4 de marzo de 2018

S.L.B.: EL DISCURSO DE MAURICIO MACRI EN EL CONGRESO - POSITIVO SERÍA UN NORMAL INICIO DEL CICLO LECTIVO - ¡POR FIN LA EPEC DEVUELVE ALGO! - LA MEGACAUSA Y CIERTAS CURIOSAS DIFERENCIAS - UN LADINO Y PERNICIOSO SILENCIO POLICIAL - MURIÓ MENÉNDEZ, UN FINAL SIN OLVIDO, ETC.

Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” que emiten en dúplex AM580 Radio Universidad de Córdoba y su FM 88.5. En la edición del 4/3/18 estos fueron los temas abordados:
EL CONGRESO FUE UNA TUMBA 
PARA  LA  HERENCIA   RECIBIDA
 
   Bien se sabe que siempre son enormes las expectativas que se generan cuando un presidente se presenta en el Congreso Nacional para la anual apertura de las sesiones ordinarias, oportunidad en que por esa mezcla de poca sinceridad, mucha demagogia y ansias de impacto social, el resultado jamás puede considerarse un triunfo y ni siquiera un empate.
   Es que las pasiones desbordadas están aguardando las bondades del sincericidio o el explayar los alcances del promesómetro que los políticos siempre tienen al alcance de sus manos y de sus apetencias de poder.
   También los argentinos sabemos mucho de lo que es el sacrificio, las frustraciones y el deterioro en nuestro cotidiano estilo de vida que para deteriorarse necesita aunque parezca ilógico, que unos pocos se beneficien.
   Y por aquello tan cierto que es imposible levantar un edificio sin antes al menos recoger los escombros del anterior, el macrismo desde el comienzo y a través de sus principales espadachines se esmeró en asignar todas las culpas de la situación emergente en el país, a la herencia recibida.
   De acuerdo con la realidad que día a día vamos develando cuando se corren oscuros telones que protegían la impunidad, la década del saqueo dejó una especie de programada y paulatina demolición no tan sólo de la economía, sino en todos los otros niveles de la actividad.
   Mucho se mintió acerca de la inexistencia de inflación, se pregonaba que la desocupación era un invento mediático, que la corrupción no existía y que el futuro se avizoraba venturoso porque se les había metido en el alma y en los bolsillos, ese virus de la eternidad en el poder, lo que consagraba su propia indemnidad ante la ley.
   Pasó lo que pasó, el pueblo votó lo que votó y en forma paralela fuimos advirtiendo de qué manera estaban organizados los saqueos y los despojos, aunque se vociferara acerca de supuestas conquistas y absurdos desendeudamientos.
   Es preciso reconocer que algo se hizo en materia social, aquietando las aguas con la panacea de los subsidios y planes que en lugar de consolidar el apego a la cultura del trabajo, se entregaban como becas sin ninguna contraprestación con lo que la vagancia pasó a integrar el ADN de miles de argentinos.
   Es probable también que el gobierno entrante en el 2015 haya exagerado en aquello de la herencia, porque no fueron muy felices sus comienzos para enfrentar los cientos de dramas que nos aquejaban, tratando de suplir con promesas algo inalcanzables como lo está siendo la pobreza cero y la eliminación de las deudas con el exterior.
   De allí se tomó la cada vez más atomizada oposición para reclamar con justa razón que había que terminar con aquel repetido argumento del legado que dejara la administración kirchnerista.
   Y ahora, a más de dos años en el poder, el macrismo optó por la inteligencia de sepultar la excusa de lo recibido y encarar con audacia ese camino de sueños hacia el futuro pero con bases sólidas y viables que reemplacen al viejo y percudido mecanismo de la promesa fácil pero grata a muchos oídos.
   En su discurso el presidente Macri planteó políticas concretas en lo económico, en lo social, en lo sindical y en todos los otros aspectos que hacen a la vida nacional, sin mencionar -estoy casi seguro- ni una vez la palabra herencia, la que menos grata hubiera sonado al entendimiento de cualquier argentino medianamente memorioso.
   Aseguró el presidente Macri que lentamente empezaríamos a crecer, que la inflación gradualmente sería dominada, que se plantearía una nueva relación con los gremios sin pensar en una quita de conquistas y logros alcanzados y una serie de argumentos como para ilusionarnos en que las cosas pueden mejorar y el crecimiento sea un hecho y no la actual casi utopía.
   Modificarían el Código Penal para que proteja más a la víctima que a la delincuencia y establecerían una política integral de seguridad, tan imprescindible como postergada sin razones que sostuvieran tamaña desidia.
   Para que todo ello ocurra, se debe garantizar la gobernabilidad con una oposición seria, sensata, respetuosa de la Constitución y de las leyes, sin imposiciones ni caprichos, con transparencia y frontalmente, dejando de lado los viejos estilos mafiosos que sirvieron para enriquecer a tantos dirigentes tanto políticos como sindicales y empresarios.
   Es probable que el discurso de Macri no haya sido para ovacionarlo de pie, vivarlo por su eternidad o jurando dar la vida por él, pero no dejó de ser una expresión de esperanza en que las cosas pueden y deben cambiar, para desgracia de los agoreros que únicamente piensan en fracasos, golpes de estado o helicópteros.
   Con la herencia sepultada, al poder no le quedará otro camino que gobernar con lo que le ha quedado y procurar en el mediano plazo, que los argentinos no apaguemos las esperanzas ni todo lo que merecemos como país rico y potencia que supo ser.
   A no refugiarnos ni apelar a la herencia, pero sí honrar la memoria cuando es completa y honesta, porque de esa manera suele hacerse real y accesible el milagro del regreso a tiempos mejores.

