Desgrabación de los
comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos”
del domingo 4/4/21 difundido en dúplex por AM580 y la FM88.5 ambas dependientes
de Radio universidad Nacional de Córdoba.
Somos un país rico y por eso duele tanto
FABRICAR POBREZA MÁS ALLÁ DE LA INDIGNACIÓN ABRE
SOSPECHAS ACERCA DE UNA MANIOBRA PREELECTORAL
La verdad,
si dentro de las humanas aspiraciones adhiriéramos a los conceptos de San Lucas
debiéramos estar festejando porque él sostenía “Bienaventurados los pobres
porque de ellos es el reino de los cielos” y ya tendríamos, al menos casi la
mitad de los argentinos, que ir reservando una parcela en tan celestiales
lejanías.
En realidad, se hace necesario convenir que la pobreza elaborada desde el poder, ha servido en muchas ocasiones para consolidar la autoridad de alguna corriente política que a través de la demagogia utilizó y aún utiliza a los pobres para alimentar el asistencialismo, que luego los fortalece porque acudiendo en su ayuda sin el compromiso de trabajar, es que se deja de lado la dignidad para transformar a esos pobres populistas atendidos, en rehenes de las urnas.
Los tiempos de crisis imponen la creación de trabajo genuino a través de un correcto manejo de la economía, pero los demagogos prefieren instaurar la dádiva, los planes mal llamados asistenciales y todos los organismos del Estado que devienen en bolsa de trabajo especialmente para los seguidores de esas manifestaciones ideológicas a las que poco les importa aquello de la dignidad.
Vemos con pena e impotencia que desde mediados del siglo pasado al menos en nuestro ubérrimo país donde tenemos de todo durante todo el año, fuimos decayendo en cuanto a demanda laboral. Y muchos han sido los problemas que provocaron una creciente retracción patronal, por factores que en ese sector consideran negativos como lo es la conflictividad gremial, alimentada por una dirigencia sindical que encontró en el enfrentamiento, la manera de fortalecer posiciones para lanzarse luego a la arena política o para eternizarse en la conducción.
Por eso es que duele tanto la creciente pobreza argentina, especialmente por no merecerla.
Y otro de los sectores de la sociedad inclinado hacia eso que le llaman “fabricación de pobres” es nuestra Iglesia oficial que amparada en una incomprensible como inhumana hipocresía, su cúpula ostentosa maneja siderales sumas de dinero que bien pudieran ser volcadas en acciones solidarias, precisamente, para que al menos se atenúe esa pobreza que muchos países, incluyendo el nuestro, vienen padeciendo.
Las únicas excepciones en tal sentido están en el clero comprometido y dispuesto a ocuparse de disminuir la pobreza con acciones más individuales que institucionales.
“Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos” sostenía John Fitzgerald Kennedy pero la realidad nos viene demostrando que a la opulencia poco le interesan los dramas ajenos.
El dolor más lacerante es ver, aparte del sufrimiento de los pobres, el aprovechamiento de esa desgracia por parte del poder porque al no instrumentar medidas de real recuperación de la economía, no deja de ser una manera vil de crear más pobreza que luego atienden y se aseguran un caudal electoral que les permite mantenerse y proyectarse en el tiempo.
Si aquí como en países realmente avanzados en la conciencia de lo que es ayuda social, se impusieran límites a la ayuda creando y alimentando fuentes de trabajo, los beneficiarios de ayuda estatal no debieran votar porque es por tal derecho que pasan a ser, como lo comentara recién, rehenes de un sistema perverso e indigno.
Más aún, cuando es simple advertir en el poder actual un cierto temor a perder la conducción, lo que significaría también responder a una justicia independiente y no “domesticada” como ahora se la pretende.
Para asegurarse mayoría legislativa, el voto de los pobres, aunque tardíamente asistidos, puede ser vital.
FABRICAR POBREZA MÁS ALLÁ DE LA INDIGNACIÓN ABRE
SOSPECHAS ACERCA DE UNA MANIOBRA PREELECTORAL
En realidad, se hace necesario convenir que la pobreza elaborada desde el poder, ha servido en muchas ocasiones para consolidar la autoridad de alguna corriente política que a través de la demagogia utilizó y aún utiliza a los pobres para alimentar el asistencialismo, que luego los fortalece porque acudiendo en su ayuda sin el compromiso de trabajar, es que se deja de lado la dignidad para transformar a esos pobres populistas atendidos, en rehenes de las urnas.
Los tiempos de crisis imponen la creación de trabajo genuino a través de un correcto manejo de la economía, pero los demagogos prefieren instaurar la dádiva, los planes mal llamados asistenciales y todos los organismos del Estado que devienen en bolsa de trabajo especialmente para los seguidores de esas manifestaciones ideológicas a las que poco les importa aquello de la dignidad.
Vemos con pena e impotencia que desde mediados del siglo pasado al menos en nuestro ubérrimo país donde tenemos de todo durante todo el año, fuimos decayendo en cuanto a demanda laboral. Y muchos han sido los problemas que provocaron una creciente retracción patronal, por factores que en ese sector consideran negativos como lo es la conflictividad gremial, alimentada por una dirigencia sindical que encontró en el enfrentamiento, la manera de fortalecer posiciones para lanzarse luego a la arena política o para eternizarse en la conducción.
