14 de febrero de 2023

Mirando de reojo en un día especial…

SIMPLE  INTENTO POR EXPLICAR ESO QUE
LE LLAMAN “LA MAGIA DE ENAMORARSE”
 
   Cuando los amores son asexuados, se corre el riesgo lógico de las malsanas interpretaciones, el tratamiento escatológico de la situación o su inevitable consecuencia que motiva bromas de dudoso gusto.
   Enamorarnos, en el caso de los machitos, podemos llegar a enamorarnos de una mujer: o una mujer de otra mujer, o aquel machito, de otro hombre.
   Por eso quiero festejar dignamente el Día de los Enamorados dejando de lado sus inocultables motivaciones comerciales y las tres alternativas que acabo de puntualizar. 
   Enamorarse es compartir sentimientos.
   Enamorarse es a lo mejor pensar distinto, pero caminar juntos.
   Enamorarse es mirarse a los ojos y que no sea necesario decirse otra cosa que te amo, sin remilgos ni vergüenzas.
   Es no invadir los espacios ni los tiempos del otro.
   Enamorarse es sentir juntos las mismas sensaciones.
   Enamorarse no es mirar hacia atrás con resentimientos, sino como valor de experiencias. Es compartir angustias; es mitigar soledades, es no mentir, es comprensión, es tolerancia.
   Es sinceridad. Es vivir en una nube de proyectos, de ansiedades, de urgencias por ganarle al tiempo, porque es el tiempo que los enamorados, juntos, quieren gastar o dilapidar  a su manera.
   Pero por sobre todas las cosas, enamorarse es respetar.
   Porque el respeto es la base de toda relación que pretende prosperar y consolidarse. Mirar hacia adelante, vibrar con la misma intensidad, acompañar en la desgracia, gozar en las alegrías, mitigar en la enfermedad, también son síntomas del enamoramiento.
   Enamorarse no es tan solo arrugar las sábanas, prodigarse caricias o compartir burbujas.
   Quiero celebrar jubilosamente que estoy enamorado de todas las mujeres solo porque son mujeres; de los hombres buenos porque se lo merecen; de los árboles, como si fuera un perro; del cielo porque nos mira desde arriba con su incorruptible autoridad celeste; de mis amigos porque son pocos, pero son muy amigos; de mis amigas porque se salvaron que me enamorara de ellas al dejar de mirarlas como amigas.
   Enamorado de mis gatos que me acompañaron y ahora me acompaña a cambio de simples cariños, agua y alimento que estoy seguro agradecerá apenas pueda decírmelo, de lo que no está lejos.
   Enamorado perdidamente de mi trabajo, que es como ponerme cada día una inyección de dignidad, una vacuna contra la vagancia.
   Locamente enamorado de mi Patria aunque me toque ser una culitésima parte de ella, porque me contiene sin aprisionarme.
   Enamorado locamente de la libertad propia y de la ajena. De mi salvaje libertad que respeta aquellas libertades ajenas porque a ellas también las siento apasionadamente mías.
   Enamorado de las tristezas, que suelen ser las más dulces compañías.
   Enamorado de mis recuerdos y de la memoria, que es la que nos hace comer el mismo caramelo varias veces.
   Enamorado del agua y del fuego aunque entre ellos se odien.
   Enamorado de mi Córdoba,  a la que le juré fidelidad hace más de ocho décadas.
   De tantas cosas estoy enamorado que no me alcanzaría un día para celebrarlo y por eso al enamorarme de la vida, canto un himno permanente, como permanente es la celebración.
   Hasta de mis enemigos, o mejor dicho adversarios estoy enamorado porque me atacan y para ello necesitan pensar en mí, y eso me halaga y me conmueve.
   La pregunta entonces es inevitable: ¿Por qué un solo y miserable día para sentirnos felices por tantas maravillas, encerradas en un solo sentimiento?
   Vivir enamorado no es ni más ni menos que sentirse feliz.
Gonio Ferrari

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