24 de marzo de 2020

24 de marzo de 1976

Nunca el olvido...
CAIMOS A UN ABISMO INFAME DEL DESPRECIO
POR LA VIDA Y DE  CONVIVIR CON EL ESPANTO
   Contar con los dedos infalibles o apelando a la vivencial e insobornable memoria el resultado es el mismo: parece mentira, pero han pasado 44 años…
   Y ha transcurrido tanto tiempo -o un instante, para muchos- desde aquella noche en que un grupo de pretendidos iluminados, con la mortal prepotencia de las armas, interrumpió la legitimidad de un gobierno que pese a sus carencias y errores, era el resultado de un alicaído y erosionado proceso democrático.
   Fue el día inaugural de aquellos años de miedo y de plomo; de cotidiano terror a dos puntas, como a dos puntas fueron el secuestro, la capucha, la tortura y la muerte, sin que esto de ninguna manera sea plantear o sustentar una estúpida reivindicación de la teoría de los dos demonios, sino la honesta y sincera enunciación de una realidad que nos tocara padecer. Las enormes ventajas de impunidad aprovechadas por el terrorismo de estado terminaron con una o dos generaciones de argentinos, románticos e ilusos patriotas para unos y guerrilleros o subversivos para otros.
   La masacre es la masacre. Los muertos y asesinados son asesinados y muertos cualquiera haya sido su forma de pensar.
   Fue un precio demasiado elevado, para darnos cuenta que aquello de la purificación por la sangre es una irremediable forma de violencia que a nada conduce, salvo a la desintegración social y la destrucción del país. Y es cierto eso de no perder la memoria, porque es lo que teóricamente impide reiterar los errores del pasado, siempre y cuando se la aproveche honestamente como memoria total sin negaciones, escondrijos ni manipulaciones de la historia.
   Hace tiempo y al paso de varios gobiernos se dijo que había llegado la hora de la recuperación y del reencuentro nacional -siempre el mismo y percudido discurso- y que sin llegar a los campos del olvido nos sirvieran como dolorosas experiencias. Sin embargo subsisten los viejos odios y aquellas sangrantes heridas que muchos se empeñan en no dejar que cicatricen.
   Los argentinos que amamos a esta Patria, estamos convencidos que la justicia es necesaria, tan necesaria como inútiles son la revancha o la venganza. Nadie pretende el olvido, siempre y cuando aquel ejercicio de la memoria, sirva para unirnos y no para ahondar el odio, la grieta y el desencuentro.
   A mí no me la contaron.
   Han pasado tantos años y sinceramente me parece que merecemos ser felices incluso nosotros, los que hemos vivido el espanto, aquel espanto que hoy muchos improvisados tocadores de oído, imberbes ahora y espermatozoides en el ’76, pretenden reflejar a su manera y sin ponerse colorados.
   Han sido 44 años en la búsqueda de la verdad, una empeñosa lucha que se hizo y aún continúa alimentada con el enorme componente político de las ideologías, tan enfrentadas como en aquellos tiempos del desprecio. No digo que sea necesario aquietar las pasiones, porque sería pretender un arco iris en blanco y negro. Pero si, dentro de lo posible y para alcanzar la paz integral que tanto necesitamos, es imperioso recuperar el camino del respeto y de la grandeza de pensamiento, sin mezquindades ni autoritarismos.
   Pero sobre todo, dejando que la justicia haga lo suyo y la memoria no circule en una sola dirección. Porque la memoria parcial, bien lo sabemos, es una manera perversa y despreciable de encubrir mentiras.
   Y jamás dejemos de recordar que el terrorismo de estado no se inició en 1976, sino que los argentinos lo vimos recrudecer durante los gobiernos de Perón y de su tercera esposa, en la primera parte de la década del 70, cuando la dupla Isabel-López Rega y compañía, dieron a luz aquel maldito engendro de las tres A.
   Es una porción de nuestro drama y no es gorilismo como los amnésicos pretenden maquillarlo.
   Y es parte de lo que nos tocó vivir.
   Nunca más…
   Procuremos honrar a la Patria sin olvidos, respetando aquella gran verdad que la memoria es el lápiz de la historia.
   Antes y ahora, memoria, verdad y justicia.  
   No hagamos un minuto de silencio.
   Gritemos un agradecimiento a la Democracia
Gonio Ferrari

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