TODAVÍA NO EXISTE LA
PRÓTESIS DE CEREBRO
Aunque los cordobeses no somos
inventores del humor,
algo sabemos en cuanto a crearlo
incluso en situaciones
adversas o dramáticas. Uno de los más
negros ejemplos
es la rica e inagotable fuente que
aportan los velatorios.
Quien dijo que el humor de Córdoba ha
muerto, seguramente no quiso llegar tan lejos en cuanto a un enfoque negativo
del tema y siendo indulgentes, nos hizo pensar que quiso decir, a lo mejor, que
ese distintivo de nuestra personalidad se encuentra en estado de letargo o si
se quiere ser “fashion”, sostener que está en “stand bye”.
¡Hay tantos exponentes de ese arte
genuinamente mediterráneo central!
Cosechan fama, premios y cospeles en el país
y en el exterior.
Todo esto, para asegurar que no será un
porteño el que nos enseñe ese arte de la graciosa creatividad, a veces
intelectualizada y hasta el colmo plagiada sin pudor y sin medida y en tal
sentido aún flota la imagen de Hortensia, que alimentó durante años a los
graciosos de la TV
nacional.
Por eso, cuando Randazzo dijo lo que dijo,
que no me venga ahora a decir que lo dijo en otro sentido, porque no hay peor
copiador de nuestro humor, que un porteño queriéndose hacer el cordobés: lo
dijo con una pretendidamente suave y aplaudida inocencia, cargada -al menos
para los que gustamos del humor respetuoso- de inocultable mala leche.
Y cuando acosado por el repudio generalizado
ante el atropello, buscó disculparse con un pretexto infantil, más se hundió porque
desnudó una carencia absoluta de criterio e inteligencia a la hora del discurso
político, dado que si fuera lúcido y sensato hubiera elegido cualquier atajo
para evitar la palabra “manco” o algún otro vocablo que no supusiera burla o
menoscabo.
Obviamente y por disciplina corporativa, la
prensa “K” concentrada salió en su defensa y su disculpa, en una causa más
indefendible que la de Videla, de Hitler o de Stalin.
Ni siquiera una de las más calificadas y
leídas voces del modelo nacional y popular -acusada en un libro de reciente
aparición de “haberles metido el perro”- saltó a la palestra intentando
justificar al candidato estrella en sus dichos, que no persiguieron otro
objetivo precomicial que descalificar torpe y vilmente a un adversario.
Desde el poder se optó por lo acostumbrado
de no reconocer jamás una culpa propia, transfiriéndola a los “medios
concentrados de la opo”.
Sciolli con el penoso episodio se ahorró la
pegatina de miles de afiches, porque le hicieron el favor de colaborar en su
campaña, dándole una mano de la que se burlaron.
Y Randazzo, bendecido y santificado, debe
haber aprendido a fuerza de papelón y ofensa, que existen prótesis de mano pero
deberá aguardar un tiempo hasta que alguien invente la de cerebro.
Gonio
Ferrari
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