Por eso es que duele tanto la creciente pobreza argentina, especialmente por no merecerla.
Y otro de los sectores de la sociedad inclinado hacia eso que le llaman “fabricación de pobres” es nuestra Iglesia oficial que amparada en una incomprensible como inhumana hipocresía, su cúpula ostentosa maneja siderales sumas de dinero que bien pudieran ser volcadas en acciones solidarias, precisamente, para que al menos se atenúe esa pobreza que muchos países, incluyendo el nuestro, vienen padeciendo.
Las únicas excepciones en tal sentido están en el clero comprometido y dispuesto a ocuparse de disminuir la pobreza con acciones más individuales que institucionales.
“Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos” sostenía John Fitzgerald Kennedy pero la realidad nos viene demostrando que a la opulencia poco le interesan los dramas ajenos.
El dolor más lacerante es ver, aparte del sufrimiento de los pobres, el aprovechamiento de esa desgracia por parte del poder porque al no instrumentar medidas de real recuperación de la economía, no deja de ser una manera vil de crear más pobreza que luego atienden y se aseguran un caudal electoral que les permite mantenerse y proyectarse en el tiempo.
Si aquí como en países realmente avanzados en la conciencia de lo que es ayuda social, se impusieran límites a la ayuda creando y alimentando fuentes de trabajo, los beneficiarios de ayuda estatal no debieran votar porque es por tal derecho que pasan a ser, como lo comentara recién, rehenes de un sistema perverso e indigno.
Más aún, cuando es simple advertir en el poder actual un cierto temor a perder la conducción, lo que significaría también responder a una justicia independiente y no “domesticada” como ahora se la pretende.
Para asegurarse mayoría legislativa, el voto de los pobres, aunque tardíamente asistidos, puede ser vital.
Malvinas nuestras, un nuevo aniversario
HAN PASADO 39 AÑOS DE AQUEL DÍA QUE
EL PODER MILITAR BUSCÓ PERPETUARSE
Poco hizo
el paso del tiempo para mitigar el dolor que dejara la guerra de Malvinas,
especialmente en las familias de quienes dejaron allí sus esperanzas, su
espíritu de lucha y su propia vida.
Pasaron 39 años y aún se escuchan reclamos de muchos sobrevivientes marginados del mercado laboral, desatendidos en sus requerimientos de un tardío apoyo sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores existe la obsequiosa política del subsidio, el festival de planes y otras morosas manifestaciones de la demagogia.
Sentimiento y dolor aparte hacia la respetuosa memoria de aquellos jaqueados por las penurias terrenas, después de su ofrenda a la Patria, que encontraron en la auto eliminación la salida a tanta desidia; a tanta indiferencia y a tan incomprensible olvido e ingratitud.
Como si la historia reconociera más méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica menoscabados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
Algún día llegará la hora de la redención para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el frío calando el alma pero con el heroísmo que le aportó calor a sus patrióticas convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan engañados, como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonemos nuestro Himno recordando el extremo y sacrificado valor de los soldados argentinos.
Si no hubiera sido por la derrota y el holocausto de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de facto.
Una de las patas de la democracia recuperada, si amamos la justicia histórica, tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -ahora cenizas y recuerdos- cuyo fracaso militar significó que empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestro doloroso pasado de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de muerte.
Y las familias de muchos de nuestros soldados pudieron al menos rezarles el dolor contenido durante tantos años, frente a sus restos en las tumbas de los helados confines isleños, nuestros por siempre.
Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean eternos esos héroes que no pocos optaron por olvidar.
HAN PASADO 39 AÑOS DE AQUEL DÍA QUE
EL PODER MILITAR BUSCÓ PERPETUARSE
Pasaron 39 años y aún se escuchan reclamos de muchos sobrevivientes marginados del mercado laboral, desatendidos en sus requerimientos de un tardío apoyo sicológico y no pocos transformados casi en parias, mientras para otros sectores existe la obsequiosa política del subsidio, el festival de planes y otras morosas manifestaciones de la demagogia.
Sentimiento y dolor aparte hacia la respetuosa memoria de aquellos jaqueados por las penurias terrenas, después de su ofrenda a la Patria, que encontraron en la auto eliminación la salida a tanta desidia; a tanta indiferencia y a tan incomprensible olvido e ingratitud.
Como si la historia reconociera más méritos patrióticos a los que se decían románticos y armados setentistas, que a los que debieron ir a enfrentar la superioridad británica menoscabados por una tecnología bélica notoriamente obsoleta e insuficiente, empujados al previsible infierno por el desborde etílico del entonces presidente usurpador de la Casa Rosada.
Algún día llegará la hora de la redención para aquellos que no vacilaron en colocarse muy junto a la muerte, amparados por nuestra bandera, el paupérrimo armamento, el frío calando el alma pero con el heroísmo que le aportó calor a sus patrióticas convicciones.
Será la hora en que unidos y no tan engañados, como estuvimos al menos aquel 2 de Abril, entonemos nuestro Himno recordando el extremo y sacrificado valor de los soldados argentinos.
Si no hubiera sido por la derrota y el holocausto de tantos jóvenes inexpertos guiados por quienes siquiera habían jugado a la batalla naval en papel cuadriculado, todavía tendríamos régimen de facto.
Una de las patas de la democracia recuperada, si amamos la justicia histórica, tiene el multitudinario nombre de los titanes del ’82 -ahora cenizas y recuerdos- cuyo fracaso militar significó que empezáramos a ver una luz de esperanza al final del oprobioso túnel de nuestro doloroso pasado de aquellos años de plomo, de secuestro, de capucha, de tortura y de muerte.
Y las familias de muchos de nuestros soldados pudieron al menos rezarles el dolor contenido durante tantos años, frente a sus restos en las tumbas de los helados confines isleños, nuestros por siempre.
Por todo eso, y pidiéndoles perdón, sean eternos esos héroes que no pocos optaron por olvidar.
El caso Blas en los EE.UU.
FORMAMOS PARTE DE ALGUNAS
POCO HONROSAS ESTADISTICAS
No se quedó
encerrado en los muros provinciales y ni siquiera en los nacionales, aquel
gravísimo episodio que protagonizaran elevados funcionarios de la Policía de
Córdoba y más de una decena de subalternos.
Llamó y aún llama la atención que los responsables directos en la escala de importancia como lo son el Ministerio de Gobierno y la mismísima Gobernación se hayan limitado a tibios comentarios y promesas o a ominosos como inaceptables silencios, como si íntimamente el poder se avergonzara de su impericia en el manejo de la fuerza azul.
Una importante organización estudiosa y analítica del respeto por los derechos humanos en el mundo, con sede en los Estados Unidos de Norteamérica y dependiente de su gobierno, aludió al caso del asesinato a manos policiales del joven Valentino Blas Correa, perpetrado el pasado 6 de agosto, en un reporte de los numerosos casos acaecidos en Córdoba a lo largo del año 2020 y en su informe, señala entre otros conceptos que “la impunidad siguió siendo un problema importante en las fuerzas de seguridad a todos los niveles. La corrupción y el sistema judicial lento y politizado obstaculizaron los esfuerzos para investigar los abusos” señalando además que estos hechos fueron denunciados y las fuerzas de seguridad fueron capacitados en el tema del respeto por los derechos humanos.
Señala los hechos irregulares que se cometieron en torno del asesinato del joven y detalla la forma en que fuera asesinado, los resultados de los peritajes que confirmaron la gravedad de lo sucedido y no omite el detalle fundamental, que dos de los policías intervinientes en el crimen “estaban trabajando armados esa noche, pese que sobre ellos ya pesaban imputaciones por otros supuestos delitos”.
La historia es conocida, la familia de Blas aún espera la palabra directa de la máxima autoridad de la provincia y mientras tanto aquella movida sirvió para que en parte se quitara el herrumbre mental que mostraba la conducción policial, se hicieron cambios hasta su cúpula, se aseguró que la seguridad sería recuperada pero los esfuerzos, si se hicieron, dieron escasos resultados.
El hampa sigue siendo dueña de la ciudad y ataca aquí, la policía por unos días cuida el sector mientras los delincuentes actúan en otros barrios, cuando atienden a uno desprotegen a otros y así, Córdoba es ya una enorme zona roja donde el peligro acecha en cualquier rincón de la ciudad, en su periferia y en el interior provincial con la misma virulencia.
Ya no existen palabras para calificar la gestión porque han quedado obsoletas la inoperancia, la indiferencia, la falta de insumos, la cuestionable manera de incorporar efectivos como si fuera una bolsa de trabajo para los recomendados políticamente, en fin… es para llegar a suponer que la delincuencia ha ganado la batalla.
Roguemos que este internacional tirón de orejas sirva para despertar en las autoridades no tan sólo de la Policía de la Provincia, sino en los niveles superiores del gobierno, la voluntad de ocuparse seriamente de instaurar una política integral de seguridad con influencia tanto externa como interna, para que recuperemos la tranquilidad provinciana que tiempo atrás fuera un orgullo tanto de las autoridades como de la población cordobesa.
Megacausa del Registro
EN ESTE PROCESO LA PASCUA NO SIGNIFICA
EL ANSIADO PASO A LA LIBERTAD Y A LA VIDA
Cada
domingo de Pascuas se cumple un nuevo aniversario reflexionando sobre el
particular manejo de la prisión preventiva realizado en la difundida causa del
Registro de la Propiedad de Córdoba.
En la historia religiosa, la Pascua significa el paso a la libertad y a la vida, después de sobreponerse a la esclavitud, al sufrimiento, el dolor y la muerte, causados por los opresores del momento. Podríamos encontrar un paralelo tangible de esta historia en la causa del Registro, como la esclavitud de un encierro injusto, al realizarse sin juicio previo y contra las normativas de la ley, el sufrimiento y el dolor de la separación familiar, la marginación laboral y el escarnio social, y la muerte, literalmente la muerte, de los que fallecieron en esos años de prisión preventiva sin haber sido nunca juzgados.
Muertes tal vez evitables, que quedarán como injusticia eterna.
Y si nuestra Constitución garantiza la vida y la libertad y por ello prohíbe la prisión preventiva, las comisiones especiales o los juicios repetidos, en el mismo paralelo podremos considerar como opresores del momento a quienes, contrariando esas normativas, toman las decisiones en este proceso.
