Los domingos por la mañana y en mi condición de periodista independiente, continúo comentando algún tema de actualidad en el programa “Mitre Club” que conduce el colega Pablo Colazo en Radio Mitre 810. La columna ocupa unos pocos minutos entre las 10,30 y las 11 y este día 18 de noviembre abordé dos temas de actualidad: el hallazgo del ARA San Juan y la situación emergente del abusivo aumento en el precio del transporte urbano en la ciudad de Córdoba. A continuación, las desgrabaciones de dichos comentarios:
ARA San Juan ----------------------------------------------
SALVANDO LAS
DISTANCIAS PASARON MÁS
DE 70 AÑOS PARA
ENCONTRAR AL TITANIC
Siempre que se dan diferencias
que llevan a la doble o triple lectura de una situación o de un hecho, es
cuando más abruman las dudas pero también suele ocurrir que en la misma medida
son más comprensibles las certezas.
Fue necesario que transcurriera
un año para que finalmente, si no es una enorme mentira para ganar tiempo o
disipar inquietudes, fuera encontrada esa metálica tumba donde seguramente
permanecen los 44 compatriotas, héroes
maltratados por el destino, la inoperancia, la corrupción o la desgracia en
cualquiera de sus formas conocidas.
Ahora viene el tiempo de las
dudas; de las constancias acerca del mantenimiento del ARA San Juan, de quienes
autorizaron su partida, de cuánto y por orden de quien o de quienes pagamos por
su reparación y qué controles se hicieron para garantizar la seguridad de su
navegabilidad.
Porque más allá de lo estricta
y necesariamente técnico está el factor político y si espulgamos hacia adentro
surge el otro factor, el partidista con sus prismas caprichosos que sobre el
tema ofrece visiones tan interesadas como distintas.
Desde el día de la desaparición
del submarino las usinas del rumor y del chisme lanzaron hacia la opinión
pública tantas como variadas versiones, que fueron desde un ataque con torpedos
británicos hasta la injerencia rusa, china y de cualquier otra potencia. Se
habló de impericia militar, se aventuraron hipótesis delirantes y suposiciones
alocadas dejando para un segundo e intrascendente plano la cuestión humana, el
sufrimiento, el sacrificio y ese dolor de no verlos volver…
La contención a la familia de
los marinos desaparecidos tuvo picos positivos y caídas empujadas por la
desesperación, la carencia de información técnica accesible y las especulaciones
de todos los desalmados que tejieron burdas historias de espionajes, sabotajes
y otros disparates. El aprovechamiento de la desgracia, a decir verdad, igualó
con su rasero de angustia al oficialismo y la oposición, como si fuera una
carrera de consolidar honestamente posiciones en lugar de enfocar la cuestión,
dejando de lado ciertas humanas miserias, con el respeto que se merecen las
tragedias cuando están cargadas de esperanzas por una parte y de pesimismo por
la otra.
Ya lo encontraron y al menos
sabemos dónde está después de un año de su desaparición y de poco sirve la casi
inevitable comparación, que para ubicar al Titanic hundido transcurrieron más
de siete décadas, porque la tecnología actual casi todo lo puede. Viene ahora
el sacro respeto por el postergado duelo no tan sólo de las familias de los
tripulantes, sino de la sociedad en su conjunto y no son tiempos de andar
disputándose la propiedad de una verdad que por ahora está en las oscuras
profundidades oceánicas y no en los despachos de los políticos de cualquier
color.
La mejor manera de honrar la
memoria y el sacrificio de los mártires es no utilizarlos como estandarte de
ninguna ideología, sino de rendirles homenaje a su compromiso con la Patria.
Y como todo llega, vendrá la
imprescindible, complicada pero no imposible como seguramente algunos lo
sostienen, tarea del rescate que es lo que allanará el camino hacia una verdad
que todos ansiamos conocer. Y al costo que fuere menester, porque es lo que nos
permitirá despejar las dudas acerca de quiénes son honestos y también
desenmascarar a los otros, los que desde el momento de la desaparición del ARA
San Juan recrearon “la gran mapuche” pero en alta mar.
