Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del 17/5/15 emitido por AM580 Radio Universidad de Córdoba.
¡AL FIN LA
POLICÍA EN LAS CALLES!
Ha hecho ayer su debut en las calles
cordobesas una nueva fuerza destinada al control del tránsito, tan caótico en
cualquier momento y más cuando, por ejemplo, en tiempos que el inventor del
cordobesismo quiere ser presidente.
Ayer fue el bautismo de fuego de los zorros
azules, sin molestos ni estridentes silbatos pero con patrulleros, motos,
armas, comunicaciones y una enorme cantidad de efectivos que tuvieron la tarea
de bloquear y aislar como cien manzanas alrededor del estadio de Belgrano,
donde el candidato ocupó el escenario para intentar que la gente crea que no es
peronista, como los demás que están en el gobierno nacional y a veces juran que
lo son.
Con nuestros recursos, los recursos de toda
la gente y no solo de sus compañeros de ruta ideológica, De la Sota no hizo un acto para
volver a prometernos y no cumplir, que se ocupará del narcotráfico, de la
inseguridad inmanejable, del brutal endeudamiento de la provincia, de la tasa
vial o del escandaloso despojo a los jubilados.
Con la policía que está para controlar a la
delincuencia fabricó una isla, como alguna vez dijo gobernarla Angeloz y De la Sota se quejaba, mientras los
delincuentes que realizan mejor inteligencia que la policía, ayer se hacían un
picnic en cualquier otro rincón de la ciudad.
El control del tránsito es de incumbencia
municipal, así venga el Papa, aunque en esos casos especiales es normal la
colaboración policial, pero no para un acto político partidista solventado con
fondos que son el sacrificado aporte de los cordobeses.
¿Seguirá sosteniendo el Jefe de Policía, que
trabaja para todos?
Y cuando nosotros, esos cordobeses clamamos
por tener a la policía en la calle, no era para que fuera de esta alocada,
ridícula y costosa manera.
Acerca del fogoso discurso del utopista,
prolija y costosamente difundido por canales porteños, donde no lo conocen ni
conocen la realidad cordobesa, pintó un edénico panorama provincial como
ejemplo a implantar en el país, de lo que Dios guarde a los argentinos.
Habló del mentiroso 82 por ciento móvil a
los jubilados, pero olvidó confesar que a lo mejor su campaña, está en parte
solventada con lo que les retiene caprichosamente a los pasivos, cuyos aumentos
son percibidos seis meses después, ya licuados por la inflación.
Ninguna mención a la confiscatoria tasa
vial, implantada con la prepotencia de su unicameral para destinarla a los
caminos, mientras la clausurada ruta de El Cuadrado es un himno a la
improvisación y la corrupción.
Por supuesto del narcotráfico y su brutal
crecimiento con todas sus secuelas en la sociedad no se ocupó, pero subrayó los
planes primer paso y otras formas del acostumbrado asistencialismo.
Pero llenó el estadio de Belgrano llevando
casi 600 ómnibus con simpatizantes desde los barrios y toda la provincia y
cerrando un amplio sector de la ciudad donde ni siquiera las ambulancias se
podían desplazar por el enorme caos que generó ese exagerado bloqueo urbano que
se mantuvo por 12 horas.
Si así, con ese descriterio, De la Sota piensa manejar el país,
es probable que le ganen los votos en blanco.
FAYT
ESTÁ VIEJO Y BOUDOU ES BUENO
Y la orden de actuar de esa manera proviene
de quien, también alegremente y basándose en su propio diario -ese que le
preparan con buenas noticias- sostiene que las demandas salariales de los
trabajadores argentinos son una exageración, haciendo comparaciones con España
y cuestionando a los “descamisados” o “cabecitas negras” con la pregunta “¿En
qué mundo viven?”.
Los trabajadores, señora, vivimos aquí
donde la inflación real que su gobierno dibuja, manipula o esconde, supera
generosamente el 30 por ciento anual mientras que en la España que Ud. toma como
ejemplo, llega al 3 por ciento -y no se oculta- o sea una décima parte.
¿Vale la pena hacer algún análisis más
profundo de nuestra realidad?
Los temas Fayt, Boudou y demandas salariales
son emblemáticos.
Con esos simples detalles, podemos tomar
conciencia que la diferencia radica en la
vulnerabilidad de cada uno.
