Más allá del azar y de la muerte
duran, y cada cual tiene su historia,
pero todo esto ocurre en esa suerte
de cuarta dimensión, que es la memoria.
De “Adrogué” (Jorge
Luis Borges)
Refieren los memoriosos
que una de las últimas apariciones casi públicas del hijo pródigo fue cuando
tuvieron que ocupar uno de los aviones de la flota presidencial -Boeing 757- a
mediados de junio de 2012, porque el joven según se comentó en aquel entonces
padecía un cuadro de artritis séptica en la rodilla de su pierna derecha. La
izquierda, sin problemas.
Es incuestionable el uso del avión, porque
así lo autorizó Néstor siendo presidente por
decreto nº 648 de mayo del año
2004 y en el terreno de lo anecdótico quedó para el recuerdo el costo que tuvo
el operativo traslado desde la Capital Federal hasta el lejano sur para buscarlo
y el regreso, todo por la bicoca de 80 mil dólares.
El tiempo transcurrió, esos años en que los
chicos crecen fueron pasando, nació La Cámpora y contra la creencia generalizada, cero
coincidencia con la organización Montoneros, alentada desde el peronismo hasta
que por su giro ideológico fueron echados de la Plaza de Mayo por el
mismísimo Juan Domingo, quien los calificó como “imberbes y estúpidos”.
Dicen que LC, inspirada en la lealtad de “El
Tío” hacia Perón, está conformada por jóvenes amantes de la democracia,
sensibles a las demandas sociales y acérrimos defensores de los derechos
humanos. También los años pasaron para ellos y se fortalecieron con la Sra. Cristina en la
presidencia, llegando a ocupar elevados cargos en empresas del estado y en la
conformación de los equipos de mando de los ministerios.
Es de La Cámpora el privilegio de contar con ciertas
“bolsas de trabajo” para sus militantes, tales los casos emblemáticos de Fadea
en Córdoba donde ingresaron alrededor de 4.000 y de Aerolíneas Argentinas, que
les habría dado conchabo a otros tantos.
Cristinistas a ultranza algunos dirigentes
cometen la torpeza de considerar “destituyentes” o traidores a la Patria a todos aquellos que
no comulguen con sus postulados.
El éxito de la convocatoria al show estreno
de Máximo, es sin dudas un premio al nivel de movilización que poseen los
jóvenes militantes, al estímulo por los nombramientos y planes que reciben y
sin dudas a su convicción en el sentido de estar viviendo en el Paraíso, donde
no existen la inflación, la inseguridad, el desempleo, la corrupción ni las
desigualdades sociales. Algunos a ese estado casi catatónico del alma le llaman
onanismo partidista.
No quisiera caer al desatino de evaluar la
calificación de la inefable doña Hebe quien se despachó diciendo que Máximo era
un gran político, porque la seriedad de sus apreciaciones no encajan si uno
recuerda que de Schoklender supo resaltar su condición de brillante hacedor de
cosas.
Un discurso obviamente de principiante
utilizando frases elaboradas que el muchacho “junaba como de reojo” en la
tarima.
Lo importante fue el mensaje, lejos de ser
subliminal, directo hacia el hígado, el corazón y todas las entrañas del
justicialismo, resumido en un no dicho “nos queremos quedar”; al dejar de lado
el milagro de la resurrección, pero insuflándole oxígeno a la alternativa del “intentaremos
seguir” lanzando el desafío de competir con ella y adelantando la certeza de
humillar con votos a una oposición fragmentada en la que nadie -por eso de las
humanas miserias-quiere ser acompañante del postulante presidencial.
Si lo que se busca es la continuidad, para
eso están los mecanismos idóneos que hasta pueden permitir saltear algunas
etapas de lucha interna, con la sola postulación de Máximo o de Mongo, en la
misma medida que públicamente reclamó la posibilidad de que su madre, en las
urnas, defendiera el lugar alcanzado. Entonces y con su misma línea de
pensamiento, que el joven se postule y se deje de sembrar dudas e intrigas
dentro del mismo partido, si es que los K fueron o siguen siendo peronistas.
Nadie sabe a ciencia cierta si desde adentro
o desde afuera han comenzado la tarea de agitar el fantasma del malestar social,
y su eclosión es una perversa manera de instaurar el miedo, ese miedo destructivo
e incontrolable que tanto daño nos hiciera como sociedad en los oscuros años de
todas las tiranías.
A lo que nadie tiene derecho ni merece
perdón, es a pisotear la letra y el espíritu de nuestra Constitución Nacional.
Porque si alguien lo hiciere no se lo
demandarán la Ley,
la Patria ni
los Santos Evangelios, sino la misma base de raigambre popular a la que tan
mañosamente se pretende salvaguardar, acentuando la hegemonía y el
autoritarismo y soñando con instaurar una absurda cuan peligrosa e inmerecida
dictadura.
Gonio
Ferrari
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