EL ESPECTÁCULO FUE LA MULTITUD
Y PRIMERA ACTRIZ
LA DEMOCRACIA
Al único efecto de ahorrar espacio para que prevalezca lo más
trascendente, es posible sintetizar que las ceremonias a nivel municipal y
provincial estuvieron dentro de lo medianamente previsible por dos razones que
podemos considerar fundamentales: lo de Schiaretti fue un simple trámite de
continuidad consagrada y el cambio de Llaryora por Mestre -o viceversa- la
culminación o el comienzo de una situación que no terminó allí, plagada de
bemoles, contradicciones, desorientaciones y escondrijos que determinaron que
días atrás se quebrara lo que debió ser un civilizado tiempo de transición.
El plato fuerte estaba a 700
kilómetros de nuestra Córdoba, allá donde atiende el Dios que dicen está en
todas partes.
Un carnaval cívico con el
colorido de las pancartas y los carteles, desempolvados estandartes guardados
durante cuatro años, siglas a las que nos habíamos desacostumbrado y la
extrañeza por la minoría notable de los colores azul o celeste y blanco
abrumados por otras tonalidades de mayor resaltación.

Realmente llamativo e impensado
y para muchos conmovedor, el prolongado abrazo entre el Dr. Fernández y el Ing.
Macri antes que éste le entregara el bastón presidencial, como patético y casi
torpe el gesto de la viuda de Kirchner en el momento de dar la mano -en
realidad se la prestó por un fugaz instante- a quien cuatro años atrás la
reemplazara en el sillón de Rivadavia. Tampoco aceptó firmar un acta con la
lapicera que había utilizado Macri. Para muchos incluyendo a varios de su
propia tropa, sonaron como actitudes de caprichito o berrinche adolescente,
desprecio y revancha que seguramente entraba en las previsiones de que eso
podía ocurrir, al menos para los conocedores del paño pero cercano a la ofensa
en el análisis de los especialistas en protocolo y ceremonial, que suele ser
-para qué negarlo- la consagración de la hipocresía.
Casi desapercibida pasó la
determinación de uno de los enviados de Donald Trump, quien abandonó el país al
advertir que Argentina había permitido la entrada como asistente a la
ceremonia, de un funcionario venezolano chavista con captura recomendada en los
EE.UU.
Los dos discursos del flamante
Presidente de todos los argentinos sonaron como pronunciados por distintas
personas, ya que por la mañana apeló a la formalidad de la circunstancia en el
Parlamento y a la tarde frente a la multitud de simpatizantes y de la nutrida
militancia, fueron palabras guerreras, acusadoras, reivindicativas y
perfectamente estudiadas por tratarse de la primera barricada erigida para
defenderse atacando, con el inevitable componente del fraseo tradicional que es
el prólogo de las promesas y expresiones de anhelo.
Así y todo y dentro de ese
estilo, sobresalió un histérico costado del kirchnerismo cuando su personaje
estelar habló de país “desvastado” (SIC)
y de tierra arrasada, dejando en algunos la duda de evaluar si lo que formulaba
era una acusación o una confesión de desaciertos.
Seguramente que el merecido
jolgorio y la celebración se extendieron hasta la madrugada, continuada en los
bares y en la misma plaza al igual que en el Obelisco y en otros lugares
icónicos de la Reina del Plata.

A la jornada de por sí
histórica se la puede calificar de la mejor manera o buscarle defectos y
aspectos negativos, pero sería de poco patriotismo negar que contra ciertos
pronósticos agoreros, fue una verdadera fiesta que bien pudiera ser tomada
-salvo por alguna actitud aislada y desafortunada- como un paso inicial en la
obligación que todos tenemos de contribuir al
imprescindible reencuentro de los argentinos, sin grietas que nos
separen y con un objetivo de grandeza que nos una no tan sólo por nosotros sino
por nuestros hijos y por la sociedad que lo reclama y necesita.
Fue, en síntesis, una fiesta de
la Democracia, de esa misma y maravillosa Democracia recuperada en 1983 después
de los tiempos del desprecio y los años de plomo y que fuera luego vapuleada y
ofendida por quienes se creyeron más importantes que la Patria misma.
Es emocionante y conmovedor
reverdecer la historia y darnos cuenta con enorme orgullo y alegría, que pese a
sostenerse muchas veces con muletas, la Democracia que mantenemos en pié será
lo que nos salve a todos.
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