COMO PARA COMETER ACTOS INFANTILES
--¡Me dijo potra!
--¡Me dijo que en medio turno
nos matamos!
--¡Me dijo Mami amamántame!
--¡Me dijo torturadora del
bidé!
--¡Me dijo juguemos al teto!
¿Imagina alguien la cara que pondría
el policía de la esquina (cuando lo hay) en el momento de recibir una
“denuncia” como cualquiera de esas?
Realmente hay que estar muy al
garete para intentar que un Congreso Nacional con otras preocupaciones y
urgencias mayores como lo es el nuestro, gaste tiempo y capital político para
debatir una cuestión tan liviana como lo es intentar que la ley regule ciertos
comportamientos mayormente masculinos que afectan al pudor de ellas, aunque
casos hay en que son ellas las piropeadoras con expresiones tan lascivas como
¡qué ojazos!” o “espero que tu mujer no sea celosa” o ya subiendo el tono y la
imaginación “¡qué tabla de lavar!” o “¡qué paquete de café…!”
Porque el problema no son el
texto de lo que se elabore ni el articulado que incluya las penalidades para
quienes una vez comprobada la comisión del hecho y haber enfrentado a un
Tribunal, reciban la condena respectiva.
Carece también de relevancia la
“cantada” sospecha que esto salta a la luz como una nueva cortina de humo que
desvíe la atención de la gente para que deje de preocuparse por pavadas como la
inflación, la desocupación, las importaciones o la suba del dólar, de la nafta,
de los precios de los comestibles, de los medicamentos y de los servicios.
Las feministas que no se
contentaron con su actitud frente al debate sobre el aborto, ya enarbolan una
nueva bandera de “sumisión al macho” amenazándolo con hacerle tronar el
escarmiento y romperle sus partes pudendas, cuando osen ensalzar bellezas
femeninas apelando a un lenguaje que no sea el que se aplica en la diplomacia,
en Versalles o en las religiones.
Lo más gracioso de todo es que
la mayoría de las “ellas” por citar sólo un ejemplo, jamás dejarían de pasar
por una esquina céntrica dominada por hombres a quienes ya a la distancia
identifican como posibles ofensores, porque el piropo es muchas veces una
caricia para el alma en cuanto a las bonitas, y una inyección de autoestima
para las menos agraciadas. Ergo, el piropo es valioso e imprescindible.
Frente a una ley
incuestionablemente inaplicable por su propio espíritu y por lo inoportuno de
su aparición en la escena nacional, lo mejor es tomarlo con la liviandad que
merece, sin entrar en consideraciones técnicas o jurídicas que hablen de
derechos, de obligaciones o de conductas porque son otras las urgencias que
apremian a los argentinos.

Además como si hicieran falta
maledicencias, hicieron escuchar su desaprobación a la figura y la memoria de
“Jardín Florido” algunas damas que lo consideraron una especie de “adelantado”
en acosos, como si el veterano vecino de Alta Córdoba hubiera aplicado
vocabulario inconveniente para sus piropos.
El mecanismo de la
consideración del anteproyecto de ley de censura a la lisonja o adulación, como
le quieran llamar, ya está en movimiento y ha generado el debate popular con
una enorme mayoría que asume el tema como una afrenta a la inteligencia de la
gente por el hecho de marginar con tan infantil y desubicado motivo, la
consideración de otros proyectos que demandan urgente atención.
Prohibir o “regular” los
piropos no nos cambiará la vida ni nos hará más buenos o peores de lo que
somos.
Simple y lamentablemente, le
mostraremos al mundo que en Argentina hay legisladores con suficiente tiempo
libre como para malgastarlo tan penosamente y con absoluta impunidad, en nombre
de la democracia... o del feminismo.
Y eso si que es imperdonable.
Gonio Ferrari
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