31 de marzo de 2017

RAÚL RICARDO ALFONSÍN NOS DEJÓ 8 AÑOS ATRÁS

   Al juzgar a los genocidas, hizo de los derechos
   humanos una bandera y no un estandarte para
   que lo usufructuaran quienes poco hicieron por
   luchar para otorgarles una justa reivindicación.  

   El nuestro debe ser el único país donde los buenos y honestos, para confirmar esas virtudes, tienen que morirse, porque hay otros que sin ser buenos ni honestos, reciben el beneficio de algo así como una bondad post morten.
   Raul Alfonsín nos dejó serenamente, como turbulentos fueron los años de su gobierno con una democracia en pañales, unos pañales que todavía tenían el olor a la caca que le habían dejado los que se fueron y que nunca -si estamos unidos para defendernos- volverán a usurpar el poder.
   Tanto se habló del gran muerto, que me parece una irreverencia seguir abusando de su recuerdo, porque la malsana y reciente costumbre de arrastrar ataúdes es lo que impide que cicatricen las profundas heridas de los argentinos.
   Nos dejó un estadista en serio.
   Se fue un ardoroso defensor de lo que actualmente podemos gozar, que es la libertad, que algunos nostálgicos se empeñan en injuriar.
   Que buscó lo mejor para nosotros, frente a un movimiento obrero al servicio de una corriente política cuyos dirigentes no entendieron que los objetivos republicanos, estaban por encima de su beligerancia y de sus apetencias personales.
   Hizo que la Justicia se aplicara a quienes nos diezmaron en esa sucia bacanal de picanas, capuchas, desaparición y muerte.
   Veló por nosotros, no por debilidad, sino para que los dueños de las armas que todavía humeaban ominosas y amenazantes, no volvieran con sus ansias de revancha y su maldito rencor.
   Pero por sobre todas las cosas se murió una buena persona, que como pocos políticos podía darse el gusto de recorrer las calles del país sin custodia, sin vidrios polarizados ni disfraces.
   Si hay algo que sintetice todo lo que hizo Alfonsín por la democracia, se lo digo en pocas palabras, que me cambiaron la vida.
   Hizo que perdiéramos el miedo a ser libres.
   Eso solo, de por si, ya es una enormidad y lo estamos gozando.

Gonio Ferrari

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