1 de enero de 2019

Necesario compromiso con el reencuentro

NO PERDAMOS LA OPORTUNIDAD DE DEJAR DE
SER UN PAÍS GRANDE PARA SER UN GRAN PAÍS
   Nunca es bueno, positivo, aconsejable ni elegante negar una realidad que por lo menos, nos sorprende cada día para bien o para mal.
   Y si no detallo una lista de las buenas acciones nacidas del gobierno y en beneficio del pueblo, que no faltaron, no es por ceguera cívica ni por especulación periodística: lo hago porque simplemente el gobierno tiene la obligación de hacer las cosas bien y si las concreta, no hace otra cosa que honrar el mandato que le prestamos, a plazo fijo y renovable, si democráticamente la mayoría así lo decide.
   Si las cosas se hicieron mal o no se hicieron, no es con ataques a la democracia que podremos reparar el daño, sino con el respeto por las mayorías esperando una nueva oportunidad, en este caso cercana, para expresarnos con nuestro aplauso o con la reprobación pero nunca con la prepotencia cuartelera, ideológica o sindical como si esos sectores fueran los únicos portadores de la verdad.
   Los partidos políticos fieles a su estilo de los últimos años persisten en una curiosa actitud de mirar hacia adentro, como si continuaran con su histórico canibalismo que los impulsa a devorarse por angurria de poder entre los que enarbolan las mismas banderas.
   Se buscó acrecentar la injerencia de la casta sindical cuya dirigencia siguió en su cómoda postura de alentar al piquete, la amenaza y la prepotencia que fueron los métodos que nosotros -la mayoría de los argentinos- debimos soportar, transformados en gratuitos rehenes de imposiciones y caprichos.
   En el aspecto deportivo y puntualmente en el fútbol -adentro y más que nada afuera- la violencia creció hasta niveles impensados hasta el punto de obligar la realización de una final trascendente en el exterior, como si entre nosotros las leyes no existieran, o no existieran quienes las apliquen.
   La cultura masiva de la TV en general, comercialmente digitada y condicionada, no ha encontrado oposición a su sostenido y alocado crecimiento demostrando así que el modelo chismoso, cholulo, gatero, amarillo y prostibulario es lo que consume la mayoría postergando a ese medio en su función educativa, aunque se vieron algunos atisbos en tal sentido que representaron éxitos televisivos y a la vez fracasos comerciales.
   Hemos pisado el umbral de un nuevo año. 
   Lo  recibimos con la esperanza de días venturosos que marquen el reencuentro, y no que incrementen las distancias en el seno de la sociedad, porque no es justo que las diferencias previsibles como necesarias para el ejercicio de la verdadera democracia, se transformen en odiosos e insalvables abismos.
   Y cuando miremos hacia atrás, lo hagamos buscando y observando la historia total y despreciemos esa enfermiza manía de acudir a la memoria selectiva, que por su condición de tal no deja de ser una de las formas con las que se disfraza la mentira.
   Que se genere más trabajo digno y genuino, como para terminar con el enraizado clientelismo, la dádiva vergonzante y la degradante, innoble e improductiva vagancia.
   Otro ruego es que el empresariado retome aquella vieja costumbre de exhibir al mundo, aunque más no fuera un mínimo de sensibilidad social que supere a la avaricia y al desmedido ahínco con el que se busca el enriquecimiento a expensas del sufrimiento ajeno.
   Los argentinos  vivimos ansiosos por ser felices y lo necesitamos imperiosamente para ahuyentar de una buena vez y definitivamente esos fantasmas de la desunión, la confrontación alocada y la descalificación del adversario por el sólo hecho de pensar distinto.
   Creo que se hace necesario valorar la firme postura de todos los que aún siguen siendo fanáticos del respeto, el diálogo y la confrontación de ideas que reemplace a la belicosidad, la amenaza y la traición entre compatriotas.
   Porque será por intermedio de la reinstauración del respeto mutuo, la práctica de la tolerancia y la inclinación por la mesura aunque tenga el componente de vehemencia, que podremos optar por las bondades del reencuentro y del abrazo fraterno sin claudicar en nuestras convicciones.
   Pese a todo por quienes no entiendan razones, piensen que la violencia es el camino correcto o que las instituciones de la República no merecen reverencia, un brindis para llamarlos a la realidad que es el mejor escenario desde donde debemos partir hacia el reencuentro y la grandeza que ampliamente nos merecemos.  
   Es un clamor por la unidad nacional sobre todo para dejar de ser un país grande y trabajar y esforzarnos para ser un gran país.
   Por los que están y por los que se fueron; por los que nos sentimos libres y por los que están presos; por los que no sufren y por los enfermos, por todos, todas y todes…
   ¡Salud y bienvenido sea el niño 2019!
Gonio Ferrari


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