DESTRUIR BARRERAS, HACIENDO
CAMINOS Y BUSCANDO ABRAZOS
Hace demasiado tiempo que
lamentablemente el
eje nación-provincia-municipìo muestra
fracturas
en lo que debiera ser una interacción
conjunta en
beneficio de la gente. Es imperioso
restablecerlo.
Por lo general las expectativas
populares ante un cambio que en algunos aspectos se considera traumático,
suelen ser tan desmedidas que nos aportan el penoso nivel de indiferencia
padecido, o nos gratifican con las ansias por respirar aires nuevos cargados de
esperanzas.
La odiosa y dañina pelea que por años separó a la Nación con la provincia de
Córdoba y el municipio capitalino significó una elevada pérdida para la calidad
de vida de la sociedad porque no hubo financiamiento de obra pública ni
refuerzos de partidas presupuestarias para salud, previsión, educación o
seguridad, sumado a otras falencias porque la coparticipación sufrió un severo
recorte en muchos casos debido a divergencias políticas o ideológicas.
Esta caprichosa y malsana costumbre gubernamental y unitaria obligó en
el ámbito provincial a la creación de nuevos impuestos encubiertos bajo el
eufemismo de “tasas” y un incremento en la presión fiscal que hizo necesaria
una participación más activa de Kolektor (empresa de cobranzas asociada a la Dirección de Rentas).
No es posible gozar de bienestar ni progresar si la Nación , la Provincia y la Municipalidad están
enemistadas entre si mientras la población, única víctima de intereses de los que no se beneficia, es triplemente
rehén de caprichos, especulaciones y desencuentros.
Las cosas tienden a cambiar en un escenario ahora propicio para
compartir objetivos comunes dentro de eventuales disensos, pero con la grandeza
de privilegiar los intereses de una sociedad cansada de padecer falencias y
demoras de las que sus únicos responsables son los gobernantes y los malos
dirigentes sindicales paradojalmente encumbrados por el voto popular.
Por lo menos ahora se encuentran, conversan y no se ladran.
Han entendido que el marco adecuado es el respeto a la gente por encima
de sus propias apetencias políticas de aspirar a más, para alejar el temido
fantasma del fracaso que lleva a retiros poco decorosos que dejan el tendal de
deudas y de dudas, tal como se vislumbra lo que mañana será historia para
olvidar.
Es la hora de pensar en grande y en todos, sin exclusiones ni
autoritarismos alimentados por el fácil y oneroso mecanismo de la dádiva
indigna y humillante, que se maquilla de solución social pero resulta ser un
salvavidas de plomo.
Es ahora, ya, la coyuntura ideal extraña en los tiempos que corren desde
que se reinstaurara la
Democracia tras los años tenebrosos, para que los argentinos
destruyamos barreras, hagamos caminos y busquemos el abrazo del reencuentro
nacional con generosidad cívica pero con memoria y justicia.
Pascal dijo una vez que “Las cuerdas que amarran el respeto de
unos para con otros, son en general cuerdas de necesidad” y es muy cierto,
después que nos separaran los odios y las barreras ideológicas.
Los argentinos necesitamos ser felices.
Todos y en especial la dirigencia, sin brechas ni abismos; sin egoísmos
ni alocadas ambiciones; sin glotonerías políticas; sin fracturas sociales ni
impunidades.
La revancha es para los resentidos.
Basta con que tengamos espíritu y vocación de grandeza.
En eso sí, tenemos la patriótica obligación de ser insaciables.
Gonio Ferrari
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