POR UN NORMAL INICIO DEL CICLO LECTIVO
   Quien pretenda hacer creer que la movida sindical manejada desde Buenos Aires hacia todo el país con el tema docente no es una operación del kirchnerismo en retirada, estaría ofendiendo la inteligencia de una gran mayoría de los argentinos.
   Es cierto que un tema es la justa demanda, en muchos aspectos indiscutible por el deterioro salarial, pero lo que se cuestiona son dos aspectos fundamentales: la oportunidad y la manera de hacerlo presionando con los miles de rehenes que son los alumnos de las escuelas.
   Ni siquiera vale la pena referirse al fondo ideológico del diferendo, porque basta visualizar quiénes son sus fogoneros para tener una cabal idea en tal aspecto, que incluso ha enturbiado el parecer de muchos educadores que seguramente deben pensar en la pureza de procedimientos de dirigentes acostumbrados al apriete, a la violencia y a la irrespetuosidad.
   Muchos de los dirigentes gremiales que ahora enarbolan banderas de justicia en sus demandas, pasaron buenas vacaciones -algunos como ha quedado documentado, en el Caribe, en Miami o en Europa haciendo compras- sin importarles un belín la situación entre nosotros, cuando tenían la obligación de presencia en el campo de la lucha sindical, pero optaron por la presión de los primeros días de clase.
   Esa es la maldad de procedimientos, porque se vulneran derechos tan sagrados como los que esgrimen como argumentos propios: se vulnera el derecho de los niños a educarse; se vulnera el compromiso de los padres que ahora han debido alterar sustancialmente sus actividades y se vulnera el derecho a la tranquilidad que tiene la sociedad toda, frente a un conflicto que bien se pudo evitar sólo con buena voluntad.
   Y en Córdoba, también la dirigencia docente apegada al argumento de la obediencia debida, la conducción de neto corte y pensamiento “K” sostuvo un paro que llaman “de adhesión” a la medida nacional, porque aquí ya tienen un acuerdo firmado.
   No se escuchó que la dirigencia docente cordobesa adhiriera a la desgracia de sus pares santacruceños que estuvieron medio año sin trabajar y cobrando salteado, allá en el imperio de los patrones del sindicalismo docente mediterráneo.
   Habrá que ver ahora la actitud de los docentes, si es que se sienten libres de obrar a buen criterio y no seguir las órdenes de quienes poco se preocupan porque a los maestros les descontarán los días no trabajados, porque ellos jamás dejan de cobrar.
   Habrá que ver mañana, si dentro de la docencia prevalece el temor de enfrentar a la obediencia debida de sus dirigentes o muestran que la libertad es una de las premisas que así  como la enseñan, también la ejercen y la hacen respetar.

