NOS ESTÁN DANDO LA
PELÍCULA DE SIEMPRE
Si al titular provincial del área debiéramos mencionarlo por lo que prevalece, sería Ministro de Inseguridad porque culpa de la imprevisión, de la improvisación y de la carencia de políticas integrales, los cordobeses de cualquier punto de nuestro territorio hemos visto subvertirse los valores hasta el punto de estar obligados al encierro mientras los delincuentes siguen adueñados de las calles.
¿Cuántas veces hemos visto la misma y desteñida película?
¿Cuántas veces se hicieron rimbombantes anuncios -especialmente en proximidad de elecciones- acerca de la creación de brigadas especiales “barriales”, de “lucha contra el narcotráfico”, de acercamiento policial con los vecinos que son siempre los mismos y otras grandilocuentes denominaciones fortalecidas por el “marketing”?
¿Cuántos millones de pesos se han gastado en armamento, municiones, equipos de comunicaciones, patrulleros, motocicletas, chalecos antibalas, cámaras de TV callejeras, incorporación de personal, etc. para concluir con la certeza que el hampa nos viene ganando por goleada en las estadísticas que la propia fuerza dibuja, manipula o esconde?
¿Cuántas inútiles e improvisadas reuniones se han hecho con afectados en los barrios, que solo sirvieron para calmar los ánimos caldeados que por lo general se tranquilizan con la puesta a full del “promesómetro” de siempre?
¿Por qué una industria de Los Boulevares ha sido visitada por los ladrones 25 veces y a otra del mismo sector, que padeció 29 despojos en dos años, la última vez le robaron parte del techo?
¿Por qué la actividad artesanal más rentable es la fabricación y colocación de rejas?
¿Por qué si un vecino llama a la policía nunca acude, llega demasiado tarde o quieren disculparse con la falta de combustible?
¿Por qué hay cada vez más gente armada en defensa propia?
¿Porqué se vende más gas pimienta que desodorante?
¿Por qué nunca se sabe el destino de los autos policiales que duran tan poco y las motos desaparecen como ocurrió con los promocionados “sidecar”?
Si la mayoría de los hechos delictivos no se denuncian, ¿no le parece al gobierno que es porque la población no confía en su policía?
La policía -como cualquier cordobés- sabe dónde, quienes y a cuánto se venden sustancias prohibidas: ¿qué le impide actuar?
¿Por qué no se controlan y se desbaratan las decenas de pistas de aterrizaje clandestinas que hay en el territorio cordobés?
¿Por qué casi todos los policías deben embrutecerse haciendo adicionales en las que están casi dormidos, porque vienen de su turno habitual, donde también están casi dormidos?
¿Por qué en los últimos días ha desaparecido el jefe de la Institución y no se advierte la presencia policial en las calles, salvo en algunos bancos y solamente de día?
Todo este panorama desolador, de ausencias y abandonos, es lo que ha permitido el brutal e imparable crecimiento del narcotráfico, padre de todos los males que venimos padeciendo los cordobeses, y ruego que no me salgan con la remanida estupidez de compararnos con Río de Janeiro, con Ciudad del Cabo o con aquella intimidad de la lora, donde la inseguridad es mayor.
Vivimos en Córdoba y queremos soluciones para Córdoba.
El hampa se seguirá matando de risa de la ley mientras desde el poder insistan con los remiendos demagógicos, en lugar de instrumentar políticas calificadas e inteligentes que terminen con esta situación de negligencia y desamparo.
La indefensión del ciudadano es culpa de los inútiles que los condenan a un desabrigo que no merecen pese a los elevados impuestos que se pagan.
Por lo general la queja policial, el “quitarse el lazo”, está centrada en la desprotección que el uniformado viene arrastrando por sus diferencias conceptuales con la Justicia, que muchas veces en nombre de los derechos humanos de los delincuentes bastardea los derechos humanos de las víctimas.
Porque si los códigos no ayudan; si la balanza de la Justicia se inclina de manera exagerada hacia quienes violan la ley; si las condenas jamás se cumplen y si el sistema carcelario permite que los delincuentes hagan su pos grado entre rejas, estamos condenados al inminente desastre.
Un desastre que lo tenemos aquí, al alcance de nuestra indefensión, fortalecido por esa repudiable costumbre de mentirnos soluciones a sabiendas que nada se conseguirá con gastos inútiles, mientras no exista una tarea interdisciplinaria que garantice seguridad adentro y afuera de nuestras casas.
Si hay que modificar las leyes y adecuarlas a la realidad cotidiana, para eso están los legisladores y no tan solo para embolsar sus dietas y jugar en las internas de sus partidos.
Si es importante la Justicia también lo es la Municipalidad que tiene la obligación de terminar con las penumbras y los yuyales.
Y que alguien se preocupe de limpiar con seriedad y sin padrinazgos políticos afuera como adentro de la Policía.
Los anuncios pomposos son solo eso: la embustera vocinglería de una película que ya estamos cansados de ver y sobre todo porque quienes nos obligan a verla y a sufrirla, tienen demasiada experiencia en proyectarla.
Gonio Ferrari
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