Pese a la renuencia judicial a recibir críticas por sus actuaciones, los inocentes muertos en la causa, los poderosos denunciados que no se investigan y los beneficiados que no se buscan, son amargo sabor de justicia ausente, en una causa que aún aguarda poder festejar su Pascua.
¿Inmunizan? ¿Completarán la 2ª. Dosis?
DESORIENTACIÓN CIUDADANA POR EL TRATAMIENTO
OFICIAL DE LA FALTA Y EFECTIVIDAD DE LAS VACUNAS
Así como en
fútbol los argentinos nos damos el lujo de tener como 40 millones de directores
técnicos, en materia de pandemia vamos por el camino que lleva a los 40
millones de epidemiólogos por la seguridad y firmeza con la que se refieren al
tema desde el repartidor de soda, hasta los especialistas en dietas mágicas,
engordes o adelgazamientos.
Todos saben de todo, mientras desde las esferas más encumbradas del poder no se consigue unificar no tan solo los conocimientos, sino el claro y adulto mensaje de claridad y orientación que merece una ciudadanía ávida de noticias ciertas; de análisis realmente científicos y no de elucubraciones delirantes o de un regreso a la peligrosa chantocracia.
Convengamos que en estos últimos tiempos la seriedad no ha sido la característica de las noticias que se divulgaban, que con el paso de pocas horas se transformaban en nubes de humo con las que, también desde el seno del poder, se procuraba maquillar la demagogia encerrada, los anuncios de improbable concreción y otras maniobras propias de la desorientación y esa marcada vocación por el remiendo, el parche y la improvisación.
Nunca llegaron tantas vacunas como las que pomposamente se anunciaron y las que pudimos recibir, jamás lo fueron en los tiempos de la demanda desde el momento que se asegurara que más o menos por diciembre tendríamos una buena proporción de inmunizados cuando entraron a jugar vacunas de distintas procedencias, pero todas con el rótulo ideológico de su origen.
A duras penas se movieron las agujas del conteo y con un mínimo cercano al uno y medio por ciento de quienes recibieran el pinchazo, el apresuramiento por ocuparse de la inminente segunda ola llevó a vacunar con lo que restaba en las heladeras -y al margen sea dicho ni esas heladeras se llenaron- mientras por falta de dosis quedaban colgados del pincel muchos de quienes tuvieron la suerte de recibir la primera vacuna, agregándole un detalle que alimentaba la confusión.
Me refiero al tiempo que debe transcurrir entre un pinchazo y el otro que al principio se dijo que debía ser entre los 21 y los 28 dìas, pero en una de esas la falta de vacunas y de ideas concretas llevó a descubrir, con algo de inestabilidad científica, que dejando tres o cuatro meses entre uno y otro, el efecto sería mejor.
Todo fue reprogramado y no me vengan con que surgieron imprevistos porque esa fue la excusa inicial que la dieron por superada pocos días después que capotara GGG y que ocupara su lugar una de sus protegidas, sindicada como científica en serio pese a su inclinación por los mensajes a cargo de una payasa.
El mundo está sumamente jaqueado por el recrudecimiento del mal, por la aparición de nuevas cepas y por la inconciencia generalizada de la gente que aún piensa que esto es joda, que no es tan grave, que el barbijo es una mariconería y que la distancia social y privarse del baile nada resuelven.
Ha llegado la hora -si es que no la hemos dejado pasar- de tomar las cosas con la celeridad y la dureza que vienen imponiendo las circunstancias que vemos como consecuencias en muchos rincones del mundo, especialmente los que han entrado a la tibieza del verano que ayuda, mientras que a nosotros el invierno nos viene pisando los talones y el alma, reinstalando aquel miedo angustiante y ominoso que nos encerrara e hiciera naufragar a familias, a empresas y a gobiernos.
Es preciso que cuanto antes se diga oficialmente y por necesaria e imprescindible cadena nacional cuándo llegan las vacunas, qué cantidad es la que recibiremos y de qué manera se comienza a reprogramar, de inmediato, el esquema para las vacunaciones de todos los segmentos etarios, priorizando siempre a los más vulnerables y a las ocupaciones esenciales.
Porque si se promovió un paro nacional docente por la muerte de un educador, lamentable por cierto, calculen lo que sería que los médicos y afines hicieran lo propio frente a tantos sacrificados exponentes de esas disciplinas que corriendo los riesgos que nos podamos imaginar, fueron carne de cañón.
Lo digo por todos aquellos a los que ahora estamos llorando, agradeciendo y extrañando…
Aunque la casa no esté en orden…
PASCUA CRISTIANA, NOSTALGIAS NO MUY LEJANAS Y
LA DESACRALIZACIÓN DE LA PASIÓN EN UN SONETO
No es un día cualquiera, más allá de sus
connotaciones religiosas para el cristianismo y la Humanidad en general y de
algunas nostalgias alfonsinistas que nos remiten a jornadas turbulentas de
amenazas, caras pintadas y remembranzas de autoritarismos -roguemos- superados
por la democracia, y quedaría fresco y actual el marco de la reunión familiar,
ampliamente convocante, bulliciosa y por lo general dentro de un tentador
escenario gastronómico donde el lucimiento es para el ácido úrico y el
colesterol.
Y al
enfocarlo desde el mirador de la fe, es el reencuentro con la vida; es la
resurrección de los valores y es, en suma, un anhelo de reconciliación
universal y roguemos que al menos sirva para eso.
