Aunque hoy celebramos 208 años como Nación,
la realidad pone en duda que hubiéramos aprovechado para los tiempos las
lecciones de nuestra propia historia.
Los
políticos coinciden al menos en eso, pensando a la Patria como la construcción
de una gigantesca obra para nuestro bienestar y para todos los hombres de buena
voluntad que quieran habitar su suelo.
Y cada
25 de Mayo desde que me acuerdo, hoy a 208 años de aquella gesta, vuelvo a
considerar oportuno pensar en voz alta qué es la Patria , desde mi simple
condición de ciudadano.
Debe ser
la Patria el
paraíso donde podamos vivir en paz y en libertad porque representa decencia,
trabajo, sacrificio.
Es
honestidad a ultranza; entrega, amor por las raíces y generosidad con nuestro
prójimo.
Es
buscar el bien común.
Es
gobernar y obrar sin soberbia ni autoritarismo.
La patria es la práctica de la autocrítica y
aunque duela, el reconocimiento de los errores cometidos.
La
transpiramos en la calle, en la fábrica, en las escuelas y en el surco.
La
Patria, nuestra Patria no es de civiles ni de militares, sino de argentinos.
La Patria no es solo un mundial deportivo ni
lo es disfrazarnos de argentinos por algunos días.
Trabajemos unidos, codo a codo, desde arriba
hacia abajo y no perdamos tiempo, para que la desunión y los desencuentros no
sigan siendo más rápidos que los relojes.
Por eso, viene como anillo al dedo una
declaración que quiero compartir con todos:
“Los medios de
protección que la
Constitución nos proporciona, son la libertad y los
privilegios y recompensas conciliables con la libertad. Los argentinos hemos
sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente.
Se nos
alentó a consumir sin producir.
Nuestras
ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el
resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y
la disipación.
Nuestro
pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo
mental.
En realidad, nuestro pueblo argentino se
muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos
prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas.
Sobre
todo se muere de pereza, es decir de abundancia.
Quieren
pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso les mantiene desnudos,
ignorantes y esclavos de su propia condición.
El
origen de la riqueza son el trabajo y el capital.
¿Qué
duda cabe que la ociosidad es el manantial de la miseria? La ociosidad es el
gran enemigo del pueblo en las provincias argentinas.
Es
preciso marcarla de infamia: ella engendra la miseria y el atraso mental de los
cuales surgen los tiranos y la guerra civil, que serían imposibles en medio del
progreso y la mejora del pueblo”.
¿Quién
dijo todas estas verdades?
Fue Juan
Bautista Alberdi, en marzo de 1855
firmando con el seudónimo “Figarillo”.
Desde entonces han pasado 163 años y es como
si lo hubiera dicho ayer.
Gonio Ferrari
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