24 de marzo de 2017

24 de marzo de 1976 ----------------------

41 AÑOS ATRÁS NOS EMPUJARON
A LAS PENUMBRAS DEL ESPANTO 

   Contar con los dedos o con la memoria el resultado es el mismo: parece mentira, pero han pasado 41 años…
   Y ha transcurrido tanto tiempo -o un instante, para muchos- desde aquella noche en que un grupo de pretendidos iluminados, con la mortal prepotencia de las armas, interrumpió la legitimidad de un gobierno que, pese a sus carencias y errores, era el resultado de un alicaído proceso democrático.
   Fue el día inaugural de aquellos años de miedo y de plomo; de terror a dos puntas, como a dos puntas fueron el secuestro, la tortura y la muerte, sin que esto de ninguna manera sea plantear o sustentar una estúpida reivindicación de la teoría de los dos demonios, sino la honesta y sincera enunciación de una realidad que nos tocara padecer. Las enormes ventajas de impunidad aprovechadas por el terrorismo de estado terminaron con una o dos generaciones de argentinos,
románticos e ilusos patriotas para unos, y guerrilleros o subversivos para otros.
   La masacre es la masacre. Los muertos y asesinados son asesinados y muertos cualquiera haya sido su forma de pensar.
   Fue un precio demasiado elevado, para darnos cuenta que aquello de la purificación por la sangre es una irremediable forma de violencia que a nada conduce, salvo a la desintegración social y la destrucción del país. Y es cierto eso
de no perder la memoria, porque es lo que teóricamente impide reiterar los errores del pasado, siempre y cuando se la aproveche honestamente como memoria total, sin negaciones, escondrijos ni manipulaciones de la historia.
   Hace tiempo y al paso de varios gobiernos se dijo que había llegado la hora de la recuperación y del reencuentro nacional, y sin embargo subsisten los viejos odios y aquellas sangrantes heridas que muchos se empeñan en no dejar que cicatricen.
   Los argentinos que amamos a esta Patria, estamos convencidos que la justicia es necesaria, tan necesaria como inútiles son la revancha o la venganza. Nadie pretende el olvido, siempre y cuando aquel ejercicio de la memoria, sirva para unirnos y no para ahondar el odio, la grieta y el desencuentro.
   A mí no me la contaron.
   Han pasado tantos años y sinceramente me parece que merecemos ser felices incluso nosotros, los que hemos vivido el espanto, aquel espanto que hoy muchos improvisados tocadores de oído, imberbes ahora y espermatozoides en el ’76, pretenden reflejar a su manera y sin ponerse colorados.
   Han sido 41 años en la búsqueda de la verdad, una lucha que se hizo, y aún se hace, con el enorme componente político de las ideologías, tan enfrentadas ahora como en aquellos tiempos del desprecio. No digo que sea necesario aquietar las pasiones, porque sería pretender un arco iris en blanco y negro. Pero si, dentro de lo posible y para alcanzar la paz integral que tanto necesitamos, es imperioso recuperar el camino del
respeto y de la grandeza de pensamiento, sin mezquindades ni autoritarismos.
   Pero sobre todo, dejando que la justicia haga lo suyo y la memoria no circule en una sola dirección. Porque la memoria parcial, bien lo sabemos, es una manera perversa y despreciable de encubrir mentiras.
   Y jamás dejemos de recordar que el terrorismo de estado no se inició en 1976, sino que los argentinos lo vimos recrudecer durante los gobiernos de Perón y de su tercera esposa, en la primera parte de la década del 70.
   Es una porción de nuestro drama.
   Y es parte de la historia.
   Procuremos honrarla sin olvidos.

Gonio Ferrari


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