Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
edición n° 633 del 9/8/2020 que emitieron en dúplex la AM580 y la FM88.5 ambas
de Radio Universidad Nacional de Córdoba
Ni
la realidad los llama a ser justos
UNA CURIOSA MEZCLA DE
INSEGURIDAD, SENSACIONES Y
ESA MALSANA COSTUMBRE DE CULPAR AL
PERIODISMO
No
es nueva esa costumbre de darle una biaba al cartero porque lleva a veces malas
noticias, lo que en nada remedia precisamente lo que ocasionan esas novedades
que nacen con los pañales del desprecio, del rechazo y de esa burda manera de
negarlo en la creencia que al hacerlo, esos hechos por más graves que sean, no
existen.
Y
ese suele ser el estilo de los ineficientes, de los injertados en cargos que
les quedan enormes y es cuando apelan a la improvisación por desconocimiento o
al error por ignorancia, pero jamás son capaces de reconocer sus propias
limitaciones y se aferran a sus mullidos sillones en elegantes despachos aunque
la situación los haya desbordado.
Eso
suele suceder demasiado a menudo en nuestro país, donde los cuestionamientos a
las autoridades por lo general son desoídos, jamás prosperan los pedidos de
justicia contra ellos y solo afloran a la opinión pública cuando se han ido, o
mientras no llegaron pero difícilmente se los cuestione mientras lucen sus
galones de autoridad.
Ahora resulta que vaya novedad, la titular de la Seguridad Nacional,
doña Sabina Frederic, asegura que no existe inseguridad y que esa sensación -al
menos para ella- es la resultante de la difusión mediática consecuente, lo que
equivale a un velado acto de censura o una advertencia para aquellos díscolos
que tengamos la mala costumbre de divulgar una realidad que no podemos
modificar, y sería esa nuestra reprobable culpa, que para los dependientes de
la pauta publicitaria oficial supone el corte de víveres y para no pocos, la
caída de algún producto periodístico que se sostiene en gran porcentaje con los
aportes tanto nacionales como provinciales, municipales y de organismos
descentralizados.
La cuestión
es que como en todo el país, ya sea por la pandemia o por situaciones previas,
el avance de la delincuencia es notable pese a que aún nadie padece hambre,
pero hambre de no comer, no de carecer de computadora, buenas zapatillas o un
TV plasma así sea en una vivienda precaria.
Un
llamado de atención y alerta son los hechos en que la usurpación de viviendas y
campos pasaron a ser una realidad más que una amenaza y el recrudecimiento del
narcotráfico una consecuencia, entre otras, del virtual desmantelamiento del
sistema defensivo que en las fronteras con países limítrofes, había conseguido
controlar en parte lo que ya era al menos un avance.
La
negación de la realidad es el peor camino hacia la recuperación de una
seguridad que merecemos en función de los elevados impuestos que se tributan en
su nombre y de los reiterados anuncios que se hacen acerca de adquisición de
tecnología e incorporación de efectivos a las fuerzas que están para garantizar
vidas y bienes.
Todo
indica en el nivel nacional, que se considera más importante desmantelar todo
lo que hizo el gobierno anterior -sin calificarlo
de óptimo, bueno, regular o malo, pero se hizo- por el simple hecho de no
florearse con la autoría.
Si
lo hicieron los otros es una porquería y hay que cambiarlo, porque no lo
hicimos nosotros, parece ser la consigna impuesta.
Y si
a este sombrío panorama le agregamos eso que se avizora como una remake del caso Maldonado para
desprestigiar a una fuerza armada como la Gendarmería Nacional o tapar y
encubrir la investigación por la
desaparición y eventual muerte del joven Facundo Astudillo Castro que
está avanzando científicamente y con sólidos fundamentos y a la vez
comprometiendo a la policía bonaerense a cargo del gobernador Kicillof, nos
encontramos con que la seguridad transita por otros andariveles que lejos están
de las necesidades de la gente.
Eso
de marginarse de la realidad por ceguera hacia la propia ineptitud, que también
puede ser fatal imposición de circunstancias adversas, desnuda una actitud de
ignorancia, indiferencia o incapacidad de encarar medidas que hasta pueden ser
consideradas antipáticas, pero absolutamente necesarias como son una mayor
rigidez y lo que es más importante, la simple aplicación de las leyes sin
amiguismos ni compromisos partidarios.
