Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa que emiten en dúplex la
AM580 y la 88.5FM ambas dependientes de Radio Universidad Nacional de Córdoba.
En la edición n° 614 de “Síganme los buenos” estos fueron los principales temas
abordados:
El país de la
transgresión
COMO SI FUERA PARTE DEL A.D.N. ARGENTINO,
BUSCAR LA VUELTA PARA ESQUIVAR A LA LEY
No es necesario entrar en explicaciones que
mejor sería dejarlas para los filósofos, los sicólogos, los siquiatras y de
última, a los practicantes de un estilo pernicioso que ha contribuido a que
buena parte de la ciudadanía -lo dicen las encuestas- cada vez cree menos en la
Justicia y en su majestad.
Si se legisla por ejemplo que no se puede
pisar el césped, allí están los imbéciles pisándolo porque al desafiar al
poder, creen haber hecho un curso acelerado de picardía para transformarse en
contestatarios y transgresores, de lo que seguramente hacen cáscara ante sus
íntimos.
Si se legisla que el contrabando es delito,
sin siquiera conocer los detalles de la prohibición ya están inventando mecanismos
para joder a la aduana, fabrican dobles fondos en las valijas y vuelven al país
con un sospechoso sobretodo en pleno mes de enero.
Pareciera que la cuestión es joderla a la
ley, pasarle por encima y más que desconocerla, el diploma de pícaro lo obtiene
aquel que más la pisotea, sea de la escala social que sea y a esto lo sostengo
porque he visto en tales actitudes a virtuales cirujas que ligaron un viaje a
Paraguay y a personajes acaudalados con propiedades en Europa, en Estados
Unidos o allá en los confines de las pudendeces de la lora.
La cuestión es el hecho de esquivar a la ley
y en estos últimos días, nos hemos cansado de ver lastimosos ejemplos muy de
cerca; patéticamente de cerca hasta el punto de poder considerarnos como parte
de una escenografía encubridora y casi partícipe, demencial y autodestructiva.
Dijeron no salir y allá fueron los de
siempre a pasear, a saturar las carreteras hacia la playa, a ocupar todas las
plazas de los ávidos hoteleros de los lugares turísticos y a romperles la
dignidad a quienes pese a sus pérdidas, se negaban a darles alojamiento.
Si no se podían hacer reuniones masivas,
allá fue la pendejada con el argumento que su edad es para la diversión y
muchas veces con la venia paterna, multiplicaron los virus a diestra y
siniestra no en actitud de inconsciencia sino con pleno conocimiento de lo que
podían ocasionar.
Y cuando la ley por intermedio de sus
organismos de control los detecta, los detiene y los encarcela, no faltan los
próceres de la protesta que califican esa actitud como autoritaria y exagerada,
rindiendo culto a Bolsonaro que ahora los calzoncillos le duran limpios no más
de diez minutos, lo mismo que al desafiante Trump o al desubicado presidente de
México, atacado de soberbia.
Señores: se dijo quedarse en sus casas y hay
que cumplirlo, salvo las lógicas y necesarias excepciones como el personal
afectado a servicios de salud, de seguridad, de abastecimiento alimentario, de
atención a vehículos en cuanto a combustibles, de operarios de servicios
esenciales y a nosotros aunque no a todos, los periodistas que vendríamos a ser
como un mal necesario porque nuestra misión de orientar a la sociedad y es lo
más valioso que podemos exhibir siempre y cuando no se caiga en los enfoques
odiosamente comparativos de actitudes políticas o de pensamientos ideológicos.
El
virus no pregunta si sos fernandista, kirchnerista o macrista o lo que quieras
ser, sino que ataca sin misericordia ni miramientos.
Entonces, argentinos, dejémonos de pavadas y
actuemos codo a codo en defensa propia porque el enemigo, aunque chiquitito y
microscópico, es más poderoso y dañino que las miserias que podemos mostrarle
al mundo cuando llegue el momento de saber que estamos en el centro de la
pandemia.
No bajemos la guardia porque el maldito
bicho es lo que está esperando y está en nosotros dejarlo con las ganas.
No quiero una Argentina donde tengamos un
millar de muertos por día a causa de nuestra estúpida y selectiva estupidez.
Muchos comerciantes, desaforados
ALGUIEN TIENE QUE
PONERLE UN FRENO A LA
ACTITUD DE
AUMENTAR TANTO LOS PRECIOS
No
suele ser mi costumbre, pero es necesario ahora citar a Juan Domingo Perón,
General del Ejército Argentino y tres veces Presidente de la Nación,
remontándonos a la situación que vivíamos allí por mediados del siglo pasado.
