DE
TODOS LOS QUE PERMITIERON
LA
PODREDUMBRE ¿NADIE SE VA?
Vinculaciones
con el narcotráfico, secuestros extorsivos, delitos con automotores
y contrabando, robo de una increíble cantidad de armas en la
mismísima Jefatura, efectivos formando parte de bandas de
salteadores, comprobación del “alquiler” de pistolas para la
consumación de atracos, desidia operativa que derivara en la
liberación de zonas determinadas, graves episodios de violencia
doméstica y familiar de muchos efectivos, faltantes de dinero
depositado en algunas dependencias, evitables casos de gatillo fácil
y otras anomalías han venido jalonando los últimos tiempos para
agregar páginas oscuras en los capítulos negros de nuestra policía
provincial.
Los
hechos más recientes han demostrado un alarmante grado de
descomposición interna, que hizo descender la poca estima que ya
venía inspirando en la sociedad cordobesa una institución que dejó
de ser profesional para transformarse en un organismo político y
partidista al servicio del gobierno de turno, que tuvo la creciente y
perniciosa costumbre de centrar su cometido convirtiendo a la policía
en bolsa de trabajo para amigos, compañeros y correligionarios y
pago de favores a sectores de cada militancia.

Los
apresurados períodos de instrucción, bajo la presión de una
sociedad sumida en el desamparo, fueron demasiado breves e
incompletos pero lo mismo les pusieron uniformes, los armaron y los
sacaron a la calle sin que los guiara ninguna política integral de
seguridad, sujetos a improvisaciones que terminaban en papelones,
revelaciones no deseadas o en episodios irreparables.
¿Cuántas
ceremonias, formaciones, desfiles y presentaciones se hicieron para
mostrar más móviles, mejores armas, equipos de comunicaciones y lo
último en avanzada tecnología?. Fueron varias y de nada sirvieron
porque el hampa había conseguido dos objetivos: crecer al amparo de
la impunidad que se le obsequiaba e infiltrarse en la fuerza, sin que
nadie hiciera nada por evitarlo o corregirlo, a la luz de todos los
casos de corrupción que se iban ventilando.
El
poder político se emborrachó de soberbia limitándose al abuso del
marketing porque siempre, antes de cualquier elección, se cansó de
asegurar que las cosas cambiarían, que la inseguridad sería un mal
recuerdo; que habían invertido millones de pesos para lograr ese
objetivo y toda la sarta de intenciones a concretar de inmediato,
como cocinando de a poco un enorme pastel de repetida demagogia que
creían que nos hacían comer.
Últimamente,
agravada la situación interna donde la mugre era notoria, se intentó
algo de limpieza, en la que obviamente cayeron algunos pocos mandos
medios y otros de intrascendentes jerarquías.
¿Y
los responsables por omisión, de haber permitido que tamaña
descomposición se hiciera incontrolable?. No tan solo dentro de la
policía sino en el ministerio de Gobierno, en el de Seguridad, en la
Unicameral y en algunos otros organismos, donde quienes dejaron de
hacer lo que debían o lo hicieron mal, siguen como si los hubieran
condecorado.
Puede
que por ser reconocidos y encumbrados punteros políticos tengan
asegurados sus
cargos, sus despachos y todo lo que eso significa,
porque es difícil reconocer fracasos tan estrepitosos, cuando son
consecuencia de la falta de planificación que lleva a esa práctica
del remiendo que estamos padeciendo por improvisación operativa y
ceguera o insolvencia gubernamental.
De nada vale entonces y es una tremenda injusticia que los tiempos les
harán pagar a los funcionarios inútiles, el vano sacrificio de
tantos hombres y mujeres de azul que abrazaron con lealtad y coraje
el compromiso de velar honestamente por las vidas y los bienes de la
sociedad. Una sociedad que espera que sus dirigentes abandonen el
estilo de la improvisación y trabajen en serio, para devolvernos a
los cordobeses el placer de sentirnos protegidos.
Y
que a la policía la volvamos a considerar nuestro amparo y no la
portadora de tantas sospechas.
Para
que eso comience a sentirse, más de uno tanto de la Institución
como del Gobierno tendría que reconocer su naufragio, hacer sus
valijas, pedir disculpas y mandarse a mudar.
Gonio
Ferrari
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