Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” del 20-07-14 emitido por AM580 Radio Universidad
de Córdoba
Hay cientos de definiciones, citas y célebres
frases que hablan de los amigos, de la amistad, de la casi hermandad y de esa
química especial que rodea y distingue a quienes se consideran amigos.
Aunque el día instituido para celebrar esa
relación sea medio tirado de los pelos, porque la verdad la idea de festejarlo
porque el hombre llegó a la Luna,
está más cerca del despiste que de la realidad.
Cuestionamientos aparte, al igual que en el
día de la madre, del padre, de la patria, de la libertad, de la mujer o del
niño, es como que sobrara eso de asignarle un día al año cuando el amor, el
cariño, el afecto debieran manifestarse todos los días, sin esperar que los
intereses comerciales los impongan.
Pero así somos en esta sociedad consumista
por una parte y llorona por la otra, cuando se lamenta de manera exagerada por la
crisis, pero prolijamente se endeuda para no marginarse de esas comerciales
celebraciones.
Sea como crean que es, bien vale de vez en
cuando acercarnos al amigo, a esa alma melliza puesta en el cuero de otro, y
decirle que lo extrañamos, que lo amamos, que estaremos siempre que nos
requiera, no tan solo para la joda.
Los amigos no necesitan, no necesitamos,
estar todo el día franeleándonos para expresar nuestros sentimientos, que
muchas veces se confunden con la más penosa de las hipocresías.
Basta con que el amigo, nuestro amigo, sepa
que siempre, en las buenas o en las malas, estaremos con él.
Y a eso, si, debiéramos festejarlo.
PASÓ
EL MUNDIAL
Puede sonar que el orgullo es un antídoto
contra la bronca, el desencanto o el fracaso.
Puede argumentarse como lo sostiene Valery
que ”El orgullo más fiero nace, sobre todo, en ocasión de una impotencia”.
Tenemos la obligación de sentirnos
externamente orgullosos porque tampoco es cuestión de andar ventilando pesares,
pero aquí dentro del pecho, en lo íntimo e inviolable del alma, no hay orgullo
que aplaque aquellos otros sentimientos de bronca, desencanto y fracaso que
para colmo se acentúan cuando ha pasado el efecto de la anestesia.
Ahora hay que volver a la normalidad de lo
cotidiano, del día a día, de lo acuciante, de lo que para muchos es el trauma
insoslayable de una realidad adormecida por la magia del fútbol mundial, que
nos tuvo como protagonistas esenciales no tan solo sobre el césped, sino en
cualquiera de las ciudades donde se presentara nuestra Selección.
Fue el viaje virtual de 40 millones de
gritos, de ansias, de voluntades que se posaban sobre la espalda de los
principales artífices de esta historia que fueron los jugadores.
Ya pasó todo: la hidalguía de la derrota, la
cuestionable actuación del árbitro y la curiosa actitud brasileña a la hora de
embanderarse con nuestros rivales, luego de su cuarto puesto y casi bochornoso
final si lo calificamos deportivamente.
La hazaña argentina frente a Holanda, el
arquero sorpresa, los chispazos de Messi, la emotiva y permanente entrega de
Mascherano, la exclusión de Tévez, la venta marginal de entradas o el Botín de
Oro son hechos que ya se transformaron en historia, como si hubieran ocurrido
décadas atrás.
El Mundial 2014 ya pasó.
Ya fue, lo gozamos y lo sufrimos.
La cuestión ahora no radica en remover los
escombros, buscar víctimas o señalar culpables.
Por nuestra sed, tenemos la obligación
cívica de buscar el oasis cuando sabemos que lo anterior fue un alucinante
espejismo.
Y retomar las banderas del trabajo, del
estudio, de la producción, del esfuerzo, de todo lo digno que nos hará grandes
aunque el escenario nacional muestre componentes como corrupción, inseguridad,
impunidad, autoritarismo y en muchos casos abandono, sin desconocer algunos
logros genuinos en beneficio de la gente.