Entre
otras travesuras, los comerciantes dedicados a la venta de artículos de primera
necesidad instrumentaron una escalada en los precios que puso el jaque al
bienestar que se vivía, y ahora se me ocurre hacer un mechado entre
evaluaciones de entonces y elucubraciones actuales, con moraleja al final. Y
debo agradecer entre otros medios a Infobae por la certeza y abundancia de
datos históricos.
El Plan de
Estabilización de febrero de 1952, también conocido como Plan de Emergencia, y
una más decidida "vuelta al campo" a partir de entonces habrían de
contrastar con la política inicial de expansión monetaria, fiscal y salarial, y
de transferencias hacia las actividades manufactureras.
Se acentuó el control
sobre los precios de los productos a través de campañas que buscaban combatir
‘el agio y la especulación’, criminalizando a aquellos que aumentaban los
precios o acaparaban mercancías en un contexto signado por la escasez de
algunos bienes.
El plan fue estructurado
con el objetivo de resolver los dos problemas económicos cruciales del momento:
el estrangulamiento externo, que se producía por la falta de divisas, y el
incremento sostenido de los precios, resultante del aumento de los costos
salariales y la política expansiva. Las
medidas para atacar esos dos frentes estaban combinadas e incluían una mayor
producción agropecuaria, la reducción de las importaciones y la austeridad en
el consumo, que permitía mayores saldos exportables y también contenía las
presiones inflacionarias.
En consecuencia, la
restricción monetaria se hizo mucho más fuerte y se aumentó la tasa de interés
con el objetivo de incrementar el ahorro interno y la demanda de créditos. Las tarifas de las empresas públicas se
elevaron y la política fiscal fue claramente restrictiva, alejándose de las
prescripciones keynesianas. La contracción de las erogaciones se
concentró en los gastos de capital, afectando el programa de obras públicas
encarado, pues los gastos corrientes estaban asociados al sostenimiento del
empleo público, que era funcional a objetivos prioritarios del gobierno;
también se recortó sustancialmente el presupuesto militar. Finalmente se
incrementó el impuesto a las ventas en el ámbito nacional dando inicio a una
política impositiva menos progresiva.
Como la idea era que
se estaba frente a una economía recalentada por el ‘exceso de consumo’, el
ahorro se ubicó al menos claramente desde 1952 como tema medular en el
escenario económico
Por su parte, los salarios fueron congelados por dos años con el
propósito de contener la presión sobre los precios y deprimir el consumo (y así alentar mayores saldos exportables y quitar
presión sobre los precios internos); en adelante los aumentos se vincularían a
los incrementos en la productividad del trabajo. Se trataba de un cambio
trascendente respecto a la generosa política de ingresos de los primeros años
cuando el Estado directamente había determinado o estimulado la recomposición
salarial y de un diagnóstico que enfatizaba en los costos para explicar la
inflación.
En su estilo Perón
reseñaba las nuevas circunstancias: "La economía justicialista establece que de la producción del país se
satisface primero la necesidad de sus habitantes y solamente se vende lo que
sobra, nada más. Claro que aquí los muchachos, con esa teoría, cada día
comen más y consumen más y, como consecuencia, cada día sobra menos. Pero han
estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta años; por eso yo los he dejado
que gastaran y que comieran y que derrocharan durante cinco años todo lo que
quisieran; se hicieran el guardarropa que no tenían, se compraran las cositas
que les gustaban, y se divirtieran también (…) pero, indudablemente, ahora
empezamos a reordenar para no derrochar más".
Y su esposa Eva
agregaría poco antes de morir: "El
General Perón nos ha expuesto su Plan Económico, nos ha dicho lo que tenemos
que hacer. A cada argentino le toca su parte, grande o pequeña, en la
inmensa tarea de consumir menos y de producir más".
Entonces el gobierno
dispuso que no se distribuyese en el mercado minorista carne ni vendiese en los
restaurantes un día de la semana, y que el 10% del total de cabezas
sacrificadas fuese preservado con el propósito de cumplir los compromisos de
exportaciones. También dejó de servirse café a los empleados públicos, que
consumían el 25% de lo que se importaba en ese rubro.
Esta política de
extrema austeridad se acompañó con el establecimiento de tipos de cambio
favorables a las exportaciones agropecuarias y restricciones a las
importaciones con el propósito claro de superar el déficit de la balanza
comercial. Se otorgaron cambios
preferenciales a los importadores de maquinarias agrícolas y para algunos
productos de exportación tradicionales.
