EPEC:
VELOZ PARA COBRAR,
BUROCRÁTICA
PARA PAGAR
Los
atrasos en el pago de su pésimo servicio, sufren
un
recargo automático en la facturación que elabora
la
empresa provincial. Pero es penosamente tardío y
engorroso
el trámite para llegar a cobrar -con suerte-
por
los daños que se originan en los cortes, como así
también
por las sobrecargas de energía posteriores a
la
interrupción de cada prestación. EPEC es dueña de
la
suerte o la desdicha de particulares y comerciantes
Cuando
en honor a la verdad ya no quedaban argumentos para sostener la
visible e injuriosa ineficiencia y decadencia de la EPEC, sus
autoridades sin dudas fogoneadas por el gobierno provincial, tuvieron
que caer a un acto de sincericidio y reconocer errores de conducción
y otras falencias, al anunciar que los cortes se repetirían, como
siempre, en el verano por el calor, en invierno por el frío y en la
temporada de vientos por el viento.
Más
claro imposible.
Tan
claro, como que en los últimos 14 años de gobierno del mismo signo
poco o nada se hizo para prevenir lo que era cantado, ni para
corregir lo que resultaba inevitable hasta para el más incapaz de
los funcionarios.
La
empresa que es en realidad casi una bolsa de trabajo
político-familiar donde se suceden los apellidos como castas y los
apadrinados tanto por el gremio como por los funcionarios, viene
injuriando a los cordobeses con su obsolescencia, su tendenciosa y
engañosa publicidad y una “eficiencia” que ha ingresado al reino
de la risa luego de abandonar sus viejos laureles de calidad.
Es en
cambio muy eficiente a la hora de cobrar y de aplicar recargos por
demoras desde un día después de cada vencimiento, con una tarifa
elevada con relación a lo que se cobra en otros puntos del país, y
prestándose a la complicidad del cobro compulsivo de un monto
destinado -o no- a combatir los incendios, supuesto apoyo económico
a cuarteles de bomberos voluntarios cuyos integrantes deben realizar
rifas y alquilar sus instalaciones para fiestas particulares, como
forma de sostenerse.
Y a
la hora de responder por los daños y las pérdidas que
indudablemente ocasionan sus cortes o los envíos de sobrecargas, los
usuarios deben peregrinar meses y meses en procura que la EPEC
reconozca su responsabilidad e indemnice a los afectados.
Denuncias,
papelerío, inspecciones que se prometen y no se cumplen, en un
maligno juego burocrático que es una ofensa para quienes pagando la
tarifa más alta del país, sostienen ese sistema perverso.
A la
gente que pierde electrodomésticos, a los comerciantes que se les
pudre la mercadería o a los enfermos que ven inutilizables sus
medicamentos, no les interesa cuáles son las empresas asociadas, el
sistema interconectado nacional ni los tercerizados que intervienen,
porque ellos pagan a la EPEC, según consta en las facturas.
Cuando
la reparación del daño es remisa y pachorrienta, es como si se
estuviera jugando con la desesperación de la gente para ganarle por
cansancio y eso está más cerca de la canallada que de las imbéciles
y pretendidas justificaciones.
EPEC
tiene la obligación social y solidaria de la celeridad, como exige
celeridad en el pago de su pésimo servicio.
No se
trata de un capricho, sino de hacerle entender a la empresa que esa
actitud debe ser parte innegociable de una exageración que ellos, al
cobrarla jugosa e injustamente -así lo poco que incidiera en el
presupuesto- pomposamente le llaman eficiencia.
Gonio
Ferrari
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