NO PERDAMOS LA OPORTUNIDAD DE
DEJAR DE
SER UN PAÍS GRANDE PARA SER UN
GRAN PAÍS
Nunca es bueno, positivo, aconsejable ni
elegante negar una realidad que por lo menos, nos sorprende cada día para bien
o para mal.
Y si no detallo una lista de las buenas
acciones nacidas del gobierno y en beneficio del pueblo, que no faltaron, no es
por ceguera cívica ni por especulación periodística: lo hago porque simplemente
el gobierno tiene la obligación de hacer las cosas bien y si las concreta, no
hace otra cosa que honrar el mandato que le prestamos, a plazo fijo y
renovable, si democráticamente la mayoría así lo decide.
Si las cosas se hicieron mal o no se
hicieron, no es con ataques a la democracia que podremos reparar el daño, sino
con el respeto por las mayorías esperando una nueva oportunidad, en este caso
cercana, para expresarnos con nuestro aplauso o con la reprobación pero nunca
con la prepotencia cuartelera, ideológica o sindical como si esos sectores
fueran los únicos portadores de la verdad.
Los partidos políticos fieles a su estilo de
los últimos años persisten en una curiosa actitud de mirar hacia adentro, como
si continuaran con su histórico canibalismo que los impulsa a devorarse por
angurria de poder entre los que enarbolan las mismas banderas.
Se buscó acrecentar la injerencia de la
casta sindical cuya dirigencia siguió en su cómoda postura de alentar al
piquete, la amenaza y la prepotencia que fueron los métodos que nosotros -la
mayoría de los argentinos- debimos soportar, transformados en gratuitos rehenes
de imposiciones y caprichos.
En el aspecto deportivo y puntualmente en el
fútbol -adentro y más que nada afuera- la violencia creció hasta niveles
impensados hasta el punto de obligar la realización de una final trascendente
en el exterior, como si entre nosotros las leyes no existieran, o no existieran
quienes las apliquen.
La cultura masiva de la TV en general, comercialmente
digitada y condicionada, no ha encontrado oposición a su sostenido y alocado crecimiento
demostrando así que el modelo chismoso, cholulo, gatero, amarillo y
prostibulario es lo que consume la mayoría postergando a ese medio en su
función educativa, aunque se vieron algunos atisbos en tal sentido que representaron
éxitos televisivos y a la vez fracasos comerciales.
Hemos pisado el umbral de un nuevo año.
Lo
recibimos con la esperanza de días venturosos que marquen el
reencuentro, y no que incrementen las distancias en el seno de la sociedad,
porque no es justo que las diferencias previsibles como necesarias para el
ejercicio de la verdadera democracia, se transformen en odiosos e insalvables abismos.
Y cuando miremos hacia atrás, lo hagamos buscando
y observando la historia total y despreciemos esa enfermiza manía de acudir a
la memoria selectiva, que por su condición de tal no deja de ser una de las
formas con las que se disfraza la mentira.
Que se genere más trabajo digno y genuino,
como para terminar con el enraizado clientelismo, la dádiva vergonzante y la degradante,
innoble e improductiva vagancia.
Otro ruego es que el empresariado retome
aquella vieja costumbre de exhibir al mundo, aunque más no fuera un mínimo de
sensibilidad social que supere a la avaricia y al desmedido ahínco con el que
se busca el enriquecimiento a expensas del sufrimiento ajeno.
Los argentinos vivimos ansiosos por ser felices y lo
necesitamos imperiosamente para ahuyentar de una buena vez y definitivamente
esos fantasmas de la desunión, la confrontación alocada y la descalificación
del adversario por el sólo hecho de pensar distinto.
Creo que se hace necesario valorar la firme
postura de todos los que aún siguen siendo fanáticos del respeto, el diálogo y
la confrontación de ideas que reemplace a la belicosidad, la amenaza y la
traición entre compatriotas.
Porque será por intermedio de la
reinstauración del respeto mutuo, la práctica de la tolerancia y la inclinación
por la mesura aunque tenga el componente de vehemencia, que podremos optar por
las bondades del reencuentro y del abrazo fraterno sin claudicar en nuestras
convicciones.
Pese a todo por quienes no entiendan
razones, piensen que la violencia es el camino correcto o que las instituciones
de la República no merecen reverencia, un brindis para llamarlos a la realidad
que es el mejor escenario desde donde debemos partir hacia el reencuentro y la
grandeza que ampliamente nos merecemos.
Es un clamor por la unidad nacional sobre
todo para dejar de ser un país grande y trabajar y esforzarnos para ser un gran
país.
Por los que están y por los que se fueron;
por los que nos sentimos libres y por los que están presos; por los que no
sufren y por los enfermos, por todos, todas y todes…
¡Salud y bienvenido sea el niño 2019!
Gonio Ferrari
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