23 de febrero de 2017

Policía e inseguridad -----------------------

DE TODOS LOS QUE PERMITIERON
LA PODREDUMBRE ¿NADIE SE VA?
    Vinculaciones con el narcotráfico, secuestros extorsivos, delitos con automotores y contrabando, robo de una increíble cantidad de armas en la mismísima Jefatura, efectivos formando parte de bandas de salteadores, comprobación del “alquiler” de pistolas para la consumación de atracos, desidia operativa que derivara en la liberación de zonas determinadas, graves episodios de violencia doméstica y familiar de muchos efectivos, faltantes de dinero depositado en algunas dependencias, evitables casos de gatillo fácil y otras anomalías han venido jalonando los últimos tiempos para agregar páginas oscuras en los capítulos negros de nuestra policía provincial.
    Los hechos más recientes han demostrado un alarmante grado de descomposición interna, que hizo descender la poca estima que ya venía inspirando en la sociedad cordobesa una institución que dejó de ser profesional para transformarse en un organismo político y partidista al servicio del gobierno de turno, que tuvo la creciente y perniciosa costumbre de centrar su cometido convirtiendo a la policía en bolsa de trabajo para amigos, compañeros y correligionarios y pago de favores a sectores de cada militancia.
   Demasiados son los interrogantes que nadie se ocupó de disipar en cuanto a los mecanismos para la incorporación de efectivos, muchos de los cuales lo hicieron -es vox populi- pese a los dudosos antecedentes y otros detalles que “adornaban” sus respectivos prontuarios.
    Los apresurados períodos de instrucción, bajo la presión de una sociedad sumida en el desamparo, fueron demasiado breves e incompletos pero lo mismo les pusieron uniformes, los armaron y los sacaron a la calle sin que los guiara ninguna política integral de seguridad, sujetos a improvisaciones que terminaban en papelones, revelaciones no deseadas o en episodios irreparables.
     ¿Cuántas ceremonias, formaciones, desfiles y presentaciones se hicieron para mostrar más móviles, mejores armas, equipos de comunicaciones y lo último en avanzada tecnología?. Fueron varias y de nada sirvieron porque el hampa había conseguido dos objetivos: crecer al amparo de la impunidad que se le obsequiaba e infiltrarse en la fuerza, sin que nadie hiciera nada por evitarlo o corregirlo, a la luz de todos los casos de corrupción que se iban ventilando.
     El poder político se emborrachó de soberbia limitándose al abuso del marketing porque siempre, antes de cualquier elección, se cansó de asegurar que las cosas cambiarían, que la inseguridad sería un mal recuerdo; que habían invertido millones de pesos para lograr ese objetivo y toda la sarta de intenciones a concretar de inmediato, como cocinando de a poco un enorme pastel de repetida demagogia que creían que nos hacían comer.
      Últimamente, agravada la situación interna donde la mugre era notoria, se intentó algo de limpieza, en la que obviamente cayeron algunos pocos mandos medios y otros de intrascendentes jerarquías.
     ¿Y los responsables por omisión, de haber permitido que tamaña descomposición se hiciera incontrolable?. No tan solo dentro de la policía sino en el ministerio de Gobierno, en el de Seguridad, en la Unicameral y en algunos otros organismos, donde quienes dejaron de hacer lo que debían o lo hicieron mal, siguen como si los hubieran condecorado.
    Puede que por ser reconocidos y encumbrados punteros políticos tengan asegurados sus
cargos, sus despachos y todo lo que eso significa, porque es difícil reconocer fracasos tan estrepitosos, cuando son consecuencia de la falta de planificación que lleva a esa práctica del remiendo que estamos padeciendo por improvisación operativa y ceguera o insolvencia gubernamental.
    De nada vale entonces y es una tremenda injusticia que los tiempos les harán pagar a los funcionarios inútiles, el vano sacrificio de tantos hombres y mujeres de azul que abrazaron con lealtad y coraje el compromiso de velar honestamente por las vidas y los bienes de la sociedad. Una sociedad que espera que sus dirigentes abandonen el estilo de la improvisación y trabajen en serio, para devolvernos a los cordobeses el placer de sentirnos protegidos.
Y que a la policía la volvamos a considerar nuestro amparo y no la portadora de tantas sospechas.
      Para que eso comience a sentirse, más de uno tanto de la Institución como del Gobierno tendría que reconocer su naufragio, hacer sus valijas, pedir disculpas y mandarse a mudar.

Gonio Ferrari

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