Desgrabación de comentarios del periodista Gonio Ferrari en el
programa “Síganme los buenos” emitido el domingo 4 de Agosto de 2013 por AM580
Radio Universidad de Córdoba.
LA VEDA ES PURA JODA
Uno que es antiguo al menos para interpretar
ciertas actitudes, sucumbe a la nostalgia cuando no le queda otra salida que
comparar situaciones en distintos escenarios del tiempo.
Porque tiempo atrás, y a esto lo saben los
memoriosos más que los historiadores, una veda era una veda y el respeto por
ella tenía pocas excepciones.
Tuvimos veda de carne, de rodados en el centro, de consumo de alcohol
para conductores de vehículos, de fumar en lugares cerrados y algunas otras
restricciones.
Y en general, todo se respetaba, con las
excepciones lógicas de los acomodados de siempre, los que viven una constante
transgresión por vinculaciones o chapa.
Pero lo que más revienta; lo que indigna por
su bajeza, por el golpe artero a la sensibilidad de la gente, por la
irrespetuosidad y el barato oportunismo, es aprovecharse de una figura como el
Papa, en aras de figuración y trascendencia inmerecidas.
No es un acto de censura a una actitud de
usufructo de la imagen ajena, que se concretó con inusitada rapidez que no
existe para solucionar los problemas del país, sino un repudio al
mal gusto, a esa pobre manifestación de viveza criolla que los responsables de
ese atropello debieran exhibir en otros escenarios y ante otros personajes.
Así como se desmadró la conducción nacional
usando a Francisco, de otras maneras han hecho lo mismo, y lo siguen haciendo
con deplorable impunidad, el gobierno de la provincia, la Municipalidad de
Córdoba y otros organismos de la vida institucional.
Entonces, bueno sería que nadie denunciara a
nadie, porque culpables, son todos.
Vedas eran las de antes.
Las de aquellos tiempos del respeto por la
ley.
Y casi me olvido: la oposición, agradecida
por el apoyo de Maradona a Moreno y por los terrenitos del Calafate comprados a
poco más de un peso el metro.
COMER
POR TRES PESOS
Dos grisines, un mínúsculo dadito de queso y
un par de aceitunas, tienen un costo aproximado a los tres pesos argentinos, o
medio dólar imposible de comprar al cambio oficial.
Pero si a esto te lo sirven en un
restaurante como menú accesible al proletariado, hay que agregarle el IVA,
costo de personal, servicio de mesa, ART, obra social, aporte jubilatorio,
cuota sindical y algún otro rubro que me haya olvidado.
En consecuencia, pagaríamos todas estas
cargas y el dueño del comedor se quedaría con los dos grisines, el quesito y
las aceitunas.
Sin embargo, de verdad me asumo como si me
hubieran considerado tonto, babieca, imbécil, idiota, inepto, necio u obtuso.
Es duro cuando desde arriba nos pintan
situaciones ideales que nada tienen que ver con la realidad, en una actitud que
supera a la demagogia para erigirse en una injuria a la inteligencia colectiva.
La crisis que castiga a los más necesitados,
a los caídos en desgracia desde la clase media, a los que ni siquiera están
enrolados en la mano de obra informal, altera el razonamiento de los que
padecen las desigualdades y más aún cuando el poder quiere hacernos creer que
somos todos iguales.
Como si comer a tres pesos fuera lo mismo
para los privilegiados trabajadores de la
Casa Rosada que para los sufridos y
postergados laburantes, los jubilados o los aborígenes que, vaya ironía, han
pasado a ser intrusos en sus históricas tierras.
Si se lanzara un plan nacional -obviamente
antes de octubre- que asegurara un almuerzo digno a menos de 15 pesos, sería el
primero en aplaudirlo, aunque durara hasta fines de ese mes.
Pero mientras tanto, con la inflación
desatada que nos carcome los bolsillos; con el injusto y ridículo impuesto a
las ganancias que pagamos y con el virtual colapso de la mediana industria,
quiero pedirles a los ilusionistas de la promesa, a los fabricantes de
fantasías, a los crápulas del engaño, que al menos respeten la dignidad de los
marginados.
Porque ellos, dada la situación y aunque
tengan planes y subsidios de apoyo, no pueden darse el lujo de comer por 3
pesos, como los apendejados conchetos de Puerto Madero.
A lo mejor, si cedemos al trasnochado delirio
de ese tal Cabandié, pre candidato oficialista por la Capital Federal, en cinco
décadas más de este modelo, sería posible comer por 3 mangos.
MESTRE
VS. GREMIO: NADA CAMBIÓ
Cuando tiempo atrás los ilusos e infaltables
enfermos de optimismo aseguraban que en lo que restaba del año, no habría más
conflictos gremiales en la
Municipalidad de Córdoba, los únicos contentos eran Mestre y
su equipo, porque la gente, nosotros, sabíamos que eso era una utopía.
El estado de conflicto permanente, alocada
maniobra de la conducción sindical, es la espada de Damocles que los últimos
intendentes vieron oscilar sobre sus cabezas y ninguno se animó a superar esa
crónica amenaza.
La bronca salta hoy en una dependencia, se
soluciona a los ponchazos y mañana ocurre en otra, pero nunca se alcanza la paz
necesaria para gestionar.
Los caprichos gremiales y su costumbre de
cogobernar es más fuerte que los intereses de los vecinos, que sostienen una
sobredimensionada estructura de personal, la mejor paga del país, que para
colmo necesita ser apoyada por la tercerización de los servicios que no cumple.
En consecuencia y para ser sintético porque
este problema es eterno, lo mejor para asegurarse la necesaria gobernabilidad
municipal, es hacer trabajar a toda la planta, y si dejan de hacerlo, dejar de
pagarles.
Los cordobeses queremos soluciones en la
ciudad y no excusas del SUOEM ni del Intendente.
La cuestión es muy simple: Mestre fue
elegido para gobernar y los empleados están para laburar.
Quien no lo entienda así, comete el pecado
de idiotez.
UNA
PASION LIMITADA
Pecaría de ignorante, si no supìera que la
máxima aspiración de un fanático del fútbol, es ver en acción al equipo de sus
amores, desvelos y sufrimientos.
Pero lamentablemente y en los últimos
tiempos, ese placer no es para todos por culpa de los violentos, de algunos
dirigentes, de ciertos jugadores y de un sector complaciente del periodismo,
todos los cuales cosechan para sus arcas sin importarles el sentimiento de los
hinchas.
Y para intentar contrarrestar la brutalidad
de los salvajes, no hicieron otra cosa que prohibir, en lugar de controlar los
negocios paralelos que se mueven junto a la furia de los intolerantes.
El fútbol es un espectáculo atrapante,
maravilloso y casi mágico.
Es una pena que ahora, los incapaces, lo
hayan transformado en una manifestación más que vehemente que lo ha emparentado
con el delito.
Y para terminar con el delito no es cuestión
de coartarle a nadie su derecho y el placer de ir a la cancha, sino atacar con
las armas de la ley, las causas que llevan a una determinación tan extrema.
Al fútbol lo vamos a salvar los decentes,
antes que las máquinas de impedir se limiten a cercenar en lugar de combatir y erradicar a los malos
elementos que se están apoderando de un deporte; de un juego, de una pasión.
IGNORAR
LAS ADVERTENCIAS
No es la primera vez que el tema ocupa este
espacio, porque con solo pararse a cualquier hora del día en la esquina de la Catedral, se nos presenta
sobre todo a la mañana un escenario que mueve a la preocupación.
Allí está el Banco Nación, a donde concurren
personas muy mayores a cobrar su jubilación y el movimiento peatonal es siempre
intenso.
Sin embargo, y salvo cuando algún figurón
asiste a actos oficiales en la Plaza San
Martín, no existe ni por asomo la presencia de inspectores municipales de
tránsito, allí donde los ómnibus que vienen por San Jerónimo y no tienen
parada, circulan a velocidades imprudentes, y a los choferes les importa tres
pitos que la gente, aterrorizada, deba correr para cruzar por su espacio, que
es la zona demarcada.
Con los taxis ocurre lo mismo, y es como si
buscaran a los peatones para asustarlos con su prepotencia.
Este viernes una inspectora cuidaba
celosamente que nadie estacionara frente al teatro Real, mientras que en sus
narices ocurrían estos repetidos episodios, sin que a ella se le moviera un
pelo.
Como el retrato de la abuela, estaba en la
cómoda.
Le pregunté respetuosamente si podía caminar
50 metros
para ordenar un poquito el caos de la esquina y proteger a la gente mayor.
Su contestación fue la esperada: amparándose
en la obediencia debida, dijo que las órdenes superiores la ubicaban allí y que
lo de la esquina no era su problema.
Cuando allí suceda alguna desgracia
irreparable, saldrán los responsables -o irresponsables en este caso- a mentir
explicaciones técnicas.
Y esa
actitud solo servirá para refirmar el curioso estilo de vida de muchos
argentinos, que hacen todo lo posible para que sigamos siendo un país de
soluciones post mortem.
MAS
DE LA MEGACAUSA
Existe
un interesante informe realizado
por el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y
Sociales sobre la prisión preventiva en la Argentina, tema que causa marcada
preocupación por la gravedad que adquirió esta problemática.
El INECIP no deja de recordar la extrema
violencia de la medida y de allí la excepcionalidad con que debe ser
utilizada, a más de insistir que el Estado de Derecho exige para su aplicación
que se demuestre, en base a elementos probatorios, que la persona
intentará eludir el accionar de la justicia o entorpecer la investigación,
descontando que para dictarla, debe haber un mínimo de prueba
relativa a la culpabilidad del imputado.
El
estudio, que incluye un relevamiento de la situación en todas las
provincias, aporta propuestas sobre el uso de otras medidas alternativas
a la prisión preventiva, que, preservando la investigación, permiten garantizar
los derechos del imputado.
Se proponen alrededor de diez opciones diferentes
como la prohibición de salir del país, presentación periódica en tribunales,
arresto domiciliario, etc., dejando el uso de la prisión preventiva solo
para casos excepcionales.
También
sostiene que el fiscal debe producir pruebas del riesgo procesal y en
caso de optar por la prisión preventiva, fundamentar por qué no pueden
proceder las otras medidas cautelares.
Finalmente propone la creación de una oficina que realice un seguimiento
del imputado y garantice el cumplimiento de esas medidas, proyectos que
ya se están poniendo en práctica en algunas provincias como Chubut, por ejemplo.
En lo
que respecta a Córdoba, se sostiene que mantiene parámetros de
tradición inquisitiva, que trastocan el sentido de la prisión cautelar
como medida de coerción.
Asimismo
se presenta un listado de las causales más frecuentes que conducen al dictado
de la prisión preventiva en las provincias en general, encontrándose
entre ellas la gravedad de los hechos reprochados, su violencia, la
expectativa de una pena alta acorde, los antecedentes penales, la peligrosidad,
la falta de arraigo, etc. pero casos como los del Registro cordobés ni siquiera
figuran.
Por eso, aún asumiendo que el abuso de la
prisión preventiva es un grave problema en Argentina y en Latinoamérica y que
existen instituciones que estudian seriamente sus causa para poder
combatirla, lo que ocurre en la causa de nuestro Registro escapa a todo
parámetro.
La irracional y sospechosa
reglamentación de la prisión para un grupo de perejiles, entorpece el
descubrimiento de la verdad real, resultando en encubrimiento para con los
verdaderos y auténticos culpables.
Por donde lo busquen, un desatino total.
Y no es el único caso: pregúntenle, por
ejemplo, a Vaca Narvaja, el colega de Rio Cuarto que se metió con el impune
asesinato de Nora Dalmasso.
TANTOS
LOCALES VACIOS
Por allí se mezclan sentimientos como la pena
y la bronca, cuando recorremos el centro, los shoppings y las clásicas
galerías, y nos encontramos con un creciente número de locales desocupados, con
el desagradable cartel de “se alquila”.
Si la situación es tan floreciente, tan
ideal, tan maravillosa como desde algunos sectores la pintan, bueno sería tener
una explicación coherente que nos suavice la angustia de ver, entre otras
cosas, los fantasmas de la desocupación y de los quebrantos.
Una historia lamentable que varias veces nos
tocó padecer a los argentinos y bueno sería que no la volvamos a sufrir.
Algunos empresarios en este caso
industriales, también están al borde del procedimientos de crisis, con los
lógicos riesgos de suspensión de personal y parada de producción, frente a la
imposibilidad en lo inmediato de desbloquear el ingreso de irreemplazables
insumos.
Dicen que don Moreno, más que inflexible e
intratable, está más metido en la campaña que en sus menesteres habituales, al
punto que ha uniformado a todo su personal con remeras en las que trata de
boludo a Massa, el contendiente electoral del oficialismo.
Y que su despacho, está empapelado con los
afiches donde se utiliza aviesamente la imagen del Papa.
Con tamaña seriedad, tenemos el futuro
asegurado …
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