Cumplimos más de dos
siglos como Nación y es como si no hubiéramos aprovechado las
lecciones de nuestra propia historia.
Desde la escuela primaria
nos vienen metiendo en la cabeza algo parecido a la simpleza sin
complicaciones, para hacernos entender que la Patria es la Bandera,
la escarapela o el Himno Nacional.
Los políticos en algo
coinciden, al pensar a la Patria como la construcción de una obra
gigantesca, para nuestro bienestar y para todos los hombres del mundo
que quieran habitar su suelo.
Y en este 25 de Mayo, a
203 años de aquella gesta memorable, considero oportuno opinar qué
es la Patria, al menos desde mi humilde condición de ciudadano.
La Patria debe ser el
paraíso donde podamos vivir en paz y en libertad.
La Patria es decencia,
trabajo, sacrificio.
La Patria no es la beca
para no trabajar, ni el bolsón.
La Patria es honestidad,
entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro prójimo.
La Patria es construir y
no mentir.
Es buscar el bien común.
Es gobernar y obrar sin
soberbia ni autoritarismo.
La Patria es administrar
honradamente lo que tenemos y erigir aquello que necesitamos.
La Patria, por muchos
bastardamente devaluada en su concepto, es educación, seguridad,
justicia y salud para todos, sin elegidos ni marginados.
La Patria es el respeto a
los que piensan distinto.
A la Patria -para no
olvidarlo jamás- la hacemos en la ciudad y en el campo.
La transpiramos en la
calle, en las escuelas y en el surco.
Más nos demoraremos en
gozarla, cuanto más nos demoremos en construirla.
Y la vida que merecemos
los argentinos, por las riquezas que la Patria tiene, nos lleva más
de dos siglos de ventaja.
Nos estamos resignando,
peligrosamente, a perder demasiado tiempo mientras seguimos esperando
aquella Revolución que se inició en 1810.
A la Patria enferma no se
la cura con jarabe de pico, dijo Anzoátegui.
La Patria no es un
reñidero donde las pasiones se desbordan y la violencia nos domina.
La Patria es el diálogo,
el disenso, la discusión, el debate.
La Patria no es de
civiles ni de militares, sino de argentinos.
La Patria no es Lanata,
ni es fútbol para todos.
La Patria no es Menéndez,
pero tampoco lo es Firmenich.
No lo es de los ricos ni
de los pobres, sino de los ciudadanos probos y honestos.
La Patria se dignifica
con el trabajo, y cuando no hay, es necesario crearlo, porque la
Patria es producción más que subsidios.
La Patria es también
rebeldía ante lo injusto, cariño por lo nuestro y respeto hacia el
prójimo.
La Patria envilecida por
la corrupción, solo se cura con justicia independiente.
A esta Patria la haremos
grande cuando estemos unidos, y juntos ahuyentemos a los fantasmas de
la discordia y las miserias que se fortalecen con los resentimientos.
Parece mentira, que a más
de dos siglos de su nacimiento, la Patria todavía no tenga definida
su identidad.
La tendrá sin dudas,
cuando podamos coincidir pobres y ricos, ciudad y campo,
profesionales y estudiantes, civiles y militares, peronistas y
radicales, liberales e izquierdosos, rubios y morochos, en que la
única bandera del país debe ser el esfuerzo con decencia.
Ese día maravilloso,
marcará la verdadera fecha de nuestro alumbramiento como Nación.
Trabajemos juntos,
empecemos ya, para que la desunión y los desencuentros no sigan
siendo más rápidos que los almanaques.
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