Una cosa es centrar el ataque en un prócer
vivo ya cansado de que intenten menoscabarlo y descalificarlo y otros que han
hecho del poder una coraza y un himno a la impunidad.
La peor de las diferencias es que si Fayt
padece una patología no tardará en hacerse pública.
Otros casos resonantes pero sombríos aunque
bipolarmente evidentes y pese a la "juventud relativa" son secretos
de Estado y ni siquiera aparecen en el recóndito “diario de las buenas
noticias”.
Y haciendo memoria -un ejercicio que muchos
evitan- no recuerdo a ninguno de los actuales peronistas arrebatadores y
usurpadores de banderas ajenas, cuestionar en su momento la edad octogenaria de
Juan Domingo, que por si lo ignoran, fue general del Ejército Argentino.
Ni tampoco reconocer que a Carlos Saúl I de
Anillaco, que carga varias décadas y está pisando los 84, lo plumerean,
empelucan y maquillan cada vez que lo necesitan para dar quórum o votar algo a
favor de la corporación “K”.
Lo único que les importa, los pone
nerviosos, agota las existencias de Alplax y Rybotril y les hace seguir el almanaque
día a día, hora a hora y minuto a minuto, es la edad y lo que pueda hacer un
viejito nonagenario que solo pretende que lo respeten.
Posiblemente resuelva alguna causa, pese a
su edad, evaluando que todavía es útil, hábil, preparado y experimentado para
ocupar su sillón de Ministro de la
Corte y estar orgulloso de la honestidad que lo acompaña,
nada menos que desde hace 97 años.
En lo personal, dudo que Boudou, ahora casi
canonizado, pueda sentir lo mismo con solo mirar un lustro hacia atrás.
BOCA-RIVER, EL GRAN ESCÁNDALO
Duele a veces escuchar, a la luz de los
últimos episodios violentos ocurridos con relación al fútbol adentro y afuera
de la cancha, que tal actividad es una fiesta.
Tonto entonces, aquel que concurre a una
fiesta para que lo insulten, lo golpeen, le roben o en el peor de los casos no
le permitan volver vivo a su casa.
¿Será por eso que nuestra incultura
deportiva mantiene un alambrado con púas entre el público y el césped donde
están los jugadores y decenas de policías pertrechados como para una guerra?
¿Será por eso que existe un derecho de
admisión a los estadios?
¿Alguien recuerda lo que eran los hooligans
en Inglaterra, que fueron desarticulados en su agresiva costumbre de generar
disturbios así porque sí?
Mientras el mundo en cuanto a estas
cuestiones avanza, aquí retrocedemos a tiempos cavernícolas, porque la
violencia está en la dirigencia, en las barras bravas, en los jugadores que los
mantienen, en los árbitros deshonestos, en el periodismo interesado y
complaciente y en el gobierno y los políticos que no ponen orden, porque se
quedarían sin el apoyo de la prepotencia organizada que con frecuencia convocan
para sus mitines o protestas.
Boca y River, o River y Boca han plasmado un
doloroso ejemplo de lo que no debe ser; de lo repudiable; del descontrol, de la
deshumanización del más apasionante de los juegos que es el fútbol.
El delictivo escándalo más reciente no es
otra cosa que la eclosión de la impunidad, desde el arquero Orión que aplaudía
a los violentos hasta el ministro Berni que negaba que hubieran entrado
bengalas y la tribuna parecía la apertura del Festival de Cosquín.
Fue gas mostaza, fue ácido, fue cualquier
sustancia eso es lo de menos porque lo importante es el daño, la puñalada que
hirió a la gente amante del fútbol, y es cuando uno se explica por qué la
familia dejó las tribunas y ni siquiera los niños se deleitan con el
espectáculo.
La sanción a Boca más que leve es
escandalosa, porque 200 lucas verdes las sacan con una mínima parte de los
derechos televisivos y perder frente a River por la Copa Libertadores estaba dentro
de lo que podía ocurrir en la cancha, o sea que era un riesgo potencial.
Y lo peor es que nos queda esa terrible
certeza, que a veces se traslada a otros segmentos sociales ajenos al fútbol,
que la impunidad ha ganado la batalla.
Y eso, para cualquier argentino bien nacido,
es lamentablemente doloroso.