LA DOÑA Y SU AUSENCIA EN LA BANCA
   Ni piensen que pueda utilizar como argumento el dineral que cobra por mes la Sra. expresidenta, porque sería caer al simplismo de cuestionar por una pavada que pasa por el bolsillo, dejando de lado la otra responsabilidad, que es la que ordenan entre la mente, el corazón y la responsabilidad de un juramento.
   Tampoco sería una cuestión de percudido sentido de la diplomacia porque hubiera sido como tener la camiseta de Ríver en medio de la fanatizada hinchada de Boca, pero a veces es necesario estar dentro del problema para estudiar la manera de llegar -políticamente hablando- a un provechoso entendimiento.
   Con anticipación la doña había confesado que había declinado ir a la sesión inaugural del año legislativo, porque no estaba dispuesta a concurrir para escuchar mentiras.
   Se entienden los temores de la ex, si es que especuló en que su reemplazante por vía de las urnas se volvería a ensañar con la herencia recibida, aquella bomba de tiempo que le dejaran activada para que explotara con efecto retardado.
   O habrá pensado y sostengo que lo hizo -porque no se le puede negar inteligencia- que podía ser blanco de las inquietudes mediáticas que no están en la órbita de sus afectos, y la incomodaran con preguntas que nunca estuvo dispuesta a contestar.
   Pero no fue.
   Faltó.
   Se quedo en su reducto sureño y quien quiera hacerme creer que la doña no escuchó de pé a pá la palabra presidencial, allí también me sentiría ofendido en mi inteligencia que no es mucha pero para algo me sirve, como por ejemplo para razonar.
   ¿Le habrá producido algún efecto que no se mencionara ese maldito vocablo “herencia”?
   Igual que aquel capricho de diciembre del 15 cuando no quiso recibir el bastón de mando, cayendo a la ridícula certeza generalizada que era más que un acto de rebeldía política, una expresión de injusto desprecio y profundo dolor ante la derrota.
   La senadora nacional Sra. Cristina Fernández de Kirchner, estoy seguro, hasta decepcionó a la masa inteligente que  aún la sigue, porque perdió la oportunidad de colocarse no en el centro de la escena, pero muy juntito a ella, donde también es un lugar de trascendencia para la memoria de los argentinos.
   Porque allí van los respetuosos; los políticos que ven a sus opositores como adversarios y no como enemigos; porque los que velada o abiertamente alientan esperanzas de retorno, no deben dilapidar ese lugarcito que les regala la historia.
   Porque a la historia no la escriben tan sólo los que ganan, sino también los que decorosamente saben perder.

POR FIN LA EPEC DEVUELVE ALGO
   La verdad eso que hará la Empresa Provincial de Energía de Córdoba,  devolver a los usuarios afectados lo que les cobrara por servicios que jamás llegaron a destino, no es el fruto de la generosidad sino el acatamiento a una disposición de un organismo superior que le impusiera a adoptar tal temperamento.
   Es entonces cuanto surgen ciertos interrogantes muy fáciles de responder, porque la tecnología actual permite acortar los tortuosos e incómodos caminos de la burocracia para que alguna vez se beneficien los sostenedores de un perverso sistema de provisión de energía eléctrica, tan caro como inestable y ciclotímico.
   Pero los directivos de la empresa autárquica se dan el lujo de cobrar anualmente una jugosa recompensa “a la eficiencia” cuando no han sido capaces, no han querido o no han sabido solucionar los problemas ocasionados con la deficiente prestación.
   Y si la EPEC ahora mensualmente se apoya en su tecnología informática para detallar los pormenorizados consumos de sus clientes, ¿qué le impide saber, también automáticamente, lo que esos clientes no han recibido durante el mes?
   Con esos datos también automáticamente y sin que tenga que intervenir el papelerío con el Ente Regulador, el usuario menoscabado podrá recibir la factura incluyendo el descuento legal por lo no recibido.
   Es probable que se trate de una iniciativa alocada y con poco sustento técnico, aunque se me antoja que es absolutamente viable, solo mediando buena voluntad y espíritu de justicia.
   Incluso, la tecnología le permitirá a la EPEC conocer qué cantidad de artefactos resultaron dañados con cada corte o sobrecarga.
   Pero lo difícil es que todo esto se concrete: de hacerlo y cuando se conociera la verdad y las causas que motivan los daños en las redes y en los electrodomésticos, lógicamente que la Bonificación Anual a la Eficiencia no tendría razón de ser.
   ¿De qué manera entonces podrán cambiar el autito cada año?

EL CODIGO PENAL Y EL JUEGO DE LAS EXCEPCIONES
   Aunque nos parezca algo lejano y desconocido, el derecho penal  puede convertirse en  una materia fascinante de leer si se comienza a escudriñar en sus historiales, sus fundamentaciones,  sus alcances y sus  desmedidos esfuerzos por  alcanzar la Justicia.  
   Sin embargo, como contracara de la teoría,  la realidad cotidiana nos cachetea con una práctica que muchas veces transita por carriles bien distintos a los ideales académicos propuestos.
   Mientras por un lado existen  leyes, códigos, tratados, declaraciones, pactos, organizaciones no gubernamentales  y  derechos humanos, por el otro se practican excepciones, acuerdos, favores, conveniencias, regalías, intercambios, apariencias, propagandas,  y un sin fin de figuras que  convierten en nulo todo lo escrito.
   Es sencillo ejemplo de esto la causa del Registro de la Propiedad,  con su montón de empleados y trabajadores comunes encerrados  en prisión preventiva  durante años, sin haber sido juzgados,  y su otro montón de altos funcionarios libres y  bien lejos de Tribunales, pese a haber sido denunciados.  
   El domingo pasado leímos el caso de uno de ellos, Mario Decara, sobre el que ninguna noticia hubo al respecto. No se sabe si se estará moviendo la causa judicial o se invisibilizará en la telaraña del olvido.  
   No es la primera vez que ocurre, y tal vez tampoco la última, pero la sensación es la de estar en un gran shopping, donde la justicia se negocia, muy lejos de la razón y de las leyes.
   Y allá en algún rincón, atrapada y con la balanza sobre el piso,  debe estar la doña vendada,  amarrada y amordazada para que no se escuche su voz.  

LADINO SILENCIO POLICIAL
   Siempre lo hemos sostenido -haciéndonos ganar el mote de “no amigos” para la conducción policial cordobesa- que muchos delitos no se informan para no alterar tanto las estadísticas de actividad al margen de la ley como su exponencial crecimiento.
   Por eso a veces duele que se escondan hechos que a través del conocimiento público pueden llegar a resolverse, porque no es correcto retacear información valiosa como en tantos casos.
   Es probable que desde esa conducción se piense que la gente es boba, que no palpa la realidad, que no vive las angustias del delito inminente e incontrolable y otras que no son sensaciones como se pregona desde la conducción política del gobierno, sino  lo que ya es un repudiable modo de vida de casi todo el cordobesismo.
   Vamos a un solo hecho, que parece intrascendente pero que tiene sus costados importantes si lo que se busca es sincerar situaciones y estados que mucho tienen que ver con la relación de la policía con los vecinos.
   Se dijo que había sido un accidente; que la joven había perdido el dominio de su moto, había caído y con tanta mala suerte, que golpeó duramente su cabeza contra el cordón de la vereda, lo que le ocasionó la muerte.
   En realidad era una mentira porque la joven fue asaltada ante varios testigos por dos sujetos que tripulaban una moto, la muchacha se resistió, quiso huir pero la empujaron a la carrera hasta que cayó con el triste final que ahora se conoce.
   ¿Para qué mentir? ¿Piensan acaso que la gente así va a confiar más en una policía cuya conducción tanto operativa como política desde el ministerio respectivo no acierta en lo que dice que lucha contra el hampa?
   Cuando a la gente se le vende tranquilidad ficticia baja la guardia, se relaja y vuelve a ser víctima.
   Por eso la mejor manera de prevenir -ya que el poder no lo hace- es estar alertas, conociendo el panorama real y no el idílico que nos vienen mostrando, con el viejo verso de los inútiles que sostienen que la inseguridad es una sensación.
   La sensación real de la gente, que ahora se transformó en certeza, es que ya no tolera que sigan con el mismo verso.