Como la idea era que
se estaba frente a una economía recalentada por el "exceso de
consumo", el ahorro se ubicó al menos claramente desde 1952 como tema
medular en el escenario económico, con la capacidad de cumplir un papel
articulador fundamental: por un lado permitía
reducir el consumo y de ese modo frenar la presión sobre los precios además de
morigerar los problemas del sector externo al acrecentar los saldos exportables;
por el otro, bien dirigido, podía acrecentar la capitalización empresaria,
evitando aquella excesiva dependencia del crédito bancario oficial –que
contribuía a la escalada de los precios- y haciendo posible prescindir de los
capitales extranjeros -que limitarían el margen de acción a la política
oficial- con lo cual podían mantenerse las banderas nacionalistas del discurso
peronista.
Ahora la moraleja: si el gobierno actual
hace flamear las banderas de Perón y de Eva Perón, ¿le cuesta mucho políticamente
adoptar la misma actitud anti crisis que aplicara su líder -si es que aún lo
es- en aquellos años?. Por entonces, a los comerciantes que se abusaban les
eran clausurados sus locales, se les incautaba la mercadería y si eran
extranjeros, la pena era la expulsión inmediata de nuestro país.
Se llamaba Ley contra el Agio y la
Especulación y se me ocurre que nos está haciendo falta.
Megacausa del
Registro
MIENTRAS SE BUSCA LA VACUNA, QUEDA
SOSPECHADO EL PRECIO
DE LA PRISIÓN
Se ha reclamado que la Justicia cordobesa en
la causa del Registro de la Propiedad presenta preocupantes signos patológicos:
Una especie de manía de
prisión preventiva, encerrando sistemáticamente a los imputados.
Posible confusión en el raciocinio, persiguiendo a conocidos de los
imputados como nuevos sospechosos. Clara amnesia, ignorando las leyes y la Constitución vigentes.
Más aún cuestionable desorientación privilegiando a
funcionarios y familiares del Poder Judicial; aparente distorsión de la realidad, fundamentando
dudosas condenas en la íntima convicción de una única comisión especial. Además,
probable comportamiento
estereotipado juzgando a los mismos imputados reiteradamente.
Distintos tratamientos se propusieron en el
intento de subsanar esta enfermedad judicial: se ha sugerido la
posibilidad de un medicamento cuya fórmula incluya
libertad, racionalidad, legalidad, igualdad, sinceridad,
honestidad, imparcialidad, objetividad e independencia,
administrados en dosis adecuadas para restablecer las acciones ajustadas a
derecho.
También se ha solicitado una exhaustiva
revisión de cada accionar por organismos de expertos independientes que exijan
el cumplimiento de la normativa acordada.
Y se espera con ansias el desarrollo de una
vacuna que inmunice a los funcionarios contra cualquier intento de influencias,
amiguismos, parcialidad o conveniencias. La forma de administrar
estos tratamientos planteará otro gran desafío. Hasta tanto estén disponibles,
bueno sería ir llevando un registro de las innecesarias víctimas de esta
patología, porque para ellos, la prevención será tardía, el tratamiento
imposible y la reparación insuficiente.
Todo indica, a la luz de los últimos dimes y
diretes, que la aplicación y el cumplimiento de la prisión preventiva tiene un
precio, tan pero tan caro que únicamente los elegidos la pueden pagar.
¿No sería acaso oportuno averiguar e investigar
quiénes son los padrinos?
Heroísmo y anonimatos
VENIMOS DESCUBRIENDO QUE
NUESTRO
SENTIDO SOLIDARIO ESTÁ CASI
INTACTO
Provoca una de esas sensaciones
maravillosas, plenas de gozo que se hace contagioso, porque es la desgracia lo
que nos viene demostrando que si bien todavía presenta algunos baches
superables, nuestro histórico y a veces envidiado sentido de la solidaridad
está resurgiendo en el seno de la sociedad argentina.
Eso que nos une el espanto es absolutamente
certero, más allá que se trata de algo inédito para las más recientes
generaciones a las que no les tocó vivir circunstancias parecidas aunque no tan
severas como lo fueron la epidemia de poliomielitis, la aparición del HIV
generador del sida y más recientemente la poderosa y dañina gripe “A”.
Lo de ahora es nuevo por su masificación y
por la velocidad mediática de trasladarnos a los más recónditos rincones de la
geografía terrestre, lo que nos permite hacer comparaciones de todo tipo, desde
las dolorosas hasta las más inverosímiles.
Pero algo es cierto: vivimos algo así como
en una especie de estado de bloqueo intrafamiliar por eso de las unidades
habitacionales espaciosas, salvo los casos de los menos afortunados que se
apiñan en un solo espacio padeciendo penurias en materia de trabajo y de otros
medios de subsistencia.
Ocurre algo muy importante: ya no miramos
hacia otro lado sino que al vernos con cualquier prójimo, la gravedad de la
situación hace que miremos a un espejo con los mismos temores e idénticas esperanzas
salvando esa barrera que impone el dinero.