En el seno de la familia, que es la base de la sociedad, las rencillas y las diferencias terminan cuando prevalece el atávico y fraternal concepto de unión que la consolida; el amor, la tolerancia y el sentido solidario y se me ocurre que comparándola con la ciudad ocurre lo mismo, pero en escala mayor, porque la ciudad que consideramos nuestra es la casa grande, de la gran familia, donde convivimos.
Ni que hablar entonces de la situación en la provincia y en el país, que nos demandan siempre mayor indulgencia, para combatir la propia y cerrada incomprensión que por lo general se ha enquistado en muchos de quienes nos gobiernan.
Que esta Pascua, fiesta religiosa para la mayoría, y sin distinción de creencias, sirva también a la hora de plantearnos la reconciliación nacional, en momentos críticos para los argentinos postergados y marginados, azotados por el fantasma de un virus inclemente que resiste y avanza pese a la ciencia, algunas buenas intenciones y también los errores, las falencias y los parches con los que se pretende desde el poder universal llegar a dominarlo y desterrarlo.
Pero es, de cualquier manera, un día de reencuentros en la familia que bueno sería proyectarlos a todos los niveles de la sociedad, como la nuestra, que más se alimenta de desencuentros que de acuerdos. Estos últimos tiempos han estado signados por la profundización de una grieta que separó familias y amigos, porque desde el poder se aplicó sin sutilezas el perverso estilo de dividir para reinar.
No es hora de palabras, de discursos ni de
censuras a esas actitudes que los argentinos buscamos superar con respeto,
tolerancia y armonía, sentimientos imprescindibles para el sostenimiento del
sistema democrático.
Entendamos de una buena vez que hacer sinónimos entre opositores y enemigos, acentuará la postración de la que se intenta salir para superar todos los problemas que nos aquejan y disipar los nubarrones que aparecen en el horizonte argentino.
En un país tan rico como el nuestro, no merecemos padecer las secuelas de la corrupción, de la inflación, de la rapiña. Demasiados han sido los sacrificios vividos en los últimos años -y no tan sólo en la pasada década- como para que pongamos a prueba otra vez nuestra capacidad de superar los temporales porque siempre dejan campo arrasado.
A la hora del abrazo, de augurarnos paz y felicidad, lo hagamos con la fortalecida convicción del sacrificio y la grandeza por la que tantos cayeron y será el mejor homenaje a quien por nosotros, murió en la cruz.
Porque ser parte de un espejismo no es mágica solución a los problemas ahora que en la madurez no soportamos la cosmética.
Al margen
les comento que Enrique Otero Pizarro, nació en Córdoba allá por 1915, fue un
atildado sonetista, parafraseó a Lope de Vega y abordó temas tan delicados y
hondos como el de ciertos pasajes bíblicos que se refieren a Jesucristo.
Para nada irreverente resulta su desacralización, aunque sí grotesca por la conjunción de gracia y patetismo que alcanza especialmente con la utilización del lunfardo, ese lenguaje de los bajos fondos rioplatenses.
El drama
del Gólgota en la visión de Otero Pizarro y en el mencionado argot, es una
magnífica creación que llamó “Dos ladrones”, un soneto para guardar,
respetuosamente:
FORMAMOS PARTE DE ALGUNAS
POCO HONROSAS ESTADISTICAS
Llamó y aún llama la atención que los responsables directos en la escala de importancia como lo son el Ministerio de Gobierno y la mismísima Gobernación se hayan limitado a tibios comentarios y promesas o a ominosos como inaceptables silencios, como si íntimamente el poder se avergonzara de su impericia en el manejo de la fuerza azul.
Una importante organización estudiosa y analítica del respeto por los derechos humanos en el mundo, con sede en los Estados Unidos de Norteamérica y dependiente de su gobierno, aludió al caso del asesinato a manos policiales del joven Valentino Blas Correa, perpetrado el pasado 6 de agosto, en un reporte de los numerosos casos acaecidos en Córdoba a lo largo del año 2020 y en su informe, señala entre otros conceptos que “la impunidad siguió siendo un problema importante en las fuerzas de seguridad a todos los niveles. La corrupción y el sistema judicial lento y politizado obstaculizaron los esfuerzos para investigar los abusos” señalando además que estos hechos fueron denunciados y las fuerzas de seguridad fueron capacitados en el tema del respeto por los derechos humanos.
Señala los hechos irregulares que se cometieron en torno del asesinato del joven y detalla la forma en que fuera asesinado, los resultados de los peritajes que confirmaron la gravedad de lo sucedido y no omite el detalle fundamental, que dos de los policías intervinientes en el crimen “estaban trabajando armados esa noche, pese que sobre ellos ya pesaban imputaciones por otros supuestos delitos”.
La historia es conocida, la familia de Blas aún espera la palabra directa de la máxima autoridad de la provincia y mientras tanto aquella movida sirvió para que en parte se quitara el herrumbre mental que mostraba la conducción policial, se hicieron cambios hasta su cúpula, se aseguró que la seguridad sería recuperada pero los esfuerzos, si se hicieron, dieron escasos resultados.
