Desgrabación
de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los
buenos” que emiten en dúplex AM580 Radio Universidad de Córdoba y su FM 88.5.
En la edición del 4/3/18 estos fueron los temas abordados:
EL CONGRESO FUE UNA TUMBA
PARA LA HERENCIA RECIBIDA
Bien se sabe que siempre son enormes las expectativas que se generan
cuando un presidente se presenta en el Congreso Nacional para la anual apertura
de las sesiones ordinarias, oportunidad en que por esa mezcla de poca
sinceridad, mucha demagogia y ansias de impacto social, el resultado jamás
puede considerarse un triunfo y ni siquiera un empate.
Es que las pasiones desbordadas están aguardando las bondades del sincericidio
o el explayar los alcances del promesómetro que los políticos siempre tienen al
alcance de sus manos y de sus apetencias de poder.

Y por aquello tan cierto que es imposible levantar un edificio sin antes
al menos recoger los escombros del anterior, el macrismo desde el comienzo y a
través de sus principales espadachines se esmeró en asignar todas las culpas de
la situación emergente en el país, a la herencia recibida.
De acuerdo con la realidad que día a día vamos develando cuando se
corren oscuros telones que protegían la impunidad, la década del saqueo dejó
una especie de programada y paulatina demolición no tan sólo de la economía,
sino en todos los otros niveles de la actividad.
Mucho se mintió acerca de la inexistencia de inflación, se pregonaba que
la desocupación era un invento mediático, que la corrupción no existía y que el
futuro se avizoraba venturoso porque se les había metido en el alma y en los
bolsillos, ese virus de la eternidad en el poder, lo que consagraba su propia
indemnidad ante la ley.
Pasó lo que pasó, el pueblo votó lo que votó y en forma paralela fuimos
advirtiendo de qué manera estaban organizados los saqueos y los despojos,
aunque se vociferara acerca de supuestas conquistas y absurdos
desendeudamientos.

Es probable también que el gobierno entrante en el 2015 haya exagerado en
aquello de la herencia, porque no fueron muy felices sus comienzos para
enfrentar los cientos de dramas que nos aquejaban, tratando de suplir con
promesas algo inalcanzables como lo está siendo la pobreza cero y la eliminación
de las deudas con el exterior.
De allí se tomó la cada vez más atomizada oposición para reclamar con
justa razón que había que terminar con aquel repetido argumento del legado que
dejara la administración kirchnerista.
Y ahora, a más de dos años en el poder, el macrismo optó por la
inteligencia de sepultar la excusa de lo recibido y encarar con audacia ese
camino de sueños hacia el futuro pero con bases sólidas y viables que reemplacen
al viejo y percudido mecanismo de la promesa fácil pero grata a muchos oídos.
En su discurso el presidente Macri planteó políticas concretas en lo económico,
en lo social, en lo sindical y en todos los otros aspectos que hacen a la vida
nacional, sin mencionar -estoy casi seguro- ni una vez la palabra herencia, la
que menos grata hubiera sonado al entendimiento de cualquier argentino medianamente
memorioso.
Aseguró el presidente Macri que lentamente empezaríamos a crecer, que la
inflación gradualmente sería dominada, que se plantearía una nueva relación con
los gremios sin pensar en una quita de conquistas y logros alcanzados y una
serie de argumentos como para ilusionarnos en que las cosas pueden mejorar y el
crecimiento sea un hecho y no la actual casi utopía.
Modificarían el Código Penal para que proteja más a la víctima que a la
delincuencia y establecerían una política integral de seguridad, tan
imprescindible como postergada sin razones que sostuvieran tamaña desidia.

Es probable que el discurso de Macri no haya sido para ovacionarlo de
pie, vivarlo por su eternidad o jurando dar la vida por él, pero no dejó de ser
una expresión de esperanza en que las cosas pueden y deben cambiar, para desgracia
de los agoreros que únicamente piensan en fracasos, golpes de estado o
helicópteros.
Con la herencia sepultada, al poder no le quedará otro camino que
gobernar con lo que le ha quedado y procurar en el mediano plazo, que los
argentinos no apaguemos las esperanzas ni todo lo que merecemos como país rico
y potencia que supo ser.
A no refugiarnos ni apelar a la herencia, pero sí honrar la memoria
cuando es completa y honesta, porque de esa manera suele hacerse real y
accesible el milagro del regreso a tiempos mejores.
POR UN NORMAL INICIO DEL CICLO LECTIVO
Quien pretenda hacer creer que la movida sindical manejada desde Buenos
Aires hacia todo el país con el tema docente no es una operación del kirchnerismo
en retirada, estaría ofendiendo la inteligencia de una gran mayoría de los
argentinos.
Es cierto que un tema es la justa demanda, en muchos aspectos
indiscutible por el deterioro salarial, pero lo que se cuestiona son dos
aspectos fundamentales: la oportunidad y la manera de hacerlo presionando con
los miles de rehenes que son los alumnos de las escuelas.

Muchos de los dirigentes gremiales que ahora enarbolan banderas de
justicia en sus demandas, pasaron buenas vacaciones -algunos como ha quedado
documentado, en el Caribe, en Miami o en Europa haciendo compras- sin
importarles un belín la situación entre nosotros, cuando tenían la obligación
de presencia en el campo de la lucha sindical, pero optaron por la presión de
los primeros días de clase.
Esa es la maldad de procedimientos, porque se vulneran derechos tan
sagrados como los que esgrimen como argumentos propios: se vulnera el derecho
de los niños a educarse; se vulnera el compromiso de los padres que ahora han
debido alterar sustancialmente sus actividades y se vulnera el derecho a la
tranquilidad que tiene la sociedad toda, frente a un conflicto que bien se pudo
evitar sólo con buena voluntad.

No se escuchó que la dirigencia docente cordobesa adhiriera a la
desgracia de sus pares santacruceños que estuvieron medio año sin trabajar y
cobrando salteado, allá en el imperio de los patrones del sindicalismo docente mediterráneo.
Habrá que ver ahora la actitud de los docentes, si es que se sienten
libres de obrar a buen criterio y no seguir las órdenes de quienes poco se
preocupan porque a los maestros les descontarán los días no trabajados, porque
ellos jamás dejan de cobrar.
Habrá que ver mañana, si dentro de la docencia prevalece el temor de
enfrentar a la obediencia debida de sus dirigentes o muestran que la libertad
es una de las premisas que así como la
enseñan, también la ejercen y la hacen respetar.
LA DOÑA Y SU AUSENCIA EN LA BANCA
Ni piensen que pueda utilizar como argumento el dineral que cobra por
mes la Sra. expresidenta, porque sería caer al simplismo de cuestionar por una
pavada que pasa por el bolsillo, dejando de lado la otra responsabilidad, que
es la que ordenan entre la mente, el corazón y la responsabilidad de un
juramento.
Tampoco sería una cuestión de percudido sentido de la diplomacia porque
hubiera sido como tener la camiseta de Ríver en medio de la fanatizada hinchada
de Boca, pero a veces es necesario estar dentro del problema para estudiar la
manera de llegar -políticamente hablando- a un provechoso entendimiento.
Con anticipación la doña había confesado que había declinado ir a la
sesión inaugural del año legislativo, porque no estaba dispuesta a concurrir
para escuchar mentiras.
Se entienden los temores de la ex, si es que especuló en que su
reemplazante por vía de las urnas se volvería a ensañar con la herencia
recibida, aquella bomba de tiempo que le dejaran activada para que explotara
con efecto retardado.

