Al juzgar a los genocidas, hizo de los derechos
humanos una bandera y no un estandarte para
que lo usufructuaran quienes poco hicieron
por
luchar para otorgarles una justa
reivindicación.
El nuestro debe ser el único país donde los
buenos y honestos, para confirmar esas virtudes, tienen que morirse, porque hay
otros que sin ser buenos ni honestos, reciben el beneficio de algo así como una
bondad post morten.
Raul Alfonsín nos dejó serenamente, como
turbulentos fueron los años de su gobierno con una democracia en pañales, unos
pañales que todavía tenían el olor a la caca que le habían dejado los que se
fueron y que nunca -si estamos unidos para defendernos- volverán a usurpar el
poder.
Tanto se habló del gran muerto, que me
parece una irreverencia seguir abusando de su recuerdo, porque la malsana y
reciente costumbre de arrastrar ataúdes es lo que impide que cicatricen las
profundas heridas de los argentinos.
Nos dejó un estadista en serio.
Se fue un ardoroso defensor de lo que
actualmente podemos gozar, que es la libertad, que algunos nostálgicos se
empeñan en injuriar.
Que buscó lo mejor para nosotros, frente a
un movimiento obrero al servicio de una corriente política cuyos dirigentes no
entendieron que los objetivos republicanos, estaban por encima de su
beligerancia y de sus apetencias personales.
Hizo que la Justicia se aplicara a quienes
nos diezmaron en esa sucia bacanal de picanas, capuchas, desaparición y muerte.
Veló por nosotros, no por debilidad, sino
para que los dueños de las armas que todavía humeaban ominosas y amenazantes,
no volvieran con sus ansias de revancha y su maldito rencor.
Pero por sobre todas las cosas se murió una
buena persona, que como pocos políticos podía darse el gusto de recorrer las
calles del país sin custodia, sin vidrios polarizados ni disfraces.
Si hay algo que sintetice todo lo que hizo
Alfonsín por la democracia, se lo digo en pocas palabras, que me cambiaron la
vida.
Hizo que perdiéramos el miedo a ser libres.
Eso solo, de por si, ya es una enormidad y
lo estamos gozando.
Gonio
Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado