DEL POTRO, EN EL
PODIO DE LOS GUAPOS
¿Qué es lo que
impulsa al ser humano a sacrificarse en el placer de brindarse por completo,
sin egoísmos y sin medir consecuencias?
Probablemente en el campo de
las ciencias es donde mejor se pueden llegar a ejemplificar actitudes como
alguna de los médicos que por encima del lucro que en general ahora domina a
esa profesión, sobresale un auténtico sentido humanitario.
Curioso encontrar tal
distintivo en el deporte que es pura y a veces descarnada competencia, donde el
objetivo no es tan solo triunfar en la lid sino someter y humillar al
adversario poniéndolo simbólicamente a los pies del vencedor como si fuera un
trofeo de cacería.
Mezclar ese cuadro casi brutal
con la humildad está demasiado cerca de las utopías porque la soberbia de los
victoriosos no les permite colocarse en el cuerpo y en el alma del derrotado,
como para experimentar los mismos sentimientos que lo abruman frente a la
caída.
Fue épico, como lo fueron sus
victorias sobre el Rey Djokovic y sobre el Príncipe Nadal en su camino hacia el
podio.
Es cierto que Del Potro poco
tiempo atrás y por desavenencias con la conducción tenística argentina o con
algún otro jugador prefirió tentar suerte en Shangai en lugar de formar parte
del equipo nacional que disputaría la final de la Copa Davis, pero esa es otra
historia que de ninguna manera opaca lo alcanzado ayer por el tandilense.
Llegar a un casi inaudito nivel
del agotamiento físico que es el umbral del desaliento antes de entregarse,
ubica al lungo tenista en un pedestal que supera al podio y a todos los metales
nobles que pudieran significar.
Poco importa si lo hizo por la
patria, por el deporte, por compromisos
contraídos o por un desafío a la adversidad que lo venía castigando
impiadosamente en esa maltrecha muñeca que lo estaba empujando al retiro.
Es de una entendible y adulta
dulzura ver llorar a un grandote tras una derrota, pero es maravilloso verlo
enjugarse las lagrimas por saberse capaz de seguir peleando y espantando
desalientos y fatigas.
En estos juegos, alguien
tendría que instituir el Podio de los Guapos, donde Del Potro tendría ya un
lugar asegurado.
Y a perpetuidad, porque será
difícil igualarlo.
Gonio Ferrari
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