El hampa sigue siendo dueña de la ciudad y ataca aquí, la policía por unos días cuida el sector mientras los delincuentes actúan en otros barrios, cuando atienden a uno desprotegen a otros y así, Córdoba es ya una enorme zona roja donde el peligro acecha en cualquier rincón de la ciudad, en su periferia y en el interior provincial con la misma virulencia.
Ya no existen palabras para calificar la gestión porque han quedado obsoletas la inoperancia, la indiferencia, la falta de insumos, la cuestionable manera de incorporar efectivos como si fuera una bolsa de trabajo para los recomendados políticamente, en fin… es para llegar a suponer que la delincuencia ha ganado la batalla.
Roguemos que este internacional tirón de orejas sirva para despertar en las autoridades no tan sólo de la Policía de la Provincia, sino en los niveles superiores del gobierno, la voluntad de ocuparse seriamente de instaurar una política integral de seguridad con influencia tanto externa como interna, para que recuperemos la tranquilidad provinciana que tiempo atrás fuera un orgullo tanto de las autoridades como de la población cordobesa.
EN ESTE PROCESO LA PASCUA NO SIGNIFICA
EL ANSIADO PASO A LA LIBERTAD Y A LA VIDA
En la historia religiosa, la Pascua significa el paso a la libertad y a la vida, después de sobreponerse a la esclavitud, al sufrimiento, el dolor y la muerte, causados por los opresores del momento. Podríamos encontrar un paralelo tangible de esta historia en la causa del Registro, como la esclavitud de un encierro injusto, al realizarse sin juicio previo y contra las normativas de la ley, el sufrimiento y el dolor de la separación familiar, la marginación laboral y el escarnio social, y la muerte, literalmente la muerte, de los que fallecieron en esos años de prisión preventiva sin haber sido nunca juzgados.
Muertes tal vez evitables, que quedarán como injusticia eterna.
Y si nuestra Constitución garantiza la vida y la libertad y por ello prohíbe la prisión preventiva, las comisiones especiales o los juicios repetidos, en el mismo paralelo podremos considerar como opresores del momento a quienes, contrariando esas normativas, toman las decisiones en este proceso.
Pese a la renuencia judicial a recibir críticas por sus actuaciones, los inocentes muertos en la causa, los poderosos denunciados que no se investigan y los beneficiados que no se buscan, son amargo sabor de justicia ausente, en una causa que aún aguarda poder festejar su Pascua.
DESORIENTACIÓN CIUDADANA POR EL TRATAMIENTO
OFICIAL DE LA FALTA Y EFECTIVIDAD DE LAS VACUNAS
Todos saben de todo, mientras desde las esferas más encumbradas del poder no se consigue unificar no tan solo los conocimientos, sino el claro y adulto mensaje de claridad y orientación que merece una ciudadanía ávida de noticias ciertas; de análisis realmente científicos y no de elucubraciones delirantes o de un regreso a la peligrosa chantocracia.
Convengamos que en estos últimos tiempos la seriedad no ha sido la característica de las noticias que se divulgaban, que con el paso de pocas horas se transformaban en nubes de humo con las que, también desde el seno del poder, se procuraba maquillar la demagogia encerrada, los anuncios de improbable concreción y otras maniobras propias de la desorientación y esa marcada vocación por el remiendo, el parche y la improvisación.
Nunca llegaron tantas vacunas como las que pomposamente se anunciaron y las que pudimos recibir, jamás lo fueron en los tiempos de la demanda desde el momento que se asegurara que más o menos por diciembre tendríamos una buena proporción de inmunizados cuando entraron a jugar vacunas de distintas procedencias, pero todas con el rótulo ideológico de su origen.
A duras penas se movieron las agujas del conteo y con un mínimo cercano al uno y medio por ciento de quienes recibieran el pinchazo, el apresuramiento por ocuparse de la inminente segunda ola llevó a vacunar con lo que restaba en las heladeras -y al margen sea dicho ni esas heladeras se llenaron- mientras por falta de dosis quedaban colgados del pincel muchos de quienes tuvieron la suerte de recibir la primera vacuna, agregándole un detalle que alimentaba la confusión.
Me refiero al tiempo que debe transcurrir entre un pinchazo y el otro que al principio se dijo que debía ser entre los 21 y los 28 dìas, pero en una de esas la falta de vacunas y de ideas concretas llevó a descubrir, con algo de inestabilidad científica, que dejando tres o cuatro meses entre uno y otro, el efecto sería mejor.
Todo fue reprogramado y no me vengan con que surgieron imprevistos porque esa fue la excusa inicial que la dieron por superada pocos días después que capotara GGG y que ocupara su lugar una de sus protegidas, sindicada como científica en serio pese a su inclinación por los mensajes a cargo de una payasa.
El mundo está sumamente jaqueado por el recrudecimiento del mal, por la aparición de nuevas cepas y por la inconciencia generalizada de la gente que aún piensa que esto es joda, que no es tan grave, que el barbijo es una mariconería y que la distancia social y privarse del baile nada resuelven.
Ha llegado la hora -si es que no la hemos dejado pasar- de tomar las cosas con la celeridad y la dureza que vienen imponiendo las circunstancias que vemos como consecuencias en muchos rincones del mundo, especialmente los que han entrado a la tibieza del verano que ayuda, mientras que a nosotros el invierno nos viene pisando los talones y el alma, reinstalando aquel miedo angustiante y ominoso que nos encerrara e hiciera naufragar a familias, a empresas y a gobiernos.
Es preciso que cuanto antes se diga oficialmente y por necesaria e imprescindible cadena nacional cuándo llegan las vacunas, qué cantidad es la que recibiremos y de qué manera se comienza a reprogramar, de inmediato, el esquema para las vacunaciones de todos los segmentos etarios, priorizando siempre a los más vulnerables y a las ocupaciones esenciales.
Porque si se promovió un paro nacional docente por la muerte de un educador, lamentable por cierto, calculen lo que sería que los médicos y afines hicieran lo propio frente a tantos sacrificados exponentes de esas disciplinas que corriendo los riesgos que nos podamos imaginar, fueron carne de cañón.
Lo digo por todos aquellos a los que ahora estamos llorando, agradeciendo y extrañando…
PASCUA CRISTIANA, NOSTALGIAS NO MUY LEJANAS Y
LA DESACRALIZACIÓN DE LA PASIÓN EN UN SONETO
En el seno de la familia, que es la base de la sociedad, las rencillas y las diferencias terminan cuando prevalece el atávico y fraternal concepto de unión que la consolida; el amor, la tolerancia y el sentido solidario y se me ocurre que comparándola con la ciudad ocurre lo mismo, pero en escala mayor, porque la ciudad que consideramos nuestra es la casa grande, de la gran familia, donde convivimos.
Ni que hablar entonces de la situación en la provincia y en el país, que nos demandan siempre mayor indulgencia, para combatir la propia y cerrada incomprensión que por lo general se ha enquistado en muchos de quienes nos gobiernan.
Que esta Pascua, fiesta religiosa para la mayoría, y sin distinción de creencias, sirva también a la hora de plantearnos la reconciliación nacional, en momentos críticos para los argentinos postergados y marginados, azotados por el fantasma de un virus inclemente que resiste y avanza pese a la ciencia, algunas buenas intenciones y también los errores, las falencias y los parches con los que se pretende desde el poder universal llegar a dominarlo y desterrarlo.
Pero es, de cualquier manera, un día de reencuentros en la familia que bueno sería proyectarlos a todos los niveles de la sociedad, como la nuestra, que más se alimenta de desencuentros que de acuerdos. Estos últimos tiempos han estado signados por la profundización de una grieta que separó familias y amigos, porque desde el poder se aplicó sin sutilezas el perverso estilo de dividir para reinar.
Entendamos de una buena vez que hacer sinónimos entre opositores y enemigos, acentuará la postración de la que se intenta salir para superar todos los problemas que nos aquejan y disipar los nubarrones que aparecen en el horizonte argentino.
En un país tan rico como el nuestro, no merecemos padecer las secuelas de la corrupción, de la inflación, de la rapiña. Demasiados han sido los sacrificios vividos en los últimos años -y no tan sólo en la pasada década- como para que pongamos a prueba otra vez nuestra capacidad de superar los temporales porque siempre dejan campo arrasado.
A la hora del abrazo, de augurarnos paz y felicidad, lo hagamos con la fortalecida convicción del sacrificio y la grandeza por la que tantos cayeron y será el mejor homenaje a quien por nosotros, murió en la cruz.
Porque ser parte de un espejismo no es mágica solución a los problemas ahora que en la madurez no soportamos la cosmética.
Para nada irreverente resulta su desacralización, aunque sí grotesca por la conjunción de gracia y patetismo que alcanza especialmente con la utilización del lunfardo, ese lenguaje de los bajos fondos rioplatenses.
En la más alta, al diome, el Nazareno.
En la de un güin lloraba el chorro bueno
mangándole el perdón de sus pecados.
mascaba el otro lunfa el duro freno
del odio y destilaba su veneno
con el rechifle de los rejugados.
¿Sos el rey de los moishes? ¡Arranyate!
¿Por qué no te bajás? ¡Dale, che guiso!
Y le dijo al buen chorro estate piola
que hoy zarparás conmigo al Paraiso.
“arranyate” significa “arreglátelas”.
“guiso” equivale a imbécil, tonto
BUENO SERÍA QUE SE ACTUALIZARA PUBLICAMENTE
EL ESTADO DE SALUD DEL PRESIDENTE FERNÁNDEZ
Es cierto que algunos detalles llaman la atención, como por ejemplo que habiéndose vacunado a mediados de enero, día más o día menos y recibido la segunda dosis en término, haya terminado contaminándose, y por respeto y cariñosamente desde la tarima que me sostiene en mis casi 82 pirulos, que merecen tanto la investidura como su condición humana, las usinas de rumores siempre fueron para algunos indeseables de la mala polìtica y del mal periodismo, una bastarda ocupación desestabilizadora.
Esos agoreros son los reales enemigos de la democracia, en estos momentos que la unión entre los argentinos debiera ser el común desvelo de todos porque al país lo salvamos entre todos o no lo salva ni Mongo.
Por fortuna se comenta desde el seno del poder que el mal, en su estado actual, no es preocupante para la salud presidencial, así que se impone seguir muy de cerca y todas las veces que sea necesaria, la evolución de su estado y aunque suene hueco, hasta sería aconsejable su aparición diaria en micros de cadena nacional, para que el Dr. Fernández en persona nos ofrezca sin intermediarios, un panorama de su salud.
Nada mejor que hacerlo así, sin odiosas intervenciones foráneas, para que los argentinos respetuosos de la imagen presidencial y su investidura como símbolo, tengamos la tranquilidad de no ser desviados por carriles que la desinformación, aviesamente, suele frecuentar.
CASI COMO SI NADA HUBIERA CAMBIADO Y
SIN MODIFICARLE SIQUIERA UNA PALABRA
Cuando la ominosa barrera del miedo, la capucha y el silencio se quebró con la recuperación de la democracia allá por el ’83 creímos haber ingresado a un paraíso duradero, enaltecedor de nuestra calidad de vida y superador de tantas instancias dramáticas que nos tocara padecer a los argentinos.
Recorrimos caminos de concordia dentro del disenso y las diferencias en el terreno político e ideológico se zanjaban con el debate encendido aunque enriquecedor; con la sana exposición de ideas y proyectos; con la revitalización del diálogo como instrumento de armonía en la saludable variedad del amplio espectro de la intelectualidad.
La maduración que se venía operando en nuestra forma de pensar, de asumir las complejas y adversas circunstancias y de obrar con el ánimo de mejorarlas, se empezó a deteriorar cuando una incipiente soberbia se instaló urnas mediante en el poder, enarbolando estandartes de viejas y sufridas antinomias y tomando como de exclusiva propiedad la lucha por los derechos humanos, tan vulnerados por los malos cuarteleros que asaltaron la Patria en el ’76.
De allí a la instauración de cierto fanatismo que no admite pensar distinto y se atribuye la propiedad de la palabra bíblica, transcurrió muy poco tiempo para que raudamente se erigiera en fundamentalismo tanto en lo político al igual que en lo ideológico y lo económico, con una peligrosa tendencia a descalificar, cerrar diálogos, manipular la Justicia y bajo el pretexto de luchar contra corporaciones mediáticas, edificó la propia que crece con los dineros de todos pero con el mensaje único del modelo.
Así las cosas, “fabricando” pobres que pasaron a ser parte de la realidad pero no de las estadísticas, desde el poder se fortaleció la poco digna política del subsidio que es enemiga del trabajo, de la producción y del desarrollo pero que alienta la continuidad del asistencialismo y la comida demagógica disfrazada de justicia social, elementos todos que al final de la rueda transforma a esos carenciados en rehenes de las urnas.
Más allá de los inocultables logros alcanzados en distintos órdenes de la vida nacional -es obligación de todo gobierno trabajar para la gente y no sólo para el aplauso- queda el amargo sabor de la prepotencia en muchos aspectos, los desmanejos de la economía, las mentiras estadísticas, la superpoblación de los organismos del Estado, el manejo discrecional del presupuesto, la postergación de algunas provincias “no simpáticas” al poder central, los índices de corrupción, el exceso de “yoísmo” en las comunicaciones con el pueblo, la inseguridad que se pretende esconder, la inflación incontrolable que agota nuestras reservas, el brutal crecimiento del narcotráfico padre y señor del hampa enquistada, el escaso respeto por tantos miles de ancianos que después de haber dejado buena parte de sus vidas en el trabajo, están sometidos a necesidades cobrando como jubilación menos de lo que fija la línea de pobreza; el escaso criterio oficial para el manejo y la atención de prioridades … en fin, situación actual que solo beneficia a los especuladores y a los amigos del poder.
Por eso cuando el asistencialismo se disfraza de solidaridad se inyecta en parte de la opinión pública -los beneficiarios- una sensación irreal de un bienestar que no es tal o no existe, pero son ellos -los gobernantes- principales sostenedores de un sistema perverso que deriva lógicamente en fundamentalismo para la defensa de tantas ventajas a costa del sufrimiento ajeno.
Este panorama lleva a pensar que ciertos procederes antipopulares no encierran el objeto “de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general…” que son postulados constitucionales.
Tal propensión a convencernos que vivimos en el país de las
maravillas y que toda opinión en contrario no merece ser escuchada y menos tenida en cuenta, ha llevado a desarrollar mentes en la obcecación del discurso único e inapelable, lo que en buen romance es una grosera forma que asume la prepotencia que es el umbral de las tiranías.
Apena entonces y no es nada grato advertir el profundo e impensado cambio observado en la sociedad argentina en estos últimos años, porque se pasó del debate a la intolerancia, se fracturó el sentido solidario, se dividieron familias y se disgregaron sólidas amistades.
La soberbia y el capricho no son estilos aceptables para gobernar ni siquiera un club.
Es una situación que debemos superar entre todos regresando a la concordia y al diálogo; a la exposición de ideas susceptibles de ser mejoradas pero sin descalificaciones apresuradas; al debate civilizado que derrote salvajismos, obstinaciones y atropellos; volver a los viejos tiempos de la convivencia entre adversarios y no la actualidad de considerar enemigo y traidor a todo aquel que ose pensar distinto.
No necesitamos salvadores mesiánicos ni delirantes nostalgiosos que nos sumerjan, sino gobernantes que nos respeten.
No necesitamos próceres de cartón.
Casi con desesperación necesitamos patriotas”.
Aunque usted no lo crea y sin cambiarle una letra, con este comentario cerré uno de mis programas en agosto de 2015.
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