Aunque hoy celebremos 206 años como Nación, la realidad pone en duda que hubiéramos aprovechado las lecciones de nuestra propia historia.
Los políticos coinciden,
pensando a la Patria
como la construcción de una gigantesca obra para nuestro bienestar y para todos
los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo.
Y cada 25 de Mayo desde
que me acuerdo, hoy a 205 años de aquella gesta, vuelvo a considerar oportuno
pensar en voz alta qué es la
Patria , desde mi simple condición de ciudadano.
Debe ser la Patria el paraíso donde
podamos vivir en paz y en libertad porque representa decencia, trabajo,
sacrificio.
Es honestidad a ultranza;
entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro prójimo.
Es buscar el bien común.
Es gobernar y obrar sin
soberbia ni autoritarismo.
La transpiramos en la
calle, en las escuelas y en el surco.
La Patria, nuestra Patria
no es de civiles ni de militares, sino de argentinos.
Trabajemos unidos, codo a
codo y empecemos ya, desde arriba hacia abajo y no perdamos tiempo, para que la
desunión y los desencuentros no sigan siendo más rápidos que los relojes. Por
eso, viene como anillo al dedo una declaración que quiero compartir con todos:
“Los medios de protección
que la Constitución
nos proporciona, son la libertad y los privilegios y recompensas conciliables
con la libertad. Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes
legalmente.
Se nos alentó a consumir
sin producir. Nuestras ciudades capitales son
escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio
después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación.
Nuestro pueblo no carece
de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental.
En realidad, nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción,
de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el
arte de hacer bien las cosas.
Sobre todo se muere de
pereza, es decir de abundancia.
Quieren pan sin trabajo,
viven del maná del Estado y eso les mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de
su propia condición.
El origen de la riqueza
son el trabajo y el capital.
¿Qué duda cabe que la
ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el gran
enemigo del pueblo en las provincias argentinas.
Es preciso marcarla de
infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los cuales surgen los
tiranos y la guerra civil, que serían imposibles en medio del progreso y la
mejora del pueblo”.
¿Quién dijo todas estas
verdades?
Fue Juan Bautista
Alberdi, en marzo de 1855 firmando con el seudónimo “Figarillo”.
Han pasado 161 años y es
como si lo hubiera dicho ayer.
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