24 de diciembre de 2019

En honor a la Nochebuena…


MÁS QUE BRINDAR, HAGAMOS QUE ESTA
NOCHE  SIRVA  PARA REENCONTRARNOS
   La Nochebuena, o sea la noche de este día 24 de vigilia, no es tan sólo la sidra, el pan dulce, las garrapiñadas, el turrón, las otras exquisiteces, abrir paquetes con moños, el inevitable tío solterón que se remama, el abuelo que solloza nostalgias, las abuelas con sus recuerdos (no todos porque hay algunos tan momentáneamente maravillosos como ocultables) ni las quemaduras emergentes de la pirotecnia dañosa e inútil, porque se limita a ofrecernos luces mezquinas que nos regalan parpadeos y resplandores lejanos.
   La Nochebuena, o sea vale repetirlo la noche de este día 24, debiera ser un jalón que trascienda más allá de la familia y sus conflictos para erigirse en oportunidad propicia para la superación de alejamientos, para la anestesia de situaciones bobamente sostenidas, para la recuperación de ese amor familiar que nos aglutinaba y fortalecía casi como si fuéramos integrantes de una tribu en la que manda el cacique mayor, por lo general el más tempranero de los dormilones porque las burbujas no perdonan la resistencia  de los bostezos.
   Que esta noche sea realmente buena depende de cada uno de nosotros siempre y cuando le asignemos algún valor superior por encima de lo gastronómico, haciendo pasar las emociones más por el alma que por el estómago. Que sea una noche mágica para renovar votos de armonía, convivencia y tolerancia no tan sólo en el ámbito familiar sino dentro de una sociedad virtualmente atomizada por los desencuentros como es la nuestra en la actualidad, plagada de componentes que nos desunen y no es tan sólo por las pasiones desatadas sino por la creciente vigencia del fanatismo que es donde se esconden la prepotencia, la sinrazón y la ruptura de lazos incluyendo a los más sólidos que son los de la familia.
   Que sea una noche de unión, de fraternidad, de fortalecimiento de añejos vínculos que contribuyan a recuperar la concordia herida u olvidada.
   Ninguna religión pregona la maldad ni alienta los desencuentros y al existir esa saludable coincidencia, es para rogar que prevalezca el buen sentido de ubicarnos por encima de los credos para abrazarnos al respeto por el prójimo, a la observancia de las leyes, al resurgimiento del sentido solidario que en la mayoría de los casos naufragara en los humanos egoísmos.
   Alguna vez tenemos que recobrar la maravilla  de la consideración mutua, de la simetría de afectos, de la grandeza que puede resumirse en el abrazo que consagre o consolide la reconciliación sino de nuestra obligación ética y moral de mirar hacia adelante porque si vamos de la mano, los obstáculos empequeñecen.
   Aunque al universalizar el pensamiento dejemos de lado los postulados religiosos, tengamos presente que hay oportunidades que la vida nos brinda una sola vez y en tal sentido, el genial Shakespeare supo sostener que “El tiempo es un magistrado muy antiguo que más tarde o más temprano llama a todos a su tribunal”.
   A la hora de comparecer ante el Supremo -del color que fuere- tengamos el alma pura y que esta noche, las intenciones no se limiten a la etílica mezquindad burbujeante de un brindis.
   ¡Feliz Nochebuena!
Gonio Ferrari

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