13 de enero de 2016

El rally del gaucho con turbante --------------

PROMOCION CARA, LASTIMOSO
ATAQUE AL MEDIO AMBIENTE Y
ESCASO RESPETO POR LA VIDA

   Dejaron de correrlo en el escenario del subdesarrollo africano y los evolucionados argentinos lo trajeron a nuestro territorio. 
   Alguna vez, los cráneos del poder tendrán que analizar, más con la realidad que con el bolsillo, la conveniencia o no de su reiteración en el futuro. 
   Hay otras maneras menos onerosas de hacer promoción con respeto al valor primordial de la vida.
   Es cierto que la “rallymanía” mueve multitudes y ese fenómeno social se observa en cada edición de las pruebas de ese tipo que se realizan en nuestro país, cuyo punto cúlmine lo representa la competencia que tiene a Córdoba como anual escenario. Y no es menos cierto que si apelamos a la matemática elemental de la suma y la resta, los beneficios son para unos pocos mientras que el daño es generalizado en muchos aspectos.
   Más allá de las fundadas e institucionales protestas de los ambientalistas, está el daño enorme que se perpetra contra los caminos que de por sí están mal mantenidos, el gratuito ataque a la fauna y la flora silvestres y la desacostumbrada basura que adorna a los lugares turísticos cuando el desaprensivo espectador deja allí sus desechos, botellas de plástico, vidrios y otros elementos.
   Los elevados gastos que realiza el Estado en nombre de una dudosa promoción internacional bien pudieran aplicarse a la conservación de rutas, prevención de incendios, señalización adecuada y otros destinos que sí son beneficiosos porque nos muestran como aptos para el turismo receptivo.
   Personalmente pongo en duda que alguien de Rusia, de Canadá, de Los Angeles, de Egipto o de Filipinas nos venga a visitar atraído por la polvareda que levantan los participantes de esta aventura o por alguna muestra de imprudencia del público. Porque en el rally los paisajes son actores secundarios.
   Tampoco son atractivos los resultados del peligro que representa un rally tanto para competidores como para los fanáticos de ese tipo de deporte, al punto que en ediciones anteriores -y en la actual- ocurrieron luctuosos accidentes con pérdidas de vidas adentro y afuera del trazado de esta alocada carrera.
   Seguramente surgirán los defensores del rally y es para respetar esa postura aunque no la comprendamos, en muchos casos interesada por el negocio que representa sin importarles sus  negativas consecuencias.
   Las grandes marcas de autos, motos, cuatriciclos y camiones destinan fortunas a sus equipos, patrocinados por un intensivo despliegue publicitario, pero ni siquiera pagan peajes si es por establecer alguna diferencia.
   Los argentinos tenemos una envidiable policromía de paisajes todo el año, desde Ushuaia hasta La Quiaca y desde Los Andes hasta el Río de la Plata y el Atlántico, como para andar buscando motivos de atracción que solo sirven para gastar sin sentido y exponerse a potenciales riesgos que agregan tragedia, dolor e imagen negativa, aunque enriquezcan a unos pocos elegidos.
   Esos paisajes fabulosos, a veces desconocidos para el turismo interno, son los que merecen promoción pero de otra manera y no derrochando sin sentido el dinero de todos que es el erario.
   Los recursos mejor gastados, son aquellos que se destinan a objetivos donde el valor primordial es el respeto por la vida y por lo que se conoce, en este tipo de competencia feroz, la vida está demasiado devaluada.
   Para colmo, ni el logotipo nos identifica.
Gonio Ferrari

N.de R.: Este comentario fue publicado el 7 de 
enero de 2015. No fue necesario cambiarle ni
una letra. Hoy es nota de rigurosa actualidad.


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