23 de diciembre de 2015

Cierres de rutas y otros bloqueos ---------------

NUNCA FALTAN DESALMADOS QUE DE
UN CONFLICTO NECESITEN UN MUERTO

   Las protestas de índole sindical se desarrollan desde las inofensivas volanteadas pasando por la ruidosa pirotecnia, las barricadas y la quema de neumáticos viejos, hasta llegar a las manifestaciones más dañinas y salvajes, todas en nombre de un derecho mal fundamentado y peor aplicado, porque vulnera derechos de otros sectores de la sociedad.
   En los últimos tiempos y en distintos puntos del país se han venido desarrollando episodios gravísimos que pudieron ser evitados, con la sola aplicación del sentido común, la observancia de las leyes y una mínima cuota de respeto.
   Impedir la libre circulación suele generar efectos insalvables como la pérdida de un vuelo, de un turno médico o de la asistencia a la escuela, pero es necesario puntualizar que de no hacerlo de tal manera que impacte, los resultados serán siempre mezquinos especialmente para la dirigencia sindical que necesita mostrar intransigencia y dureza frente a sus bases, como la mejor manera de asegurarse una continuidad que en muchos casos es vitalicia.
   La historia ha escrito penosos y sangrientos capítulos alrededor de las protestas sindicales y siempre, invariablemente con resultado fatal, ha sido la bandera posteriormente enarbolada como paradigma de lucha, cuando en realidad lo fue de imprudencia y violaciones a las leyes, argumentos que se desdibujan ante la sociedad por lo irreparable de la pérdida de vidas.
   En verdad, es la más efectiva y dinámica manera de desprestigiar a un gobierno.
   La cuestión no radica en prohibir estas muestras de descontento y demanda contempladas en las leyes, sino enmarcarlas en los códigos de convivencia cuyo acatamiento nos diferencia de las bananeras republiquetas de fantoches y de los sistemas nocivamente populistas y demagógicas.
   Y es la injerencia política e ideológica de las cúpulas gremiales lo que le resta fortaleza a estos movimientos porque se sabe que responden a partes interesadas, no siempre en el bienestar de los trabajadores sino en su propio fortalecimiento corporativo y vigencia en la conducción.
   No es bueno caer al perverso juego de la exagerada provocación cuando existen otros estilos para hacerse ver y escuchar. La violencia desmedida, empecinada y dirigida a sus pares trabajadores de otras actividades, enmarca esta situación en el absurdo de la guerra no de pobres contra pobres como suele ocurrir, sino de obreros contra obreros.
   Las fuerzas de seguridad no están sólo para desalojar, apalear e intoxicar con gases a los manifestantes, sino para preservar el orden y la tolerancia entre iguales mientras se acaten las disposiciones que censuran cualquier intento lesivo que menoscabe o quebrante legítimos derechos de terceros.
   Que la prudencia prevalezca por encima de las apetencias y horizontes de los dirigentes para que no tengamos que lamentar la pérdida de ninguna vida, como solapadamente suele surgir de la mano de los vándalos intolerantes, crueles y agresivos ansiosos por consolidar su condición de “carteludos” a costa de la sangre ajena.
Gonio Ferrari

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