SIMPLE INTENTO POR EXPLICAR ESO QUE
LE LLAMAN “LA MAGIA DE ENAMORARSE”
LE LLAMAN “LA MAGIA DE ENAMORARSE”
Cuando los amores son asexuados, se corre el
riesgo lógico de las malsanas interpretaciones, el tratamiento escatológico de
la situación o su inevitable consecuencia que motiva bromas de dudoso gusto.
Por eso quiero festejar dignamente el Día de
los Enamorados dejando de lado sus inocultables motivaciones comerciales y las
tres alternativas que acabo de puntualizar.
Enamorarse es compartir sentimientos.
Enamorarse es a lo mejor pensar distinto,
pero caminar juntos.
Enamorarse es mirarse a los ojos y que no
sea necesario decirse otra cosa que te amo, sin remilgos ni vergüenzas.
Es no invadir los espacios ni los tiempos
del otro.
Enamorarse es sentir juntos las mismas
sensaciones.
Es sinceridad. Es vivir en una nube de
proyectos, de ansiedades, de urgencias por ganarle al tiempo, porque es el
tiempo que los enamorados, juntos, quieren gastar o dilapidar a su manera.
Pero por sobre todas las cosas, enamorarse es
respetar.
Enamorarse no es tan solo arrugar las
sábanas, prodigarse caricias o compartir burbujas.
Quiero celebrar jubilosamente que estoy
enamorado de todas las mujeres solo porque son mujeres; de los hombres buenos
porque se lo merecen; de los árboles, como si fuera un perro; del cielo porque
nos mira desde arriba con su incorruptible autoridad celeste; de mis amigos
porque son pocos, pero son muy amigos; de mis amigas porque se salvaron que me
enamorara de ellas al dejar de mirarlas como amigas.
Enamorado perdidamente de mi trabajo, que es
como ponerme cada día una inyección de dignidad, una vacuna contra la vagancia.
Locamente enamorado de mi Patria aunque me
toque ser una culitésima parte de ella, porque me contiene sin aprisionarme.
Enamorado locamente de la libertad propia y
de la ajena. De mi salvaje libertad que respeta aquellas libertades ajenas
porque a ellas también las siento apasionadamente mías.
Enamorado de las tristezas, que suelen ser
las más dulces compañías.
Enamorado de mis recuerdos y de la memoria,
que es la que nos hace comer el mismo caramelo varias veces.
Enamorado del agua y del fuego aunque entre
ellos se odien.
Enamorado de mi Córdoba, a la que le juré fidelidad hace más de ocho
décadas.
Hasta de mis enemigos, o mejor dicho
adversarios estoy enamorado porque me atacan y para ello necesitan pensar en
mí, y eso me halaga y me conmueve.
La pregunta entonces es inevitable: ¿Por qué
un solo y miserable día para sentirnos felices por tantas maravillas,
encerradas en un solo sentimiento?
Vivir enamorado no es ni más ni menos que
sentirse feliz.
Gonio Ferrari
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