SI
ES UNA MENTIRA PARA
DESESTABILIZAR,
QUE LA
VERDAD
LA FORTALEZCA
“Sin
la justicia, ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores?”
(San Agustín).
En
tanto, Santo Tomás sentenciaba que “La corrupción de la justicia
tiene dos causas: la prepotencia del poderoso y la astucia del
sapiente. La astucia del sapiente que le demora los juicios
indefinidamente y, por supuesto, muchas veces la prepotencia del
poderoso que impone condiciones”.
Son
tan curiosas y hasta maquiavélicas algunas actitudes de los
políticos que suele ser necesario acudir más que a las leyes, a la
imaginación en el afán por descubrir sus intereses, tramas e
intencionalidades que por lo general son poco santas.
Existen
denuncias, presentación de fundamentos, probanzas y otros detalles
que hacen a la seriedad del planteo que involucra en un caso
particular a la máxima autoridad del país, aunque una de sus
principales espadas sostenga que en ningún país serio del mundo
allanarían una propiedad presidencial, y allá él con su concepción
de la seriedad.
Aníbal
Fernández incurre así en la imprudencia de certificar una inocencia
que técnicamente no le consta, con el agravante de ubicar a su
patrona en una posición de privilegio con relación al declamado
concepto que todos somos iguales ante la ley.
Pero
si dejamos de lado esos movimientos chicaneros tanto de un sector
como del otro, nos debe quedar un terreno libre de sospechas y
suspicacias; de condenas y de absoluciones; de intrigas y de manoseo
mediático, para dejar el asunto en manos de una Justicia que para el
poder, en algunos casos es confiable y en otros, la peor de las
defraudaciones a la fe pública según sean sus dictámenes.
No
es una injuria a la investidura de nadie si de someterse a la
Justicia se trata, porque si se sostiene inocencia nada mejor que
permitir consolidarla a través de una justicia democrática alejada
de ese fantasma de la dependencia política que también según el
caso se le endilga.
Descalificar
a quienes administran justicia bien puede ser tomado por algunos
sectores antagónicos al poder central, como algo cercano a una
confesión de culpabilidad, y eso no le hace bien a la República, a
la sociedad ni a las instituciones.
La
verdad es por lo general una victoria sobre los tiempos de la
falsedad y del embuste, porque si evocamos la sapiencia de Sófocles,
coincidiremos sin dudas ni vacilaciones con su pensamiento acerca que
“una mentira nunca vive hasta hacerse vieja”.
Gonio
Ferrari
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