POR QUÉ FAYT ES CULPABLE
“No fue cómplice de la
dictadura. No hay una foto, una declaración, un gesto suyo de cercanía con los
militares.
Nadie le descubrió una fortuna incalculable
y, menos que menos, una que no pueda justificar.
No compró terrenos fiscales a precio vil.
Nunca defendió la idea de que se necesitaba
matar gente para que la
Argentina fuera un lugar más justo.
No escapó jamás de un pedido de captura por
parte de un juez.
No acusó a nadie de homosexual, de
drogadicto o de cómplice de la dictadura para triunfar en una pelea menor.
No lucró gracias al desalojo de personas
humildes.
No intentó comprar una imprenta de billetes
con plata del Estado, ni participó de la administración fraudulenta de un plan
para construir viviendas sociales.
No usó anillos de brillantes, ni debió
realizar un acuerdo judicial para frenar un proceso abierto cuando se descubrió
que tenía prostíbulos en sus varios departamentos, ni fue ñoqui del Senado.
No fue menemista, cuando todos los
trepadores lo eran.
No fue duhaldista, cuando todos los
trepadores lo eran.
No fue kirchnerista, cuando todos los
trepadores lo eran.
Es más: cuando en la Corte había jueces que
constituían la mayoría automática de Menem, él resistió.
Sus votos en minoría durante esos años son
realmente ejemplares.
Por eso, cuando luego del 2003 se inició un
proceso virtuoso de renovación de la Corte Suprema , nadie le pidió que se fuera, y ya
tenía más de 80 años.
Fayt es un caso extraño y no le pueden
encontrar otro pecado que uno biológico: haber cumplido años.
La primera que lo denunció por viejo fue la
presidenta de la Nación
en julio de 2013. Estaba peleada con la Corte porque no le dejaba pasar un proyecto de
reforma judicial por el cual los jueces serían elegidos en las boletas de los
partidos políticos, o sea, que quien ganara la elección se quedara con la Justicia. Entonces ,
Cristina Fernández calificó a Fayt en Twitter de "juez centenario".
A los pocos días, Justicia Legítima organizó
un acto frente a Tribunales. Allí fueron, entre otros, los diputados
oficialistas Héctor Recalde y Carlos Kunkel y había colectivos y una gran
muchachada con remeritas de La Cámpora. Antes del primer orador, se realizó
sobre la tarima una representación artística donde aparecía un juez decrépito,
que se movía con un andador y al que dos asistentes le pasaban el plumero y
ayudaban a limpiarse los mocos.
Así trataron a Fayt, sin que ni la Presidenta , ni ningún
ministro, ni ningún integrante de Justicia Legítima, ni los prestigiosos Raúl
Zaffaroni, Horacio Verbitsky, Carlos Arslanian o Julio Maier, dijeran una
palabra sobre eso.
El operativo de estos días se inició el 3 de
mayo cuando Verbitsky opinó que Fayt no entendía lo que firmaba. Para sostener
esa afirmación, no aportó un testimonio de un médico, o de un familiar, o una
radiografía, un análisis de sangre, un fallo disparatado, una filmación.
Era solo su palabra. Algo que alguien dice.
Verbitsky fue desmentido por la hija del
juez. Pero el jefe de Gabinete amplificó esa versión, la presidenta de Madres
de Plaza de Mayo calificó como “momia” a Fayt y el periodismo oficialista se sumó, militante como
siempre, al coro. Por si fuera poco, un grupo de diputados se constituyó en una
especie de tribunal popular sanitario para determinar si Fayt está lúcido o no.
En los viejos regímenes stalinistas de
Europa del Este, se solía decretar que los disidentes estaban locos y se los
encerraba. En este caso, se trata de una mueca triste, un reflejo del enojo de
una Jefa que, con cierta periodicidad, pierde las proporciones y nadie, en su
entorno ni en su fuerza política, le resiste los caprichos.
Todo se puede discutir: la edad límite para
ser ministro de la Corte ,
el estado de salud mental de un Presidente, qué hacer con un vicepresidente
procesado y como deben variar los exámenes de conducir a medida que uno
envejece.
Es probable que 97 años sean demasiados para
que alguien ocupe un cargo tan sensible. Pero también puede ocurrir que, a esa
edad, haya personas lúcidas que no deseen retirarse. Para evitar
subjetividades, la sociedad democrática eligió el estado de derecho. Si la ley
establece determinados mecanismos para remover a alguien, esos son lo que se
deben aplicar. Pero hay leyes no escritas: humillar a una persona mayor, solo
por la edad que tiene –o a cualquiera, por lo que sea– no parece ser un método
que distinga a quienes lo aplican.
Fayt seguirá en el cargo hasta que él quiera
porque el Gobierno no tiene los dos tercios de ambas cámaras para tirarlo por
la ventana. Salvo que lo quiebren, o que la presión de estos días deteriore
radicalmente su salud. Por eso, todo lo que pasó refleja una dosis apreciable
de torpeza política.
Pero lo que más sorprende no es eso, sino la
vocación de tanta gente por ser fuerza de choque y la de tanta otra por el
silencio ante la prepotencia y el intento de humillación de personas íntegras.
La así llamada “década ganada” está plagada
de episodios tan elegantes como este donde la lucidez no es lo que abunda. Y el
culpable de que eso haya sido así no es, justamente, el juez Carlos Fayt.
En todo caso, alguien que en este país
tormentoso solo tiene la culpa de cumplir años, es una honrosa excepción”.
En algunos espacios periodísticos de la
semana se ha polemizado sobre el uso de la prisión o la libertad en personas
acusadas de delitos graves, en relación con el último dictamen de la Corte sobre la prisión
preventiva.
Numerosos fallos han ratificado la vigencia
del derecho constitucional a ser penado sólo después de un juicio justo y el
uso de la prisión en forma excepcional.
En el conocido caso Acosta la Corte Suprema de
Justicia de la Nación
remarcó el mandato de un plazo razonable de prisión preventiva, aún en
circunstancias de excepción o complejidad, entre las que se incluyeron los
delitos graves contra la vida y la integridad de las personas y los de lesa
humanidad.
En la causa del Registro de la Propiedad el Derecho se
invirtió: La regla fue la prisión preventiva y la excepción el respeto al
principio de inocencia y a la libertad. El plazo razonable fue reemplazado por
años de prisión que en algunos casos ni siquiera terminaron en juicio.
No hace falta ser jurisconsulto para
presumir el exceso judicial. Personas comunes, sin antecedentes, con
trabajo, familia y arraigo acusadas de conocer, hablar, ser amigo o compañero
de algún otro imputado, no constituyen, ni por asomo, una excepción.
Tan evidente, que los Organismos
idóneos fallaron en consecuencia, estableciendo la arbitrariedad e
inconstitucionalidad de lo actuado.
Y tan injusto como no tomar medidas
adecuadas para con los delitos graves y sus víctimas, es hacer ojos ciegos al
franco abuso de encierro en esta causa.
Podemos coincidir entonces con el Derecho
Romano en que: "Abusus non usus, sed corruptela."
Dicho en criollo, el abuso no es uso, es
corruptela.
PARITARIAS E INFLACIÓN
Muchas de las discusiones salariales
pendientes han quedado en tiempo de espera y las definiciones se aguardan para
más adelante, pese a que las urgencias no saben de dilaciones, caprichos ni especulaciones.
Desde el poder se aconseja no ir más allá de
un determinado porciento que no supera los dudosos índices oficiales de
inflación, frente a trabajadores que viven una realidad muy distinta al paraíso
que nos pretenden vender en materia de sueldos.
Reconocer la inflación real, para el
gobierno, ha dejado de ser una preocupación en cuanto a la imagen porque visto
desde la óptica crítica, adquiere trascendencia en todos los terrenos de la
vida cotidiana y en el devenir político de los argentinos.
La obligación moral y ética de los que
mandan debiera imponerles un sinceramiento tanto de los números que
prolijamente dibuja el Indec, como la elasticidad de los requerimientos de la
masa trabajadora que es el verdadero motor de la producción.
Mientras las autoridades sigan insistiendo
-con cierta complicidad de algún sector sindical- que se deben imponer límites
a las demandas, el tiempo seguirá pasando y la situación se agravará hasta el
punto de transformarse en tensión y conflictos.
Los trabajadores, postergados en sus
necesidades de actualización salarial, no merecen el maltrato de la desidia o
la indiferencia, que son los padres de la efervescencia, los antagonismos y las
disputas.
Dilatar las discusiones asoma como una
maniobra hasta que el panorama preelectoral se disipe, y eso, la verdad que a
mucha gente le importa tres cominos.
Porque lo importante es saber que todavía se
respeta el viejo rito de la discusión, por encima de las imposiciones y de los
autoritarismos.
CANDIDATOS Y OBEDIENCIA DEBIDA
La historia, más allá de los fracasos que
registra la memoria de muchos argentinos en distintos terrenos, suele ensañarse
cuando se trata de traer al presente barquinazos o infortunios padecidos en el
ámbito de la política o cercanos a ella.
Si es por aceitar los recuerdos hechos
frases o sentencias de culto, se entremezclan “el que apueste al dólar pierde”,
“si deposita dólares cobrará dólares”, “los únicos privilegiados son los
niños”, “que se venga el principito”, “hay que pasar el invierno”, “socialmente
justa, económicamente libre y políticamente soberana”, “tenemos 18 años de
atraso”, “ramal que para, ramal que cierra”, “el granero del mundo”, “la soja
es un yuyo”, “la desocupación está en un dígito”, “con la democracia se come, se educa, etc.”,
“el 82 por ciento móvil para los jubilados”, “la inflación es un invento
mediático”, “hemos eliminado la pobreza”, “la inseguridad es una sensación”,
“por fin estamos desendeudados” y tantos otros dichos que se metieron en
nuestra mente colectiva.
O cuando Carlos Saúl I de Anillaco hablaba
de “la revolución productiva”, “declaro a la corrupción delito de traición a la
patria”, “síganme que no los voy a defraudar” o “de Córdoba a Tokio en una hora
y media”, en tiempos que la simbología y el cotillón peronistas tenían
vigencia.
Y aquella otra sentencia de origen para mí
desconocido, cuando dictamina que “Soldado que huye, sirve para otra guerra” y
no me parece que sea prolija e inexorablemente aplicable a nuestra cotidiana y
controvertida realidad.
Pero pese a mi empeño, no pude conseguir
certeza en cuanto a la autoría de esta última y célebre oración, porque
seguramente su mentor se expresaba con sentido bélico y no político y los
historiadores contemporáneos no la tienen registrada.
Recientemente con un simple llamado a la
cordura, la Sra. Presidente
de todos … y todas consiguió sacarse algunas piedritas que le molestaban en sus
zapatos que pese a no caminar en campaña, la llevan a la búsqueda de algún
poder como para capear los temporales, terremotos y tsunamis que sobrevendrían
si la conducción nacional mutara de signo partidario.
La desbandada por obediencia debida fue y es
una patética muestra de sumisión y falta de personalidad, aparte de configurar
una peligrosa carencia de convicciones en los señalados. Ni siquiera hizo falta
que les gritaran para hacerles arriar banderas y aguardar vientos favorables
cuando pronto llegue el rigor de la “dedocracia”.
Varios claudicaron en sus ansias y
esperanzas de llegar a la residencia de OIivos con sucursal en Balcarce 50 pero
en todos los casos por la edad de la mayoría de los autopostulados, es para
pensar que se resignan con la esperanza del fracaso de quien venga y poder
reemplazarlo en el 2020 como salvadores de la Patria , así la rueda de auxilio se llame
Cristina, Máximo, Sergio o Mongo.
Sin embargo la situación está tan empiojada
que cualquiera que acceda al poder, sea del color que fuere, deberá enmendar
situaciones y remendar mucho de lo mal que se gestionó porque sus prioridades pasarán a ser la
recuperación de la productividad por encima de planes y subsidios, la seguridad
que reemplace a la angustia, la honestidad a la corrupción, la verdad sobre la
mentira en cuanto a nuestra deuda externa y el regreso a la tolerancia que
desaloje al autoritarismo de ver como enemigo al adversario.
Si esas son las metas de cualquier
gobernante, bien podrá decirse que ese soldado, que una vez huyó porque las
armas del enemigo eran demasiado agresivas, ahora vuelve agitando una bandera
blanca de paz, trabajo y armonía porque no quiere recrear una guerra tan
desigual como la que le tocó vivir.
Y es probable que haga suya esa frase de
Valery, cuando dice que “La guerra es una masacre entre gentes que no se
conocen, para provecho de gentes que sí se conocen, pero que no se masacran”.
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