LA MUERTE DE MENÉNDEZ
   No fue un muerto más dentro de las celebridades que para bien o para mal; para tristeza o regocijo se marchan para no regresar y dejan huellas en muchos casos de gratitud y otros de espanto; de terror, de sangre.
   Menéndez ha muerto y no es simple hacer consideraciones sobre su persona porque tres o cuatro entrevistas periodísticas concretadas no alcanzan para definir a nadie, aunque sobren después las conductas para evaluarlo y en virtud de ellas sostener haberlo conocido.
   Tengo la costumbre sin ser fiscal, defensor, juez ni verdugo, de evaluar a cualquier ser humano por sus acciones y omisiones, sin que ello signifique estar de acuerdo o no con lo que fuera su vida.
   Le pregunté un par de veces a Menéndez cuando aún tenía poder, tropas, fuerza interna y seguidores, por qué los métodos aplicados en la lucha contra la subversión, tomándola de esa manera porque lo que se pretendía era subvertir valores democráticos.
   Me respondía que como militar a quien le encomendaran aniquilar aquellos movimientos, no estaba dispuesto a discutir sobre los métodos porque lo que le exigían desde el poder eran resultados.
   Le supe comentar el dolor que me producía la falta de arrepentimiento a ciertos procederes salvajes, y me supo contestar que el salvajismo cuando se practica en las dos trincheras, no es otra cosa que una guerra y en la guerra todo es válido.
   En consecuencia, era imposible discutir con un militar aferrado a esa convicción aquello de los métodos y sus consecuencias, porque si le preguntaba por Tucumán y lo que ocurría en esa selva que luego se trasladó a lo urbano en todo el país, me contestaba con Lambruschini y su familia, con los soldaditos y agentes de policía anónimos, con los empresarios secuestrados que enriquecieron a muchos jóvenes románticos y los sobresaltos de cada día.
   Solía oponerle mi idea de que todo ese panorama bien se hubiera regularizado con la simple y llana aplicación de la ley, pero sostenía que la ley para esos casos no existía porque la violencia armada, el secuestro y la bomba cobarde eran la ley superior.
   Entonces la última alternativa era apelar a las ventajas que aporta el terrorismo de estado, cuando en nombre de ese estado se violenta la ley y se consagra la impunidad, lo que terminaba en un silencio que se rompía cuando la conversación buscaba meterse en el destino de tantos, a los que pasados los años, seguían siendo buscados.
   Era cuando sobre todos los temas, ganaba el mutismo en nombre de una convicción que los civiles no la encontramos, precisamente, por convicciones propias.
   Murió Menéndez a los 90 años y dejó pendientes miles de misterios, sangrientos, ominosos y pasto para quienes con el paso del tiempo escriban la historia.
   A mi historia, la que me tocó y me toca vivir y por aquello de la inviolabilidad de las creencias, la sigo escribiendo en mi intimidad.
   Porque más que testigo he sido protagonista de este segmento de nuestra historia. No soy tocador de oído yh puedo hablar con la verdad de lo vivido y no con lo que me hubieran contado.
   No creo que el sepulcro de Menéndez tenga la suficiente capacidad para guardar para los tiempos toda la sangre que seguramente ha entrado allí junto a su cuerpo, seguramente uniformado.

   

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