LAS ENSEÑANZAS DEL FRACASO
SON
MÁS DURAS QUE LAS DE
LA VICTORIA
Nunca se sabrá si la orden de
encriptar al plantel de nuestra Selección Nacional de Fútbol de mediocre
participación en Rusia 2018 vino del hiperdominado Sampaoli, de las autoridades
afistas o fue una determinación adoptada por los jugadores de la representación
argentina más cara -en cuanto a la cotización de sus integrantes- que recuerde
la memoria.
Más allá que no hubo correlato entre el valor monetario y la
posición alcanzada, sigue irritando el aislamiento de todo ese conjunto con
relación a sus compatriotas. Ni los monjes tibetanos se encierran así, en sus
propias e íntimas cárceles en una actitud más cercana al desprecio que a la
necesaria concentración.
Para algo sirvió el fracaso
porque la realidad les enseñó a los millonarios engreídos que no son dioses ni
patriarcas de un país sobrecargado de exitismo mediático, que se hartó de
exagerar una certeza triunfalista no por patrioterismo, sino por ese fantasma
de la conveniencia y la especulación económica que se posesionó de la mayoría
de las actividades vinculadas con la participación argentina en el Mundial.
Con su actual y casi inédito
acercamiento a la gente, el renovado plantel ahora entenderá que el mejor pago
por su esfuerzo es el cariño y la cercanía con quienes llegan a fanatizarse por
nuestros colores y nuestros blasones. Cansados de halagos, de ofertas y
borrachos de fama los encumbrados e inaccesibles personajes de aquel pasado
ciclo de notoriedad e idolatría, cayeron a un previsible pozo donde la
arrogancia se hizo añicos y pasó a ser infierno de indiferencia, allí donde
arden y se consumen las humanas vanidades, la pedantería y los desplantes.
Ahora es como si los
sintiéramos más nuestros; más cercanos; humanamente más accesibles y hermanados tanto entre ellos como hacia
nosotros y ese es el milagro de brindarse y no de jugar a los misterios y a las
escondidas.
Quiero arriesgar con una
sentencia convertida en apuesta que seguramente me tendrá como perdedor. El
fanatismo y su exacerbación es más poderoso que cualquier análisis a conciencia
que se pretenda hacer acerca de este fenómeno de los que naufragaron en Rusia y
a los que aplicaron su vocación por el silencio y el ocultamiento habría que
meterles en las entrañas del alma este concepto: “Dichoso el que no ha conocido
nunca el sabor de la fama; tenerla es un purgatorio y perderla, un infierno”.
Lo dijo un tal George Bulwer Lytton y se me hace que fue una pelota que se las
clavó en el ángulo de la fatuidad y la soberbia.
Gonio
Ferrari
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