Porque si tuvimos la grandeza, la voluntad,
el fervor y el compromiso que nos llevó a ser segundos en el exigente y
transpirado mundo del fútbol, tendríamos que aplicar la misma fórmula para
lograrlo en otros trascendentes aspectos de la vida ciudadana.
Seamos patriotas en el deporte y fuera de
él.
Un añejo proverbio danés ahorra cualquier
otro comentario: “Es sobre la tierra donde tenemos que pisar, aunque queme como
un hierro al rojo vivo”.
LAS
PLACAS DE LA DISCORDIA
A lo mejor existe algún antecedente previo
al reiterado chasco con la escultura ¿homenaje? a Ana Frank.
Pero lo de las placas a los cuarteteros,
insignes y calificados exponentes de una cordobesa cultura “popular”, sin que
esto signifique ningún tipo de discriminación no representa a todos, supera los
más delirantes episodios de la historia mediterránea en materia de tragicómicos
desencantos.
¿Fue apresuramiento?
¿Fue sabotaje intelectual?
¿Fue una pesada y costosa broma de algún
travieso empleado?
¿Fue un atentado a la ortografía?
Si algo de memoria tenemos, estamos
obligados a recordar que el papá del actual intendente, una vez se negó a
recibir un diploma oficial porque en coquetas letras góticas (creo que fue así)
en lugar de su nombre verdadero lo habían rebautizado “Juan Bautista Mestre”.
Conocido era el carácter del mentor y
ejecutor como Intendente Municipal, entre otras obras, de la Costanera porque ni
siquiera cayó a la hipocresía de disimular su enojo y lo manifestó
abiertamente.
Gracias a Dios, Alah, Jehová, Visnú y
Brahma, que no hay cesantía por papelón porque ya habrían rodado varias testas
y tendríamos otra vez a los municipales -como es su costumbre natural- saturándonos
con su estado de asamblea permanente “en solidaria defensa de los injustamente
sancionados”, siempre que el irresponsable no haya sido un jefe integrante de
la planta política.
Y todo es asimismo un llamado de atención,
para que los conductores de las distintas áreas operativas, se fijen muy bien y
controlen presencialmente y no desde sus despachos, lo que hacen sus
subordinados.
No sea cosa que en las obras cloacales, se
equivoquen con los caños e inunden de caca y otras porquerías nuestra perfumada
peatonal.
LA MEGACAUSA
Debido a que la Provincia de Córdoba,
como querellante, continúa participando y apelando en juicios de la causa
Registro, el tema ha quedado repicando.
Enseña la doctrina que el querellante es
la víctima, el ofendido, el damnificado y el portador del bien
jurídico lesionado.
En el proceso judicial esta figura
permite mejorar la posición de la víctima, poniéndola como
protagonista y posibilitándole conocer y controlar
la persecución penal por parte del Ministerio Público.
Para ser legitimado como querellante es
de regla que se trate del ofendido y afectado por el delito.
El bien jurídico es todo aquello, material e
inmaterial, protegido efectivamente por el Derecho: la libertad, la salud, la
vida, el patrimonio. Habrá delito, y su respectiva pena, cuando lo que debe
protegerse resulte afectado.
En las causas del Registro se investigan
delitos de falsedad documental para la apropiación de inmuebles, estando en
juego, como bien jurídico, la
Fe Pública.
Esta
Fe es la confianza colectiva en determinados valores u objetos, en este caso
los documentos públicos.
Víctimas son los titulares de los
inmuebles falseados y, claro, la citada fe ciudadana. Sin embargo, es un dato
curioso que estos damnificados, que debieran ser querellantes particulares,
existen en muy pocos casos, llegando al extremo de que en uno de los juicios el
verdadero dueño es el mismísimo condenado, a quien, luego de mandarlo a la
cárcel, le devolvieron su tierra.
En este contexto, resulta complejo entender
el rol del Estado Provincial sentado a la par del Ministerio Público y adueñado
del papel de ofendido.
A
ningún sensato observador escaparía que los delitos cometidos en el seno
del Registro no pudieron realizarse sin la participación del poder, ni que
nombres de altos funcionarios se han ventilado en las audiencias.
Por ello, la provincia no puede ser querellante,
tampoco un mero espectador y debe asumir su responsabilidad entre los
investigados, situación que, al igual que ocurriera en Buenos Aires, debiera
marcar la Justicia.
Si el
rol de querellante permite conocer y controlar la persecución penal, la
asignación equivocada de ese rol sólo asegura la impunidad para los verdaderos
culpables. Si la Fe Pública
está golpeada, dañar la credibilidad en el sistema judicial la quebrará
para siempre.
Por esto, como dijimos el domingo pasado,
esperemos que el árbitro no esté “arreglado”.
Por supuesto que para muchos argentinos que
han colocado al joven vicepresidente en una apresurada condición de culpable,
el hecho que ocupe de manera provisoria la primera magistratura del país no
deja de ser una provocación nacida de la soberbia del poder.
Lo mejor es no pretender ganarle a los
tiempos y aguardar que la justicia, siempre que no reciba presiones o chicanas
políticas e ideológicas, siga actuando con la independencia que consagra
nuestra Constitución y muchas veces suele caer en desuso frente a los elevados
intereses que existen en juego.
Así las cosas, la función del joven rockero,
ahorrativo y emprendedor Aymèe Boudou, se limitó a un par de cuestiones
protocolares, seguramente siguiendo las instrucciones de ni siquiera tocar una
lapicera para firmar nada, salvo que fuera su pedido de licencia.
Pero se dio el gusto, con aplausos de barra
incluidos, de recibir al presidente de una de las potencias más importantes del
mundo.
Dicen que abrocharon un acuerdo -en este
caso lo hizo la señora presidenta- que nos aportará oxígeno a las exhaustas reservas
argentinas, aunque será complicado que se tomen en serio esos dineros en moneda
china.
No es que se dude de la economía del
gigante, sino que es solo cuestión de memoria corta: una década atrás, cuando
se inició esta década ganada, los mismos chinitos le hicieron anunciar al
gobierno argentino que traerían inversiones por 20 mil millones de dólares.
Se olvidaron o están secos, porque de eso no
llegó nada y quedaron flotando las dudas acerca de la seriedad de esa promesa.
Aunque después de todo, diez años más, diez
años menos, ganados o perdidos, para muchos es lo mismo.
Porque lo que ha cambiado, casi no se nota.
Habrá que ver, con el tiempo, si en su
intrascendente interinato, Aymèe Boudou usó la lapicera.
Llegó al centenario, cumplió -días más o
días menos contando los años bisiestos- nada menos que 36.525 días, o 5217
semanas, algo así como 876.600 horas y ni hablemos de los minutos.
Ella es mi Tia Blanquita, hija de Faustino
Cirilo Ferrari, primer escribano jubilado en Córdoba y de doña Servanda Molina.
Blanca Azucena es hermana de mi Viejo el
Coco quien se fue sin regreso cuando tenía bastante menos de la mitad de siglo
porque su enfermedad fue más veloz que la ciencia.
Si me pusiera a hurgar en la historia
familiar, estoy seguro que Blanquita se llevaría cómodamente los laureles en
esa materia tan difícil que no todos aprueban y que se llama lucha por la vida.
Crió nueve hijos, mis primos, desde la
seguridad y los medios económicos que se podían permitir con el buen trabajo
del Flaco Antonio Sosa, su esposo, uno de los que con su esfuerzo contribuyeron
allá promediando la pasada centuria a la materialización del dique Los Molinos.
Sosa, ferviente y practicante católico, no
toleró los ataques del gobierno de entonces contra la Iglesia y cosa rara por
esos tiempos, no se calló y pagó junto con su prole el despido y la
desocupación, alto precio que imponía la intolerante prepotencia del poder.
Y la Tia Blanquita firme
en la lucha por la subsistencia de sus hijos, por la educación de todos, por la
atención a una familia que “se aconejó” y endulzó en su crecimiento, la vida la
vacunó contra la injusticia dándole por ahora 35 nietos y 37 bisnietos que
cuando se juntan es una multitud de esa religión que le llaman alegría.
Ocurrente, pícara, generosa con el prójimo y
poseedora de una lucidez impropia a su edad, la Blanquita nunca dejó su
buen humor en la adversidad que la castigara porque nada mejor para superar una
calamidad que enfrentarla como ella lo hizo sin lloros ni lamentos, pero con la
firme convicción que adorna a las Madres dueñas de un profundo sentido
protector.
Cantaba, curtía el piano y siguiendo una
corriente de la época, se diplomó en “corte y confección”, lo que ahora es
“diseño y alta costura”.
Este mediodía en Alta Gracia que es donde
vive, mi tía del siglo se volvió a encontrar con sus afectos; con el cariño de
todos los que la conocemos vital, divertida y dotada de una ternura contagiosa
que los años no han aplacado.
¡Cuántos miles de besos le debemos los que no
la vemos hace tiempo y ahora pudimos hacerle crujir dulcemente sus huesitos!
Fueron momentos mágicos, como cualquiera de
esos días que uno sale a caminar la vida con unas ganas enormes de pagar sus
deudas.
Porque las deudas del cariño y del amor son
seguramente las que más lejos están de la usura pese a que acumulan cuantiosos
intereses.
Lo mejor, estar al día y no atrasarse jamás.
Porque una tía es casi igual que la Mamá, pero no te reta ni te
controla que tengas las uñas limpias.
Ni te tira las orejas ...
Ni te tira las orejas ...
Para ella, mi eterno cariño
LA NUERA Y EL NEPOTISMO
Es recontra sabido que para progresar en el
terreno político, lo mejor es adquirir notoriedad y tratar siempre de no
bajarse de ese esquivo escenario.
Eso debe haber ocurrido con el nombramiento de la pareja -antes las malas
lenguas, los diarios y las vecinas le llamaban concubina- del hijo
presidencial, ese muchacho sureño mentor y capo de La Cámpora, brazo joven e
ideológico del mundo K.
El nepotismo es una de las prácticas más
corrientes dentro del poder y no es necesario citar ejemplos que ya vivimos
desde el fondo de la historia.
Lo primero es la familia y asegurarse una
buena jubilación, por si los ahorros no alcanzan y además es cumplir con aquel
viejo dicho: un hijo siempre viene con un pan bajo el brazo.
La nombraron en un cargo santacruceño con
pomposa denominación que consta de varias palabras, ya que a la odontóloga
María Rocío García le crearon la función de Coordinadora de Articulación Local
de Políticas Socio Sanitarias de la Provincia, con un sueldito nominal de 32 lucas
que seguramente se abultará con zona desfavorable, horas extras, viáticos y
viento en contra.
Coordinadora de Articulación Local de
Políticas Socio Sanitarias de la provincia de Santa Cruz, y nadie tiene derecho
a sembrar dudas acerca de la capacidad profesional de esa flamante funcionaria.
Sin embargo y para no dramatizar, se me
viene a la cabeza un añejo cuento cordobés, el de dos amigos que se encuentran
y uno le dice al otro:
--Loco, me nombraron en el Ministerio
Provincial de Planeamiento Estratégico y Políticas Relacionadas con la Industria de la Alimentación.
--¿No me digai? Le respondió el amigo,
agregando:
--Te felicito … ¿Y que hacés ahí?
--Café …
DESINDUSTRIALIZACION
Y CONSECUENCIAS
En el portal iProfesional.com apareció un
interesante análisis de la realidad argentina con relación a ala baja calidad
de la manufactura especialmente en los electrodomésticos.
Le voy a leer los párrafos salientes:
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