HOY, DIA DEL TRABAJADOR
Hoy es el día nuestro, de los que
abrazamos la cultura
del trabajo, que no deja de ser una innegociable convicción que nos enaltece ante la sociedad. No
hay para qué extendernos en discursos, sino más bien en una especie de
enunciación de principios, que hacen a la dignidad de trabajar.
Como
siempre y en casi todo el mundo, la celebración del día del trabajo, o del trabajador, es motivo para reuniones multitudinarias como los casos
de La Habana y Moscú por ejemplo, o con la sagrada expresión del locro, entre
nosotros.

Quiero de paso ofrecer un humilde reconocimiento a todos los dirigentes sindicales que ofrendaron buena parte de sus vidas, en la diaria fragua de la lucha gremial, sin claudicaciones ni privilegios. A los que siguieron siendo ejemplo de fervor laboral en su trabajo cotidiano y no vivieron prendidos a la licencia sindical, en cuyo nombre se cometen tantos abusos.

Quiero, en definitiva, valorar el esfuerzo de tantos hombres y mujeres que se dignifican laburando, sacrificando su descanso, buscando siempre algo más para hacer; para sentirse útiles, para saberse capaces, que es la manera más maravillosa de sentirnos libres.
El actual marco referencial no es el mejor, con el creciente número de desocupados reflejado en algunas estadísticas, el deterioro del salario en su poder de compra, los aumentos en mercaderías y servicios y una inflación agazapada que nos castiga sin misericordia.
Por otra parte las becas a la vagancia (algunos les llaman planes o subsidios) no hicieron otra cosa que robar la poca dignidad que les quedaba a muchos argentinos, que optaron por eso: la dádiva en lugar de transpirar, precisamente para dignificar y adecentar lo que ganaban.
Debemos reconocer también la culpa de muchas empresas, que cuentan con dos curiosos mecanismos destinados a la reducción de sus planteles: las tecnologías aplicadas a mansalva y la injuria del pago en negro, no para beneficiar al trabajador, sino como otra manera de evadir tributos e impuestos.

El movimiento obrero cuando se limita a
oficiar de columna vertebral de cualquier corriente política, sacrifica su
esencia solidaria para transformarse en un vehículo que generalmente beneficia
sólo a la dirigencia y posterga a las bases como resultado de un repudiable
estilo de sometimiento de los más débiles a manos de los poderosos, que
consiguen encaramarse en la política partidista que es donde nacen para ellos
todos los olvidos y las amnesias. Y del yugo patronal se muda a la sumisión y
la esclavitud de los que mandan, disfrazados de benefactores del trabajador que
pasa a ser instrumento de las apetencias de los popes del sindicalismo que sin
trabajar, fortalecen su vocación de prosperidad personal y eternidad en las
conducciones.
Cuando se alcance a comprender que la lucha
sindical debe igualar hacia arriba a los trabajadores y no tan sólo encumbrar a
la dirigencia, se hará carne en los argentinos aquello que sostenía Ghandi:
“Dios ha creado al hombre para que gane su sustento trabajando, y ha dicho que
aquel que come sin trabajar, es un ladrón”.
Es una simple cuestión de entrega,
sacrificio y compromiso con y por sus pares.
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado