DE
QUÉ RARA MANERA SIETE DÍAS DE
VACACIONES
SE REDUCEN A CUATRO
Probablemente no tenga la trascendencia de
una gran historia, pero el hecho de afectar a algunas personas, ya de por sí
transforma esta experiencia en algo que los empresarios del rubro turístico
debieran tomar en cuenta para dos cuestiones: una, devolver a sus clientes los
servicios no prestados y otra, de alguna manera compensarles los pésimos y
estresantes momentos vividos en un marco de bronca e impotencia.
Ayer martes a las 8,05 (con presentación a
las 5,05) debía partir desde el aeropuerto Taravella el vuelo LA 2426 de la
empresa Latam, fusión de dos prestadores, uno chileno y el otro brasileño, con
destino a Lima y conexión casi inmediata a Cancún como destino aéreo con
ramificación terrestre a Playa del Carmen.
Todo normal, hasta que los pasajeros fueron
informados que el Airbus 321 proveniente del exterior y que debía aterrizar a
eso de las 4 de la mañana, por problemas de niebla en Córdoba había tenido que
continuar para llegar a Ezeiza. Pero ocurrió que en esa estación aérea se
vencieron las horas de la tripulación y no había reemplazos para emprender el
trayecto hasta esta ciudad, embarcar a los más de 200 pasajeros y rumbear a su
destino original que era la capital peruana.
Los desencantados pasajeros que
prácticamente ya estaban con las mallas puestas y las sombrillas desplegadas
comenzaron a protestar, pero las explicaciones no aparecían y las soluciones
menos.
Resumiendo, de los 7 días contratados pára
vacacionar, ya habían perdido uno.
Fueron trasladados a un hotel cercano a la
estación aérea a la espera de reanudar su “rally de la desilusión”, los minutos
y las horas avanzaron y seguían firmemente enraizados en tierra, más que un
árbol.
Este miércoles y por momentánea fortuna, el
vuelo partió a las 8,05 con todos contentos y las ojotas puestas, con la
expectativa de untarse el bronceador en pocas horas y dejarse acariciar por las
olas color turquesa transparente frente a la isla de Cozumel, un soñado
paraíso.
Pero no…
Para la conexión Lima-Cancún no alcanzaban
las butacas libres, así que no fueron muchos los afortunados que, por eso de
las horas de vuelo, ya llevaban dilapidados más de dos días de sus siete
previstos para vacacionar.
Ahora es la hora 14 en Argentina y esos
pasajeros todavía están en Lima, esperando que las autoridades de Latam se
dignen socorrerlos en este infartante periplo de la pérdida del tiempo, ya
pagado o comprometido en cuotas.
Si parten esta noche, ya habrán perdido
virtualmente tres días.
¿Por qué tres días?
Es muy simple, porque como siempre, a la
hora de volverse los pasarán a buscar por los hoteles a las 9 de la mañana para
llevarlos al aeropuerto de partida donde les harán esperar algunas horas, pero
a ese día lo contarán como parte integrante del paseo.
Y cuando regresen, tendrán que descansar del
descanso, porque no es para desearle a nadie pasar por esas inmerecidas y
onerosas peripecias, de las que difícilmente alguien se haga cargo como para
reparar el daño causado.
Compraron siete días y gozaron menos de
cuatro.
Y después, los usuarios de esas empresas
extranjeras hablan mal de nuestra línea de bandera …
Gonio Ferrari
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