No somos nosotros, míseros
mortales, quienes manejamos los tiempos sino el dueño de todos los relojes, a
quien muchos le llaman Destino, el que sabiamente dispone esos tiempos, tanto
los de la vida como de los adioses…
Electricidad y
transporte urbano --
CORDOBESES, CONDENADOS
A SER RECORDS NACIONALES
Seguramente y aunque nadie se haya molestado en homologarlos, tengo la
convicción que los cordobeses en muchas cosas somos indiscutibles e
insuperables récords nacionales, como por ejemplo en el consumo de fernet, en
los bailes de cuarteto, en el histórico nivel de rebeldía, en la fabricación de
automóviles o en la elaboración de alfajores.
Y en los últimos tiempos, como
si nos faltaran galardones que nos transformen en parte de la historia hemos
sumado un par de récords: llega hasta nuestros hogares, comercios e industrias,
la electricidad más ciclotímica y más costosa del país y estamos en condiciones
de enorgullecernos por contar con el boleto de ómnibus de mayor precio de toda
Argentina, para un servicio urbano que calificarlo de lamentable, sería un acto
de generosidad ciudadana.
Los hechos y las consecuencias
demuestran que existe un curioso concubinato sin amor pero con dinero, entre
los empresarios y la dirigencia sindical de la UTA porque ambos viven
alternándose en la protesta, los reclamos y los caprichos y luego pasan juntos
por ventanilla a cobrar las utilidades.
Y el poder concedente que es la
Municipalidad capitalina es un mero observador que juega el poco simpático
papel del tercero en discordia, amante desairado o pata de lana descubierto
infraganti con sus lienzos al ras del piso y vaya Dios a saber en condición de
qué.
Y por una renovada imposición
de circunstancias, el pasajero ya sabe que le están robando su dinero, porque
el servicio es exageradamente caro y para colmo con injuriantes esperas y
algunos coches que más merecen el destino de gallineros que de transportadores
de personas.
Un grupo de ediles que casi
con certeza jamás controló el cumplimiento de los empresarios y de los choferes
en cualquier parada céntrica o de barrio, levantó su mano enyesada y consumó el
despojo por obediencia partidaria debida. Allá lejos y en los terrenos de la
nostalgia quedaron aquellos tiempos felices, cuando el transporte de pasajeros
en nuestra sorprendente ciudad se brindaba ajustado a exigencias cuya
inobservancia no era justificable por ninguna razón.
Es cierto que todo aumenta y
negarlo sería un acto de ceguera y necedad, pero la coyuntura demanda, a la
vez, una cuota de sensibilidad social que sirva al menos para atenuar los
efectos de una suba desproporcionada con relación a la calidad de las
prestaciones.
El aumento en el precio del
boleto ya está y al pasajero poco le importa el intrincado juego de los
subsidios.
Los empresarios desde hace
tiempo vienen regulando a su conveniencia las frecuencias y el espacio de
tiempo entre las unidades virtualmente se ha duplicado.
Las empresas siguen embolsando
utilidades a costillas de las frustraciones y las carencias de quienes son
obligados sostenes de un sistema cercano a lo perverso, porque en algunas
instancias de severo conflicto se instauró esa no deseada lucha de pobres
contra pobres.
Aunque en realidad, si evaluamos
a unos y a otros en cuanto a lo que perciben a fin de mes, la mayoría de los
pasajeros pierde por escándalo tanto frente a los choferes, como ante los
dueños de las unidades a quienes habría que preguntarles por qué no cambian de
actividad si no es rentable lo que están haciendo.
Lo malo es que ahora han vuelto
a prometer que regularizarán las prestaciones, pese a que la experiencia nos
recuerda que esto siempre sucede durante un tiempo demasiado breve.
Tan breve que durará hasta el
próximo capricho, porque si algo les sobra a la FETAP y a la dirigencia de la
UTA, son los rehenes.
Y para el caso del transporte, estoy seguro
que a la Muni también…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado