HAN PASADO 39 AÑOS DE
AQUEL DÍA QUE
EL PODER MILITAR BUSCÓ PERPETUARSE
Poco hizo el
paso del tiempo para mitigar el dolor que dejara la guerra de Malvinas,
especialmente en las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su
espíritu de lucha y su propia vida.
Pasaron 39 años y aún se escuchan reclamos de muchos sobrevivientes marginados del mercado laboral, desatendidos en sus requerimientos de un tardío apoyo sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores existe la obsequiosa política del subsidio, el festival de planes y otras morosas manifestaciones de la demagogia.
Sentimiento y dolor aparte hacia la respetuosa memoria de aquellos jaqueados por las penurias terrenas, después de su ofrenda a la Patria, que encontraron en la auto eliminación la salida a tanta desidia; a tanta indiferencia y a tan incomprensible olvido e ingratitud.
Como si la historia reconociera más méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica menoscabados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
Algún día llegará la hora de la redención para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el frío calando el alma pero con el heroísmo que le aportó calor a sus patrióticas convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan engañados, como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonemos nuestro Himno recordando el extremo y sacrificado valor de los soldados argentinos.
Si no hubiera sido por la derrota y el holocausto de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de facto.
Una de las patas de la democracia recuperada, si amamos la justicia histórica, tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -ahora cenizas y recuerdos- cuyo fracaso militar significó que empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestro doloroso pasado de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de muerte.
Y las familias de muchos de nuestros soldados pudieron al menos rezarles el dolor contenido durante tantos años, frente a sus restos en las tumbas de los helados confines isleños, nuestros por siempre.
Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean eternos esos héroes que no pocos optaron por olvidar.
EL PODER MILITAR BUSCÓ PERPETUARSE
Pasaron 39 años y aún se escuchan reclamos de muchos sobrevivientes marginados del mercado laboral, desatendidos en sus requerimientos de un tardío apoyo sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores existe la obsequiosa política del subsidio, el festival de planes y otras morosas manifestaciones de la demagogia.
Sentimiento y dolor aparte hacia la respetuosa memoria de aquellos jaqueados por las penurias terrenas, después de su ofrenda a la Patria, que encontraron en la auto eliminación la salida a tanta desidia; a tanta indiferencia y a tan incomprensible olvido e ingratitud.
Como si la historia reconociera más méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica menoscabados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
Algún día llegará la hora de la redención para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el frío calando el alma pero con el heroísmo que le aportó calor a sus patrióticas convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan engañados, como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonemos nuestro Himno recordando el extremo y sacrificado valor de los soldados argentinos.
Si no hubiera sido por la derrota y el holocausto de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de facto.
Una de las patas de la democracia recuperada, si amamos la justicia histórica, tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -ahora cenizas y recuerdos- cuyo fracaso militar significó que empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestro doloroso pasado de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de muerte.
Y las familias de muchos de nuestros soldados pudieron al menos rezarles el dolor contenido durante tantos años, frente a sus restos en las tumbas de los helados confines isleños, nuestros por siempre.
Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean eternos esos héroes que no pocos optaron por olvidar.
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado