Comentarios del periodista Gonio
Ferrari, conductor de “Síganme los buenos”, edición n° 502 que no se emitió por
Radio Universidad con motivo de una transmisión de fútbol en el mismo horario.
Hugo Moyano,
gremialista en lucha -----------
NO ES POR LOS TRABAJADORES SINO EL
LÓGICO TEMOR A PERDER LA LIBERTAD
En uno de sus celebrados
ensayos, Montaigne supo sostener que “con frecuencia se quejan de soledad
personas que empezaron por rodear su alma de alambre espinado. Primero se
cierran, luego lamentan no tener compañía”. Y eso mucho se acerca a una
definición acerca de la personalidad de Hugo Moyano, ahora próspero empresario
que tuvo sus humildes raíces en la conducción sindical del gremio de los
camioneros.

En suma, manejar un gremio con
tales características apoyadas por una incalculable cantidad de rehenes que
dependen de esos servicios, transforma a cualquier dirigente del ramo en una
persona importante, con esa importancia que no para de crecer a la par del
imparable desarrollo demográfico.
De allí, desde ese trampolín a
“las grandes ligas”, Moyano fue avanzando en dos aspectos fundamentales que
para su caso son escalar hasta la cúpula de la conducción nacional cegetista y
en forma paralela asegurarse la prosperidad futura ya en su emergente condición
de floreciente empresario que necesita obviamente garantizar su continuidad
conductiva.

El resto de la dirigencia de la
fragmentada “central” obrera, muchos de cuyos exponentes han pasado a vivir las
mismas angustias de la misma alergia al presidio, le vienen soltando la mano de
la histórica solidaridad que no medía consecuencias -por eso de la impunidad
consagrada- y dejaban sus diferencias ideológicas momentáneamente de lado para
ejercer su bien rentado papel de opositores, en aquella vieja declamación de
“la vida por Perón” después de haber bastardeado aquel otro concepto de
“combatiendo al capital” asociándose con ese atractivo sector, para compartirlo.

Moyano fue perdiendo adherentes
y desfiló por micrófonos y cámaras, soberbio y desafiante en un intento por
atenuar el sostenido avance de las causas judiciales que lo involucran utilizando
como arma ¿persuasiva? la movilización que el buen tino hizo adelantar un día
para no coincidir con los actos de recordación de aquel fatídico día en que el
tren sobrepasó la última barrera y provocó el horror.
No es para decir que está más
sólo de lo que estaba Videla en el día del amigo, pero al desinflarse la
adhesión al paro especialmente por gremios vinculados con la movilidad para
asistir a trabajar, es bastante lo que Moyano y sus acólitos arriesgan a futuro
no tanto en el campo sindical sino en el reñidero tribunalicio.

No existe margen de
“negociación” posible en el diferendo Moyano-Justicia porque sería consagrar
una vez más la indemnidad, a cambio -entre otras cosas- que no haya vandalismo,
que exista respeto hacia quien quiere trabajar y que la violencia no se adueñe
de las calles.
La democracia consagra derechos
y también plantea obligaciones que es necesario cumplir a rajatabla, sin que
sean -los derechos ni las obligaciones- parte de ningún trato ni componenda por
la impunidad de nadie.
Con lo que se está viviendo en
las vísperas, a Moyano le cabe eso que algunas personas son solitarias porque
en lugar de puentes construyen paredes y uno no está solo cuando nadie viene a
visitarlo, sino cuando no tiene uno a quién visitar.
El presente de Moyano es ese
porque la gente viene entendiendo, a fuerza de dolor propio y prepotencia
ajena, que lo único que puede salvarnos es trabajar, siempre que colaboremos
para ser parte de esa epopeya que supone la recuperación de la cultura del
trabajo.
Y muchos malos dirigentes políticos
y sindicales -dejando aparte la honra, el sacrificio y el compromiso de los
buenos que aún quedan- son los responsables de haberla destrozado.
MEGACAUSA: ¿Y LOS
VERDADEROS AUTORES?
Se define a los ladrones de cuello blanco como personas
pertenecientes a estratos socio-económicos altos, cuyos sofisticados
delitos se relacionan inevitablemente
con suculentos réditos económicos.
Cualquiera sabe que estas personas tienen relación directa con el poder
y el dinero. Cuando se investigan hechos fraudulentos
relacionados con inmuebles de inmenso valor, y más aún, en el contexto de
manejar datos de toda una provincia, es indudable que estamos en presencia de
este tipo de delitos, que deben ser investigados y perseguidos con
todo el peso de la ley.
Aplicado a Córdoba hablamos de la causa del Registro de la Propiedad,
pero lo que no puede entenderse y desafía el sentido común, es que quienes
fueron imputados y condenados, en su mayoría, no responden ni por asomo, a las
características descriptas para este tipo de delincuentes.
Curiosamente quienes sí reúnen ese perfil y casualmente también han sido
denunciados, son ignorados por la investigación. Cuando insistimos en que el
grueso de los condenados son trabajadores comunes, sin poder para acceder a
datos, sin cargos jerárquicos que permitieran tomar decisiones relevantes, sin
fortuna pasada ni presente, estamos cuestionando la puntería del sistema
investigador. Si además, valoramos que el proceso
fue asignado a una comisión especial, que invirtiendo el orden de la ley
los condenó primero con la prisión preventiva de tres años y los juzgó después,
lo cuestionable es la intencionalidad de esa puntería.
Porque si de los delitos no se duda, desbordan aún los
interrogantes sobre sus verdaderos autores.
OPCIÓN PARA ANCIANOS: ES PREFERIBLE LA CÁRCEL
Alguien de mi amistad, persona querida y respetada, me acercó una
sugerencia que me pareció atinado darla a conocer por la contundencia de su
planteo, referida a la postergación en muchos sentidos que sufren los adultos
mayores especialmente aquellos que por una razón u otra deben abandonar el
hogar y alojarse fuera de su casa, en un desarraigo tan creciente al hacerse
costumbre, como virtualmente inevitable en los tiempos que vivimos.
Colocar a los jubilados en las cárceles y a los delincuentes en las
residencias para ancianos, que algunos les llaman “geriátricos” y la mayoría
son depósitos de viejos. De esta manera
nuestros ancianos tendrían acceso a una ducha todos los días, al ocio,
cultura, educación, medicamentos, etc.
Recibirían gratis sillas de ruedas, prótesis, anteojos, etc.; no pagarían
por su alojamiento y comida, tendrían vigilancia continua por lo que de
inmediato recibirían asistencia en casos de emergencia.
Tendrían un lugar especial para recibir a su familia y otras visitas.
Asimismo tendrían acceso a una biblioteca, sala de ejercicios físicos y
gimnasia, campos de deportes e incluso enseñanza gratuita y sala de TV en alta definición.

Tendrían derecho a un baño por semana, vivirían en una pequeña
habitación compartida por la que tendrían que pagar al menos 25.000 pesos
mensuales, con escasas esperanzas de salir de allí con vida y esto no es una
exageración sino parte de una realidad que muchos se empeñan en esconder.
De esta manera habría justicia para todos, por lo que se plantea una
sugerencia a los abuelos o abuelas: antes de ir a un geriátrico, háganse delincuentes
y vayan a parar a la cárcel.
Es para pensarlo detenidamente, porque al Estado como preso cada uno le
cuesta aproximadamente 70.000 pesos mensuales.
Y un jubilado con alrededor de 7.000 pesos se las tiene que arreglar
como pueda…
¿Que la comparación es dolorosa?
Para muchos adultos mayores es la horrenda proyección de su futuro.
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