Pagar
más de un millón de pesos por tener
en
Córdoba a Tévez y Maradona, desnuda
la
personalidad de alguien que persigue la
quimera
de disfrazar su escondida frialdad
Bien
sabemos que por lo general y con algunas excepciones, los políticos
y más aún los gobernantes cuando alcanzan un sitial de poder,
pierden todo aquello relacionado con el respeto hacia las prioridades
que marcan las necesidades y los reclamos de la gente.
La
óptica de esa casta privilegiada parece caminar siempre a contramano
de una crítica
realidad que están obligados a conocer, porque -como
irritantes ejemplos- erigen faros donde no existe ni existirá el
mar, puentes donde no pasa ni pasará un río, regalan computadoras a
niños subalimentados, construyen una terminal de ómnibus digna de
Venecia o subsidian a lucrativas empresas cuarteteras que llevan
gente para sacarse la foto populachera con ellos, que caiga simpática
a los numerosos cultores de esa manifestación, digamos “artística”.
Me
juego la cabeza que los tecnócratas y economistas de cartón, por
naturaleza indiferentes al dolor ajeno, saldrán diciendo que a la
hora de dividir un millón de pesos en un millón de afectados
resultaría un mísero peso “per cápita” y eso es
matemáticamente irrefutable aunque humanamente asqueroso.
Traer
a Córdoba nada menos que a Carlitos Tévez y su séquito de amigos y
hacer lo propio con el devaluado Diego Maradona, representó para las
alicaídas arcas cordobesas una erogación que superó el millón de
pesos y nadie acierta para qué vinieron, si no fue para posar con
altos funcionarios que ahora tendrán atesoradas esas imágenes en un
rincón de su narcisismo.
Sumemos
a estos casos el lujurioso derroche de los dineros públicos,
invertidos en ese
capricho de la instalación en la opinión pública,
de las veleidades presidencialistas del Sr. Gobernador, absorbido más
por esa campaña de trasnochadas utopías que por los problemas de
una provincia super endeudada como lo es Córdoba.
Y
mientras tanto, también por citar un solo ejemplo, los jubilados
provinciales -hay que reconocer que la mayoría está bien paga- han
sido condenados a esperar seis meses la liquidación de sus ajustes
de haberes que reciben envilecida por la inflación, porque la
provincia no está en condiciones financieras de respetar la ley.
Al
ser los más vulnerables y con menor “poder de fuego”, mecanismos
de protesta o apoyo de los olvidadizos gremios, deben resignarse al
despojo mientras desde el gobierno siguen gastando en inútiles y
repudiables estupideces.
Lo
de Tévez y Maradona es para la indignación.
Los
otros gastos inservibles son para la pena y la vergüenza.
Gonio
Ferrari
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