disipar inquietudes, fuera encontrada esa metálica tumba donde seguramente permanecen los  44 compatriotas, héroes maltratados por el destino, la inoperancia, la corrupción o la desgracia en cualquiera de sus formas conocidas.
   Ahora viene el tiempo de las dudas; de las constancias acerca del mantenimiento del ARA San Juan, de quienes autorizaron su partida, de cuánto y por orden de quien o de quienes pagamos por su reparación y qué controles se hicieron para garantizar la seguridad de su navegabilidad.
   Porque más allá de lo estricta y necesariamente técnico está el factor político y si espulgamos hacia adentro surge el otro factor, el partidista con sus prismas caprichosos que sobre el tema ofrece visiones tan interesadas como distintas.
   Desde el día de la desaparición del submarino las usinas del rumor y del chisme lanzaron hacia la opinión pública tantas como variadas versiones, que fueron desde un ataque con torpedos británicos hasta la injerencia rusa, china y de cualquier otra potencia. Se habló de impericia militar, se aventuraron hipótesis delirantes y suposiciones alocadas dejando para un segundo e intrascendente plano la cuestión humana, el sufrimiento, el sacrificio y ese dolor de no verlos volver…
   La contención a la familia de los marinos desaparecidos tuvo picos positivos y caídas empujadas por la desesperación, la carencia de información técnica accesible y las especulaciones de todos los desalmados que tejieron burdas historias de espionajes, sabotajes y otros disparates. El aprovechamiento de la desgracia, a decir verdad, igualó con su rasero de angustia al oficialismo y la oposición, como si fuera una carrera de consolidar honestamente posiciones en lugar de enfocar la cuestión, dejando de lado ciertas humanas miserias, con el respeto que se merecen las tragedias cuando están cargadas de esperanzas por una parte y de pesimismo por la otra.
   Ya lo encontraron y al menos sabemos dónde está después de un año de su desaparición y de poco sirve la casi inevitable comparación, que para ubicar al Titanic hundido transcurrieron más de siete décadas, porque la tecnología actual casi todo lo puede. Viene ahora el sacro respeto por el postergado duelo no tan sólo de las familias de los tripulantes, sino de la sociedad en su conjunto y no son tiempos de andar disputándose la propiedad de una verdad que por ahora está en las oscuras profundidades oceánicas y no en los despachos de los políticos de cualquier color.
   La mejor manera de honrar la memoria y el sacrificio de los mártires es no utilizarlos como estandarte de ninguna ideología, sino de rendirles homenaje a su compromiso con la Patria.
   Y como todo llega, vendrá la imprescindible, complicada pero no imposible como seguramente algunos lo sostienen, tarea del rescate que es lo que allanará el camino hacia una verdad que todos ansiamos conocer. Y al costo que fuere menester, porque es lo que nos permitirá despejar las dudas acerca de quiénes son honestos y también desenmascarar a los otros, los que desde el momento de la desaparición del ARA San Juan recrearon “la gran mapuche” pero en alta mar.
   No somos nosotros, míseros mortales, quienes manejamos los tiempos sino el dueño de todos los relojes, a quien muchos le llaman Destino, el que sabiamente dispone esos tiempos, tanto los de la vida como de los adioses…

Electricidad y transporte urbano --
CORDOBESES,  CONDENADOS
A SER RECORDS NACIONALES

   Seguramente y aunque nadie se haya molestado en homologarlos, tengo la convicción que los cordobeses en muchas cosas somos indiscutibles e insuperables récords nacionales, como por ejemplo en el consumo de fernet, en los bailes de cuarteto, en el histórico nivel de rebeldía, en la fabricación de automóviles o en la elaboración de alfajores.
   Y en los últimos tiempos, como si nos faltaran galardones que nos transformen en parte de la historia hemos sumado un par de récords: llega hasta nuestros hogares, comercios e industrias, la electricidad más ciclotímica y más costosa del país y estamos en condiciones de enorgullecernos por contar con el boleto de ómnibus de mayor precio de toda Argentina, para un servicio urbano que calificarlo de lamentable, sería un acto de generosidad ciudadana.
   Los hechos y las consecuencias demuestran que existe un curioso concubinato sin amor pero con dinero, entre los empresarios y la dirigencia sindical de la UTA porque ambos viven alternándose en la protesta, los reclamos y los caprichos y luego pasan juntos por ventanilla a cobrar las utilidades.
   Y el poder concedente que es la Municipalidad capitalina es un mero observador que juega el poco simpático papel del tercero en discordia, amante desairado o pata de lana descubierto infraganti con sus lienzos al ras del piso y vaya Dios a saber en condición de qué.
   Y por una renovada imposición de circunstancias, el pasajero ya sabe que le están robando su dinero, porque el servicio es exageradamente caro y para colmo con injuriantes esperas y algunos coches que más merecen el destino de gallineros que de transportadores de personas.
    Un grupo de ediles que casi con certeza jamás controló el cumplimiento de los empresarios y de los choferes en cualquier parada céntrica o de barrio, levantó su mano enyesada y consumó el despojo por obediencia partidaria debida. Allá lejos y en los terrenos de la nostalgia quedaron aquellos tiempos felices, cuando el transporte de pasajeros en nuestra sorprendente ciudad se brindaba ajustado a exigencias cuya inobservancia no era justificable por ninguna razón.
   Es cierto que todo aumenta y negarlo sería un acto de ceguera y necedad, pero la coyuntura demanda, a la vez, una cuota de sensibilidad social que sirva al menos para atenuar los efectos de una suba desproporcionada con relación a la calidad de las prestaciones.
   El aumento en el precio del boleto ya está y al pasajero poco le importa el intrincado juego de los subsidios.
   Los empresarios desde hace tiempo vienen regulando a su conveniencia las frecuencias y el espacio de tiempo entre las unidades virtualmente se ha duplicado.
   Las empresas siguen embolsando utilidades a costillas de las frustraciones y las carencias de quienes son obligados sostenes de un sistema cercano a lo perverso, porque en algunas instancias de severo conflicto se instauró esa no deseada lucha de pobres contra pobres.
   Aunque en realidad, si evaluamos a unos y a otros en cuanto a lo que perciben a fin de mes, la mayoría de los pasajeros pierde por escándalo tanto frente a los choferes, como ante los dueños de las unidades a quienes habría que preguntarles por qué no cambian de actividad si no es rentable lo que están haciendo.
   Lo malo es que ahora han vuelto a prometer que regularizarán las prestaciones, pese a que la experiencia nos recuerda que esto siempre sucede durante un tiempo demasiado breve.
   Tan breve que durará hasta el próximo capricho, porque si algo les sobra a la FETAP y a la dirigencia de la UTA, son los rehenes.
   Y para el caso del transporte, estoy seguro que a la Muni también…

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