Pero no fue.
Faltó.
Se quedo en su reducto sureño y quien quiera hacerme creer que la doña
no escuchó de pé a pá la palabra presidencial, allí también me sentiría
ofendido en mi inteligencia que no es mucha pero para algo me sirve, como por
ejemplo para razonar.
¿Le habrá producido algún efecto que no se mencionara ese maldito
vocablo “herencia”?
Igual que aquel capricho de diciembre del 15 cuando no quiso recibir el
bastón de mando, cayendo a la ridícula certeza generalizada que era más que un
acto de rebeldía política, una expresión de injusto desprecio y profundo dolor
ante la derrota.
La senadora nacional Sra. Cristina Fernández de Kirchner, estoy seguro,
hasta decepcionó a la masa inteligente que aún la sigue, porque perdió la oportunidad de
colocarse no en el centro de la escena, pero muy juntito a ella, donde también
es un lugar de trascendencia para la memoria de los argentinos.
Porque allí van los respetuosos; los políticos que ven a sus opositores
como adversarios y no como enemigos; porque los que velada o abiertamente
alientan esperanzas de retorno, no deben dilapidar ese lugarcito que les regala
la historia.
Porque a la historia no la escriben tan sólo los que ganan, sino también
los que decorosamente saben perder.
POR FIN LA EPEC
DEVUELVE ALGO
La verdad eso que hará la
Empresa Provincial de Energía de Córdoba, devolver a los usuarios afectados lo que les
cobrara por servicios que jamás llegaron a destino, no es el fruto de la
generosidad sino el acatamiento a una disposición de un organismo superior que
le impusiera a adoptar tal temperamento.
Es entonces cuanto surgen
ciertos interrogantes muy fáciles de responder, porque la tecnología actual
permite acortar los tortuosos e incómodos caminos de la burocracia para que
alguna vez se beneficien los sostenedores de un perverso sistema de provisión
de energía eléctrica, tan caro como inestable y ciclotímico.
Pero los directivos de la
empresa autárquica se dan el lujo de cobrar anualmente una jugosa recompensa “a
la eficiencia” cuando no han sido capaces, no han querido o no han sabido
solucionar los problemas ocasionados con la deficiente prestación.

Con esos datos también
automáticamente y sin que tenga que intervenir el papelerío con el Ente
Regulador, el usuario menoscabado podrá recibir la factura incluyendo el
descuento legal por lo no recibido.
Es probable que se trate de una
iniciativa alocada y con poco sustento técnico, aunque se me antoja que es
absolutamente viable, solo mediando buena voluntad y espíritu de justicia.
Incluso, la tecnología le
permitirá a la EPEC conocer qué cantidad de artefactos resultaron dañados con
cada corte o sobrecarga.
Pero lo difícil es que todo
esto se concrete: de hacerlo y cuando se conociera la verdad y las causas que
motivan los daños en las redes y en los electrodomésticos, lógicamente que la
Bonificación Anual a la Eficiencia no tendría razón de ser.
¿De qué manera entonces podrán
cambiar el autito cada año?
EL CODIGO PENAL Y EL
JUEGO DE LAS EXCEPCIONES
Aunque
nos parezca algo lejano y desconocido, el derecho penal puede
convertirse en una materia fascinante de leer si se comienza a
escudriñar en sus historiales, sus fundamentaciones, sus alcances y
sus desmedidos esfuerzos por alcanzar la Justicia.
Sin
embargo, como contracara de la teoría, la realidad cotidiana nos
cachetea con una práctica que muchas veces transita por carriles bien
distintos a los ideales académicos propuestos.

Es
sencillo ejemplo de esto la causa del Registro de la Propiedad, con
su montón de empleados y trabajadores comunes encerrados en prisión
preventiva durante años, sin haber sido juzgados, y su
otro montón de altos funcionarios libres y bien lejos de Tribunales,
pese a haber sido denunciados.
El
domingo pasado leímos el caso de uno de ellos, Mario Decara, sobre el que
ninguna noticia hubo al respecto. No se sabe si se estará moviendo la
causa judicial o se invisibilizará en la telaraña del olvido.
No es
la primera vez que ocurre, y tal vez tampoco la última, pero la sensación es la
de estar en un gran shopping, donde la justicia se negocia, muy lejos de la
razón y de las leyes.
Y allá
en algún rincón, atrapada y con la balanza sobre el piso, debe estar
la doña vendada, amarrada y amordazada para que no se escuche su
voz.
LADINO SILENCIO
POLICIAL
Siempre lo hemos sostenido -haciéndonos
ganar el mote de “no amigos” para la conducción policial cordobesa- que muchos
delitos no se informan para no alterar tanto las estadísticas de actividad al
margen de la ley como su exponencial crecimiento.
Por eso a veces duele que se
escondan hechos que a través del conocimiento público pueden llegar a
resolverse, porque no es correcto retacear información valiosa como en tantos
casos.
Es probable que desde esa
conducción se piense que la gente es boba, que no palpa la realidad, que no
vive las angustias del delito inminente e incontrolable y otras que no son
sensaciones como se pregona desde la conducción política del gobierno,
sino lo que ya es un repudiable modo de
vida de casi todo el cordobesismo.
Vamos a un solo hecho, que
parece intrascendente pero que tiene sus costados importantes si lo que se
busca es sincerar situaciones y estados que mucho tienen que ver con la
relación de la policía con los vecinos.
Se dijo que había sido un
accidente; que la joven había perdido el dominio de su moto, había caído y con
tanta mala suerte, que golpeó duramente su cabeza contra el cordón de la
vereda, lo que le ocasionó la muerte.
En realidad era una mentira
porque la joven fue asaltada ante varios testigos por dos sujetos que
tripulaban una moto, la muchacha se resistió, quiso huir pero la empujaron a la
carrera hasta que cayó con el triste final que ahora se conoce.
¿Para qué mentir? ¿Piensan
acaso que la gente así va a confiar más en una policía cuya conducción tanto
operativa como política desde el ministerio respectivo no acierta en lo que
dice que lucha contra el hampa?
Cuando a la gente se le vende
tranquilidad ficticia baja la guardia, se relaja y vuelve a ser víctima.
Por eso la mejor manera de
prevenir -ya que el poder no lo hace- es estar alertas, conociendo el panorama
real y no el idílico que nos vienen mostrando, con el viejo verso de los
inútiles que sostienen que la inseguridad es una sensación.
La sensación real de la gente, que
ahora se transformó en certeza, es que ya no tolera que sigan con el mismo
verso.
LA MUERTE DE MENÉNDEZ
No fue un muerto más dentro de
las celebridades que para bien o para mal; para tristeza o regocijo se marchan
para no regresar y dejan huellas en muchos casos de gratitud y otros de
espanto; de terror, de sangre.
Menéndez ha muerto y no es
simple hacer consideraciones sobre su persona porque tres o cuatro entrevistas
periodísticas concretadas no alcanzan para definir a nadie, aunque sobren después
las conductas para evaluarlo y en virtud de ellas sostener haberlo conocido.
Tengo la costumbre sin ser
fiscal, defensor, juez ni verdugo, de evaluar a cualquier ser humano por sus
acciones y omisiones, sin que ello signifique estar de acuerdo o no con lo que
fuera su vida.
Le pregunté un par de veces a
Menéndez cuando aún tenía poder, tropas, fuerza interna y seguidores, por qué
los métodos aplicados en la lucha contra la subversión, tomándola de esa manera
porque lo que se pretendía era subvertir valores democráticos.

Le supe comentar el dolor que
me producía la falta de arrepentimiento a ciertos procederes salvajes, y me
supo contestar que el salvajismo cuando se practica en las dos trincheras, no
es otra cosa que una guerra y en la guerra todo es válido.
En consecuencia, era imposible
discutir con un militar aferrado a esa convicción aquello de los métodos y sus
consecuencias, porque si le preguntaba por Tucumán y lo que ocurría en esa
selva que luego se trasladó a lo urbano en todo el país, me contestaba con Lambruschini
y su familia, con los soldaditos y agentes de policía anónimos, con los
empresarios secuestrados que enriquecieron a muchos jóvenes románticos y los
sobresaltos de cada día.
Solía oponerle mi idea de que
todo ese panorama bien se hubiera regularizado con la simple y llana aplicación
de la ley, pero sostenía que la ley para esos casos no existía porque la
violencia armada, el secuestro y la bomba cobarde eran la ley superior.
Entonces la última alternativa
era apelar a las ventajas que aporta el terrorismo de estado, cuando en nombre
de ese estado se violenta la ley y se consagra la impunidad, lo que terminaba
en un silencio que se rompía cuando la conversación buscaba meterse en el
destino de tantos, a los que pasados los años, seguían siendo buscados.
Era cuando sobre todos los
temas, ganaba el mutismo en nombre de una convicción que los civiles no la
encontramos, precisamente, por convicciones propias.
Murió Menéndez a los 90 años y
dejó pendientes miles de misterios, sangrientos, ominosos y pasto para quienes
con el paso del tiempo escriban la historia.
A mi historia, la que me tocó y
me toca vivir y por aquello de la inviolabilidad de las creencias, la sigo
escribiendo en mi intimidad.
Porque más que testigo he sido
protagonista de este segmento de nuestra historia. No soy tocador de oído yh
puedo hablar con la verdad de lo vivido y no con lo que me hubieran contado.
No creo que el sepulcro de
Menéndez tenga la suficiente capacidad para guardar para los tiempos toda la
sangre que seguramente ha entrado allí junto a su cuerpo, seguramente
uniformado.
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