7 de marzo de 2017

La memoria es el lápiz de la historia------

VEAMOS CUÁLES SON, POR AHORA,
LOS MOTIVOS POR LOS CUALES NO
SERÍA ACONSEJABLE UN REGRESO

   Son tan vertiginosos los tiempos políticos en el ejercicio de una profesión tan expuesta a evaluaciones, críticas o elogios como es el periodismo, que a veces me encantaría detener los relojes para gozar el respiro de la pausa que lleva a la meditación y al análisis que dentro de lo posible debe ser desapasionado y ajustado a la realidad.
   También son muchos los cuestionamientos y no pocas las agresiones cuando se puntualizan situaciones ya inscriptas en la historia, que lógicamente no se incorporan en la memoria de los involucrados o simpatizantes, porque prefieren -es su derecho- ir acumulando errores y desaciertos ajenos desde el momento que impensadamente perdieron el poder, alternativa para la que no estaban preparados.
   Esa contingencia de la vida es lo que lleva a los patriarcas y popes de la derrota a prescindir de la autocrítica e incluso suavizar su costumbre de cargar las culpas siempre al prójimo, pese a que se vienen comprobando responsabilidades en la práctica y el abuso de la corrupción lo que hace casi inútil la enumeración de todo lo anormal -que durante más de una década fue normal- a la hora de enumerar las acciones y las omisiones que integraron una política de saqueo cuyas resultantes serán complicadas y lentas de superar, pero no imposibles de alcanzar como objetivo de una sociedad que quiere resurgir.
   Vaya entonces este humilde cuadro recordatorio, que de paso sirva a todos aquellos no resignados y nostalgiosos, que ya están preparando su lista con los desaciertos -que no son pocos- de la actual administración macrista, para que al agotarse el mandato en los términos constitucionales salvo que alienten intenciones destituyentes, sea el pueblo el que haga las necesarias comparaciones.
   Por eso es bueno aportarle a la memoria -que vale repetirlo, es el lápiz de la historia- la mayor cantidad posible de elementos a incorporar para los tiempos tanto venideros como los del pasado.
   Y sobre todo, para terminar con la obligada actitud de pensar en el futuro mirando hacia atrás.
   Nadie ha llegado a buen destino conduciendo su automóvil con la vista puesta en el espejo retrovisor.

Gonio Ferrari

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