MÁS QUE BRINDAR, HAGAMOS QUE ESTA
NOCHE SIRVA PARA
REENCONTRARNOS
La Nochebuena, o sea la noche de este día 24
de vigilia, no es tan sólo la sidra, el pan dulce, las garrapiñadas, el turrón,
las otras exquisiteces, abrir paquetes con moños, el inevitable tío solterón
que se remama, el abuelo que solloza nostalgias, las abuelas con sus recuerdos (no
todos porque hay algunos tan momentáneamente maravillosos como ocultables) ni
las quemaduras emergentes de la pirotecnia dañosa e inútil, porque se limita a
ofrecernos luces mezquinas que nos regalan parpadeos y resplandores lejanos.
La Nochebuena, o sea vale repetirlo la noche
de este día 24, debiera ser un jalón que trascienda más allá de la familia y
sus conflictos para erigirse en oportunidad propicia para la superación de
alejamientos, para la anestesia de situaciones bobamente sostenidas, para la
recuperación de ese amor familiar que nos aglutinaba y fortalecía casi como si
fuéramos integrantes de una tribu en la que manda el cacique mayor, por lo
general el más tempranero de los dormilones porque las burbujas no perdonan la
resistencia de los bostezos.
Que esta noche sea realmente buena depende
de cada uno de nosotros siempre y cuando le asignemos algún valor superior por
encima de lo gastronómico, haciendo pasar las emociones más por el alma que por
el estómago. Que sea una noche mágica para renovar votos de armonía,
convivencia y tolerancia no tan sólo en el ámbito familiar sino dentro de una
sociedad virtualmente atomizada por los desencuentros como es la nuestra en la
actualidad, plagada de componentes que nos desunen y no es tan sólo por las
pasiones desatadas sino por la creciente vigencia del fanatismo que es donde se
esconden la prepotencia, la sinrazón y la ruptura de lazos incluyendo a los más
sólidos que son los de la familia.
Que sea una noche de unión, de fraternidad,
de fortalecimiento de añejos vínculos que contribuyan a recuperar la concordia
herida u olvidada.
Ninguna religión pregona la maldad ni
alienta los desencuentros y al existir esa saludable coincidencia, es para
rogar que prevalezca el buen sentido de ubicarnos por encima de los credos para
abrazarnos al respeto por el prójimo, a la observancia de las leyes, al
resurgimiento del sentido solidario que en la mayoría de los casos naufragara
en los humanos egoísmos.
Alguna vez tenemos que recobrar la
maravilla de la consideración mutua, de
la simetría de afectos, de la grandeza que puede resumirse en el abrazo que
consagre o consolide la reconciliación sino de nuestra obligación ética y moral
de mirar hacia adelante porque si vamos de la mano, los obstáculos
empequeñecen.
Aunque al universalizar el pensamiento
dejemos de lado los postulados religiosos, tengamos presente que hay oportunidades
que la vida nos brinda una sola vez y en tal sentido, el genial Shakespeare
supo sostener que “El tiempo es un magistrado muy antiguo que más tarde o más
temprano llama a todos a su tribunal”.
A la hora de comparecer ante el Supremo -del
color que fuere- tengamos el alma pura y que esta noche, las intenciones no se
limiten a la etílica mezquindad burbujeante de un brindis.
¡Feliz Nochebuena!
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado