El
papá del actual intendente, ya había sido víctima
de
un grueso error: en un diploma lo “rebautizaron”
A
lo mejor existe algún antecedente previo al reiterado chasco con la
escultura ¿homenaje? a Ana Frank.
Pero
lo de las placas a los cuarteteros, insignes y calificados exponentes
de una cordobesa cultura “popular”, sin que esto signifique
ningún tipo de discriminación no representa a todos, supera los más
delirantes episodios de la historia mediterránea en materia de
tragicómicos desencantos.
¿Fue
apresuramiento?
¿Fue
sabotaje intelectual?
¿Fue
una pesada y costosa broma de algún travieso empleado?
¿Fue
un atentado a la ortografía?
Si
algo de memoria tenemos, estamos obligados a recordar que el papá
del actual intendente, una vez se negó a recibir un diploma oficial
porque en coquetas letras góticas (creo que fue así) en lugar de su
nombre verdadero lo habían rebautizado “Juan Bautista Mestre”.
Conocido
era el carácter del mentor y ejecutor como Intendente Municipal,
entre otras obras, de la Costanera porque ni siquiera cayó a la
hipocresía de disimular su enojo y lo manifestó abiertamente.
Gracias
a Dios, Alah, Jehová, Visnú y Brahma, que no hay cesantía por
papelón porque ya habrían rodado varias testas y tendríamos otra
vez a los municipales -como es su costumbre natural- saturándonos
con su estado de asamblea permanente “en solidaria defensa de los
injustamente sancionados”, siempre que el irresponsable no haya
sido un jefe integrante de la planta política.
Y
todo es asimismo un llamado de atención, para que los conductores de
las distintas áreas operativas, se fijen muy bien y controlen
presencialmente y no desde sus despachos, lo que hacen sus
subordinados.
No
sea cosa que en las obras cloacales, se equivoquen con los caños e
inunden de caca y otras porquerías nuestra perfumada peatonal.
Gonio
Ferrari
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