EVA
PERÓN, ANTES DE PARTIR,
ERA YA
UNA LEYENDA VIVIENTE
Seguramente la historia, esa implacable madre
de todas las verdades que atesoran los tiempos, será la encargada de guardar y
reflejar la realidad documentada de aquella época tan especial para nuestro país,
que fuera la década -se sabrá con el paso del tiempo si ganada o perdida- del
45 al 55 del convulsionado siglo veinte.
Al reseñar algunos aspectos de la corta vida
de Eva Perón, solamente podemos resumir las pasiones que inspiraba, entre la
admiración y el recelo, según fuera quien opinara, porque aunque parezca
mentira la historia es demasiado reciente como para poner en la balanza los
criterios citados por distintos autores que, sin dudas, abrazan disímiles
ideologías y corrientes de pensamiento.
Pero a esta hora, cuando se cumple el 66°
aniversario de su desaparición física, miramos en todas direcciones y salvo
algunos aislados homenajes y recordaciones, llegamos al convencimiento que no han
sido muchos como lo fueran en tiempos idos.
El signo político que gobierna desde varios
años atrás a nuestra provincia, enfrascado en sus agudos problemas de índole
social, la inseguridad, el endeudamiento, su casi constante pelea con la
Intendencia Municipal, la insensibilidad de la APROSS, la conflictiva situación
de la EPEC, el crecimiento del narcotráfico y en otras cuestiones francamente
traumáticas e irresueltas, cayó en la parcial omisión de homenajear y evocar la
memoria de una de las mujeres más destacadas del siglo pasado en el mundo, o está
siendo víctima de una especie de inexplicable amnesia que la verdadera
militancia peronista no merece.

Amada por unos y odiada por otros, fue un luminoso
jalón en el devenir de los argentinos especialmente por su incansable lucha por
la justicia social y contra el mal que lenta y fatalmente la consumía.
Escribió páginas brillantes con su enorme
sentido de la solidaridad y también deslumbró con su glamour, joyas y pieles en sus visitas a la vieja Europa.
Murió tras una penosa agonía a los 33 años,
demasiado joven, entusiasta y emprendedora para encarar las necesarias
transformaciones que requería la República y se recuerda su renunciamiento a
integrar la fórmula presidencial junto al general Perón, de quien era su
segunda esposa.
Desde el siglo pasado y aún ahora se la
puede adorar, discutir, imitar, tomar como ejemplo o repudiar.
Pero nunca ignorarla.
Y peor aún esconderla.
Era un símbolo para amar u odiar.
Fue leyenda viviente y su partida la
transformó en mito.
Gonio
Ferrari
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