Pero por encima de todo eso, está el
compromiso, abrumador compromiso de vida que tácitamente firmaron y están
cumpliendo hasta el sacrificio en muchos casos de la propia vida los
científicos, médicos, anestesistas, bioquímicos, sicólogos en la contención,
personal de enfermería, los responsables de la limpieza e higiene, en fin todos
aquellos vinculados con el sagrado deber de atenuar los sufrimientos y salvar
vidas.
Los rostros cansados y agobiados por la
tarea y el estrés suelen mutar en sonrisas, en gestos de cariño, en actitudes
de altruismo que hacía demasiado tiempo no formaban parte de nuestra manera de
relacionarnos entre nosotros, porque hacíamos prevalecer las diferencias por
encima del respeto y las coincidencias.
Esos sacrificados y abnegados servidores a
los que debemos sumar policías, militares, gendarmes, inspectores municipales,
docentes que se pelan las pestañas frente a sus computadoras para no dejar de
enseñar… en fin son tantos los que merecen el abrazo del agradecimiento y el
amigable gesto de comprensión, que al estar envuelta en tal actitud la sociedad
en su conjunto llegamos a la conclusión que algo estamos mejorando.
Lo que si llama la atención y esto de
ninguna manera eclipsa todo el reconocimiento que merecen los actores que ya
hemos mencionado, es el silencio de parte de la dirigencia política -aunque a
veces suele ser aconsejable- y del sector de la dirigencia gremial, siempre
ambos inclinados por la verborragia.
El Presidente de la Nación se muestra cauto
pero a la vez decidido y tenaz en lo que viene instrumentando, aunque su
ministro de Salud no lo acompañe ni en los pronósticos.
En fin, lo que se impone desde ahora y para
los tiempos, es reconocer y vale repetirlo hasta el cansancio, que tanto el
compromiso como la dedicación y el sacrificio, son inequívocos síntomas que nos
llevan a pensar que el tejido social ha salido de terapia intensiva para
recalar en la sala de cuidados intermedios.
Rogamos que el rigor de la situación que aún
no ha llegado a su punto cúlmine para nuestra desgracia, no derrumbe el
andamiaje de positivo entendimiento que estamos advirtiendo, porque de esta nos
salvamos todos o la historia nos pondrá como ejemplo de lo que no se debe
hacer.
La importancia de las
redes sociales
CUMPLEN UN COMETIDO
TRASCENDENTAL PERO
A VECES LOS MALNACIDOS LAS USAN PARA DAÑAR
Afortunadamente son muchos los argentinos
que como para referirnos al mobiliario habitual cuentan asimismo con equipo de
computación, ordenador que le dicen y “compu” para los jóvenes y adolescentes
que les dan lecciones a padres y abuelos acerca de su utilización.
Es cierto que en los sectores marginales tal
equipamiento se reduce a su mínima expresión, pero salvando ese detalle que
poco a poco se viene superando, debemos coincidir en que se trata de un
mecanismo que ahorra tiempo, desplazamientos y costos pese a que suele ser
también utilizado por inescrupulosos para cometer delitos o para confundir a la
población con sus falsas noticias presentadas con toda la traza de las
auténticas.
Lo que también es cierto, por aquello de la
magia del papel impreso que representa el periodismo gráfico y de manera
especial los diarios, demuestra que a los empujones y superando obstáculos,
tiene reservado no tan sólo en la historia sino en el corazón de la gente, un
lugar donde se atesoran las buenas acciones; los medios que han salvado vidas,
que han unido a la gente, que han orientado en momentos difíciles.
Volviendo a la informática, en estos días
hemos podido notar que su utilización se ha intensificado de tal manera, que
los servidores tecnológicos están desbordados, por lo que la velocidad de
operación se ha visto disminuida y llama la atención que el principal operador local
en el rubro, que es CableVisión nada haya informado pese a la acumulación de
quejas que sin dudas recibe y eso que ni siquiera atienden los teléfonos y es
preciso cargarse de paciencia y esperar una hora o más con el teléfono en la
oreja.
Por tratarse de un servicio ahora esencial para
la comunidad porque entre otras ventajas hasta es posible cobrar dinero
mediante ese sistema, es curioso que el Poder no haya intervenido en asegurar
la calidad de esa prestación que más allá del entretenimiento, significa un
medio de conexión con la sociedad ahora aislada por la cuarentena, para colmo a
punto de extenderse.
Las redes sociales dejaron de servir sólo
para relacionarse, formar parejas, reencontrarse con amigos que creíamos perdidos,
intercambiar fotos, etcétera sino que ahora es una oportunidad que se le brinda
a la gente de hacer más llevadero el encierro y no sentirse tan aislada del
mundo.
Pero alguien debe controlar en estos
momentos críticos algunos contenidos que son peligrosos y más aún
potencialmente destructivos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado