16 de marzo de 2022

¡Feliz cumple, La Voz!

PIPA, “SCOTCH”, ANILLO CON UNA
BALA Y UN GRAN PAR DE HUEVOS
 

(Algunas veces no queda otra
vía que la escatológica si hay
que resaltar ciertos atributos)
 
   Es probable que la implacable historia de los tiempos califique a La Voz del Interior como un símbolo en la defensa de los derechos populares, aunque haya sectores reaccionarios que se inclinen por considerarlo en su momento funcional al radicalismo, luego sumiso frente a la dictadura militar y posteriormente como instrumento del grupo Clarín en la concentración de medios.
   Pero nadie -absolutamente nadie- puede negarle a La Voz su trascendencia a lo largo de los últimos 118 años para una provincia que le quedó chica promediando el siglo pasado, en los tiempos probablemente más duros del devenir argentino, cuando los desencuentros nos enfrentaron por las diferencias políticas que se alejaron de la democracia para transformarse en rivalidades con tintes violentos, ahora añejas y casi irreconciliables.
   Le tocó a La Voz vivir escenarios de crisis y de algunas bonanzas.
   Fue el vehículo de inquietudes sectoriales, difusor de cultura, heraldo de la realidad, sosteniendo a ultranza su estilo antiamarillo que durante décadas prefirió la portada comercial por encima de la importancia de cualquier acontecimiento, como en su momento lo fueron dos guerras mundiales, muertes de pontífices y presidentes, acuerdos de paz y las cotidianas novedades del cabotaje provinciano y de aquel oculto interior del interior.
   Víctima de persecuciones y atentados, padeció uno de los más severos que recuerda la memoria nacional, allá por enero del ’75 cuando militantes de la ultraderecha peronista (A.A.A.) destrozaron la planta impresora de Alta Córdoba.    
    Tras el cobarde ataque, el personal se solidarizó no solo con la empresa sino en defensa de su fuente laboral y emitió una valiente toma de posición en la que decía, entre otros conceptos, que “No es una herida que nos duele sino una condecoración que nos honra”.
   Nada hizo por entonces el gobierno isabelista para esclarecer el vandálico proceder de la banda lopezreguista, pese a que al ministro del interior se le entregó un “dossier” con datos que facilitarían el cometido de identificar, detener, juzgar y encarcelar a los culpables.
   Es probable que parcialice la historia, porque al haber sido uno de sus protagonistas, tendré que soslayar otros hechos salientes de los que se erigió en principal actor el diario que hoy cumple 118 años de vigencia, pero por tratarse de un homenaje, lo quiero centrar en la figura de quien fuera su director allá no tan lejos, en los años de plomo y del desprecio; de la capucha y la amenaza; de la tortura y de los adioses a la nada.
   El ingeniero (“Lo único que hice fue una escalera”, solía decir con su recóndito sentido del humor) Luis Federico “El Payo” Remonda tuvo en sus manos y en la lucidez de su mente audaz y comprometida con el respeto por la libertad, la enorme responsabilidad de guiar al diario en circunstancias en que la opinión vivía alimentada y condicionada por la violencia y las miserias, tanto de una vereda como de la otra.
   Agudo, sorprendente, creativo y férreo defensor de su gente y de la tarea que cada uno cumplía, era una especie de enorme y paternal techo protector de las vivencias hechas noticias, que todos atesorábamos en la tarea diaria que desembrutecía y humanizaba con la fraternal cordialidad de un amigo pese a los duros tiempos que compartíamos.
   Por eso su calidad de símbolo aunque fuera periodista instruido por la intuición propia de los elegidos que más allá de los libros, los manuales y todas las bibliotecas que pudieran referirse a la temática, fue un ardoroso paladín de la salvaje libertad de pensar y de opinar, quijote urbano sin Sancho ni caballo pero distinguido, a la vista, por la pipa y el “scotch” en mano, donde resaltaba un curioso anillo coronado por una bala -y eso es parte de otra historia- que en principio le estaba destinada.
   El “Payo” Remonda nos dejó su impronta de tutor de grandeza, de la grandeza que caracteriza a los apologistas de la verdad; de los que hurgan en las entrañas del misterio hasta encontrar la luz, tal como lo demostrara en tantas campañas periodísticas destinadas a descorrer los velos de interesados ocultamientos.
   Partió, pero dejó la simiente de su generosidad que casi no se nota, porque no son muchos los que lo recuerdan como arquetipo de al menos una buena parte de la grandeza que hoy, La Voz, conmemora 118 años de vida.
   Al resto del título, eso del par de huevos, ¿es necesario explicarlo?
Gonio Ferrari

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