El
periodismo, salvo aquellas expresiones amarillistas que circulan de la mano de
ávidos empresarios de pacotilla y habituales vendedores de sangre, se caerían
solas con el simple hecho que el poder se ejerza con la estricta y férrea aplicación
de la ley.
Eso
sería más efectivo y patriótico que echarle la culpa al cartero por traernos
malas noticias.
Indisciplina
general e improvisación oficial
¿LIMITAR LAS LIBERTADES O ACASO SE IMPONE
LA NECESIDAD DE ACENTUAR LOS CONTROLES?
Es más viejo que el agujero del mate eso de
pensar que los argentinos lucimos una seña que es parte de nuestro ADN, que se
llama rebeldía para muchos, indisciplina para otros o violación muchas veces
por costumbre, facilismo o comodidad de las leyes y para el sentir de los
estudiosos de códigos y disposiciones.
Y es cierto al menos en lo que
frecuentemente advertimos dentro de cualquier situación, en las que aparecen
los descontentos por una parte y los satisfechos por otra, sentimientos que a
veces se ubican en las respectivas antípodas y pasan a ser expresiones tan
caprichosas como reprobables e incomprensibles.
Como es incomprensible, que ni siquiera en
nombre de la supervivencia, del bienestar de sentirnos sanos o del casi milagroso
salvataje general, buena parte de la ciudadanía conserve conciencia que el virus
lentamente viene sumando víctimas y si esperamos la vacuna, la población
mundial se reducirá enormemente luego de intensos sufrimientos y penares.
Ni aún así, pensando que pueden llegar a ser
parte de esas estadísticas tan luctuosas como indeseadas, se reacciona en el
acatamiento de disposiciones que imponen el aislamiento, el cuidarnos, el
querernos un poquito como para contribuir a eso tan maravilloso que significa
sobrevivir más aún ahora, que advertimos lo que se tarda en llegar a la ansiada
como lejana meseta y luego a la declinación de la pandemia.
Muchos son los países que han recaído en los
rebrotes y ni siquiera con ese agravante se advierte que la población se allane
a lo más simple que es cuidarse de los contagios que pueden llegar de mil
maneras.
En Córdoba, para no irnos tan lejos y por
más que desde el poder se les ocurriera negarlo, las violaciones a quedarse en
casa, no reunirse, no provocar multitudes, se las están pasando por el tugges
porque por donde andemos, nos encontraremos con reuniones, bailables en algunos
boliches, juntadas deportivas y otras
mil maneras de cagarse en la vida tanto propia como ajena porque cada
transgresor se transforma, cabalmente, en un contagiador serial.
Esos atentados contra la solidaridad son
imperdonables y es cuando nos preguntamos para qué corno sirven esos inútiles
controles policiales que vale repetirlo, se limitan a dejar pasar sin mirar y
ocupan funciones operativas mientras los ladrones con sus múltiples estilos
siguen de picnic por los barrios, por el centro y en cualquier rincón de la
ciudad, beneficiados por la impunidad que el mismo poder les viene regalando
desde hace más de cuatro meses.
Y cuando recrudezcan los casos de violencia
en defensa propia saltarán los que se dicen defensores de los derechos humanos
pidiendo amparo y benevolencia para quienes apelan a la violencia argumentando
que es la única manera de subsistir ellos y su familia.
Si el Estado sigue entregando subsidios y
otras ayudas para evitar esos desmadres, es de buena gente optar por esa
solución y no tomar el camino del delito que aunque fuera por necesidad, no
deja de ser ilegal y reprobable.
Mucha es la generosidad de la gente y la
vemos diariamente en muchos casos que ventilan los medios, con reacciones positivas
y con alto grado de participación y compromiso por parte de la gente.
Pero que el poder ponga lo suyo, para que
esos rasgos de bondad no sean eclipsados por aquellos que a través del delito,
buscan soluciones que realmente no merecen.
Nos cambiamos de
ropa…
ESTAMOS ESTRENANDO NUEVO FORMATO
EN NUESTRO
OBJETIVO DE SER MEJORES
Desde que comenzamos, más de una década
atrás, a dedicarnos a la tarea de
compendiar cada edición de SLB en un blog, asumimos el compromiso que dentro de
nuestras posibilidades teníamos la obligación de ir mejorando con el paso del
tiempo y con el correr de las ediciones que ya llegaron al número de 633 con
casi cuatro millones de vistas.
No fueron pocos los apoyos recibidos de los
oyentes, por lo que estamos sumamente agradecidos y orgullosos porque eso
templa los espíritus para continuar en una lucha bastante dura en un campo tan
competitivo, como lo es meternos de lleno a Internet en procura de expandirnos
y hacer conocer nuestro mensaje no tan solo de cada domingo, sino de
comentarios que insertamos entre semana.
Cada vez que consultamos la cantidad de
lectores y escuchas, nos llena de sorpresa y optimismo el crecimiento en ambos
rubros y por eso nuestro equipo de producción estuvo trabajando en estos
últimos días para cambiar tanto el formato como la dirección de nuestro blog.
Ahora cada domingo, a eso de las 21 con
minutos de anticipación o a veces también de demora, cada edición de “Síganme
los buenos” estará lista para ser consultada buscando www.gonioferrari.org
Allí, desde que se iniciara este domingo 9
de agosto, los estamos esperando…
Megacausa del
Registro
NOCIVO ES NO ESCUCHAR LAS
VALIOSAS RECOMENDACIONES
En relación a la ponencia en la que se
analizaba la actuación judicial en la causa del Registro de la Propiedad de
Córdoba faltó agregar que sobre el tema también opinaron distintos organismos
dedicados a derechos.
Entre ellos, el Servicio de Paz y Justicia
liderado como se sabe por el Premio Nobel Pérez Esquivel advirtió sobre las
sanciones a nuestro país por la falta de cumplimiento de garantías y pactos
internacionales, un abogado de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos cuestionó la paradoja de encerrar a alguien para ver “si hay que
encerrarlo” y el Grupo de Trabajo contra la detención arbitraria de la
Organización de las Naciones Unidas recomendó al estado argentino la inmediata
liberación de un detenido y el resarcimiento del daño ocasionado.
Para quienes se hicieron los sordos a
tales sugerencias también intervino nuestra Corte Suprema de Justicia que
dictaminó, ya con fuerza de ley, la arbitrariedad de la prisión preventiva
sistemática adoptada en la causa. Muchas veces se ha recomendado a nuestro
Estado evaluar el uso de la prisión preventiva y capacitar a los jueces para
que se aplique excepcionalmente y por períodos limitados, fomentando
alternativas a dicha medida que abarcan desde la presentación periódica hasta
el uso de la prisión domiciliaria.
En la causa del Registro resultó llamativo
que a la comisión única encargada del proceso no se le haya ocurrido acudir a
ninguna de estas medidas alternativas para los imputados, ni siquiera en casos
de cáncer terminal, Mal de Parkinson o edad avanzada.
De la misma manera que tampoco se le ocurrió
sospechar, ni por las dudas, de los funcionarios denunciados.
Una situación que más que con capacitación
se soluciona, simplemente, con independencia.
¿Desprolijidades o delitos que
se suman?
EL ABUSO DEL PODER POR LAS ARMAS, DESATENCIÓN
MÉDICA, ALTERACIÓN
DEL ESCENARIO Y MUCHO MÁS
Es un mal a lo que lamentablemente nos
venimos acostumbrando los cordobeses a padecer, frente a un estado no sé si calificarlo
de indiferencia, hartazgo ante las críticas o lisa y llana ineptitud para
asumir situaciones altamente conflictivas y aportar las soluciones que la
sociedad con vehemencia viene reclamando, pero colisiona con una empecinada
sordera por parte del poder, que a entender de quienes padecemos el flagelo de
la inseguridad, nos suena a incapacidad o al menos, de marcada desorientación.
Porque dentro de la pandemia extra que
estamos soportando que es la inseguridad que no encuentra remedio que la
elimine o al menos que la suavice, el organismo encargado de combatirla se
viene transformando desde tiempo atrás y varios gobiernos, en algo así como una
bolsa de trabajo para muchos personajes vinculados con el poder de turno,
dejando de lado aquellas situaciones, que por fortuna existen, de marcada
vocación por militar en la fuerza azul o por simple herencia de sus mayores.
Dejemos de lado los casos, muchos de ellos
descubiertos demasiado tarde, de poseedores más que de curriculum, de
prontuarios originalmente cargados con antecedentes y prolija como
sospechosamente lavados.
Vale entonces hacer un mínimo de memoria
para referir un solo caso que debe ser tomando como símbolo de corrupción,
vistagordismo, displicencia, falta de autoridad o lisa y llana incompetencia en
la conducción: el escandaloso robo de armas en la mismísima jefatura que
después sin que transcurriera demasiado tiempo fueran apareciendo en la
consumación de actos delictivos.
La Escuela de Policía, donde se formaba a
los oficiales y a otros rangos de la institución perdió su vigencia y los
nombramientos se hacen vaya Dios a saber respetando u observando qué parámetros
selectivos.
Entonces con esos detalles, no pretendamos
una policía cabalmente honesta, capacitada, instruida profesionalmente, bien conducida
y con elevado compromiso hacia la sociedad que tributa elevados impuestos para
sostenerla recibiendo en cambio repetidas ofensas, desatenciones, excusas y
pretextos por parte de quienes no merecían ni merecen figurar en la fuerza.
Este sangriento episodio ocurrido días atrás
en que efectivos policiales asesinaron a un indefenso jovencito que cometió
junto con unos amigos el tremendo error de juntarse como compañeros de colegio
que eran, sin molestar a nadie, más que un mal ejemplo, es el resultado de las
erráticas políticas que se aplicaron y tienen vigencia en el manejo de la
policía provincial.
Ya relevaron a dos o tres jefes, piensan que
con eso pueden enmendar la tremenda injusticia de haber matado a un semejante,
y que por suerte no fue una masacre porque para eso balearon al auto en el que
circulaban.
Configurado el alevoso delito, especialmente
por provenir de una fuerza de seguridad, la indignación creció cuando se conoció
de la declarada existencia de un arma que según refirieron efectivos
policiales, los jovencitos habrían llevado entre ellos.
Ni el ridículo detiene a los deshonestos
carentes de argumentos que pretenden esquivarle a la Justicia con el pretexto
de haber sido atacados.
Aparte de la actitud cobarde, reprobable y merecedora
del más duro de los castigos con la rigurosa aplicación de la ley, las cabezas
que rodaron no son de los seguramente responsables de la cuestionable conducción,
sino la de algunos cumplidores de órdenes o de políticas que se les imparten, o
de estilos que se les imponen.
Mientras tanto los responsables del
desquicio, los instrumentadores de las políticas inexistentes o equivocadas,
siguen atornillados a sus asientos en lugar de tener al menos la dignidad
humana de pedir perdón y mandarse a mudar.
Porque la muerte absurda como en este caso,
no tiene justificación alguna ni siquiera en supuesto nombre de la ley; por el
dolor lacerante no es tan solo de la familia y de los afectos del adolescente
asesinado, sino de una sociedad humillada por quienes debieran protegerla,
cuidarla, mimarla en el caso de los más indefensos.
Pero nada cambiará según lo señala la
experiencia, porque seguirán prometiendo cordura, seguirán vendiendo imagen de
protección y persistirán en condenar a los descarriados asesinos que olvidaron
su condición de humanos para obrar como obraron.
Harán todo lo que la Justicia les aplique;
mentirán pesar, aparecerán en las fotos, tratarán de explicar lo inentendible,
pero seguramente no podrán borrar de sus mentes atormentadas por la culpa, por
sus culpas, la mirada que ya es recuerdo, de un muchachito que no hizo nada
para que lo mataran así.
Ni siquiera en el infierno debieran recibir
a esos asesinos…
Jardín zoológico
EL TRADICIONAL PASEO CAMINO A
SER UN INTERESANTE BIOPARQUE
Es cierto que en materia de cuidado y
gobierno de la ciudad existen otras prioridades más acuciantes, sin dejar de
lado el cuidado que merecen los irracionales encarcelados en los zoológicos y
el nuestro de ninguna manera es la excepción, porque los de ese estilo existen
en todas las grandes ciudades del mundo.
A la hora de las evocaciones y las
nostalgias es que atropellan los recuerdos y nos queda la vívida visión del
trencito que apenas entraba al túnel permitía la brevedad de un piquito a la
compañera de banco o de la imitación de ruidos característicos en los
racionales.
El zoológico de Córdoba, de una belleza
natural en su escenario, puede llegar a ser un interesante ejemplo de parque
donde se exalte el valor de la vida tanto animal como vegetal, en esta
creciente tendencia mundial a la preservación de tales valores.
Bienvenida la acción municipal de optar por
esa via terminando con una relación comercial que si bien, dicen muchos
testigos, no tenía en tan mal estado a sus animales, las crisis de los últimos
tiempos habían disminuido la calidad de la atención hacia ellos.
Lejos quedan entonces el lago con los cisnes,
la cogotuda jirafa, los eternos elefantes, los rugientes y adormecidos leones,
los bostezos de los hipopótamos, los monitos que extendían sus manos peludas
esperando un caramelo y todas las otras atracciones que hipnotizaban a pequeños
y a mayores.
Debemos entender, que dentro de todo, es el
precio que se debe pagar por el progreso como en cualquier otra ciudad en
permanente crecimiento y expansión.
Agosto eólico
VENTOSO ROMANCE DEL BARRILETE PARA LOS
TIEMPOS QUE ENVIDIÁBAMOS A LOS PÁJAROS
No es lo mismo pero así como
esperábamos Nochebuena y Navidad, el año nuevo, la noche de Reyes y los
carnavales, las ansias por apresurar la llegada de agosto solían ser superiores
en cuanto a nuestras expectativas: el agosto de los vientos, mes eólico que nos
remontaba a las alturas pendiendo de la debilidad de un hilo, la fragilidad del
papel, la elasticidad de las cañas y los inútiles trapos de la cola.
Era el mes en que mágicamente
pasábamos a ser hijos del viento y hermanos del engrudo; cómplices de las
ráfagas y enemigos de los cables barrileticidas porque renacía en nosotros ese
oculto artesano que dormía once meses y se despertaba cada año en agosto,
cuando volaban los flequillos y los pelados se agarraban la frente no sé para
qué.
Buscábamos cañas secas y todo
lo necesario incluyendo los trapos para la cola, a veces yapada con hilachas de
ropas o con algunas tiras de escondidas prendas íntimas, porque los hacíamos
nosotros y el placer era fabricar nuestros propios sueños de volar sin alas propias.
La aérea sinfonía de
mediomundos, estrellas, papagayos o cuadrados invadía de colores las alturas
cuando la pericia se demostraba en el “tinquéo” del hilo, en los cabeceos de la
pandorga tratando de esquivar los ramazos y en la velocidad de los “mensajes”
que enviábamos en papelitos aleteando por el cordel hasta los tiradores,
mientras los bramadores hacían escuchar su ondulante grito autoritario.
Allá arriba la distancia nos
igualaba a los barriletes de papel de seda con los modestos modelos que lucían
páginas de La Voz del Interior, de Los Principios, de Meridiano o del Córdoba.
Y estaban los otros más impersonales con papel de estrasa, ese que usaban en el
almacén de cada barrio para envolver centavos de azúcar o de yerba.
Y solían quedarse bien arriba
deleitándonos casi inmóviles o balanceándose en todas direcciones para nuestra
delicia que casi nos embalsamaba los ojos con aquel paisaje.
Esa era la fascinación, nuestra
inocente hipnosis de emborracharnos precozmente de ilusiones en cada agosto,
mes mágico en el que envidiábamos a los pájaros.
Siendo mocoso, el barrilete me
hacía sentir dueño de un pedacito de cielo y que podía caminar entre las nubes.
Testimonio de los encierros
UN NECESARIO PEDIDO DE DISCULPAS
Les había prometido, aunque sin anunciar
de quién se trataba, que conversaríamos del tema encierros con alguien que
atesora demasiada experiencia en esa situación.
Lamentablemente en las últimas horas
el intento periodístico se malogró razón por la cual debo pedir
disculpas por la falta que escapa, sustancialmente, a mi intención de
cometerla.
A veces influyen más las mujeres que los
dueños de sus propias verdades.
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