LLEGARÁ EL DÍA DE CELEBRAR LA
INDEPENDENCIA QUE MERECEMOS
Hoy estamos celebrando -de alguna manera hay
que calificarlo- un nuevo aniversario de nuestra independencia, nada menos que
dos siglos más un lustro, que no acaba de concretarse pese al paso de los años.
Y como no es tanto lo que ha cambiado en los últimos tiempos, me permito refrescar algunos conceptos emitidos en aniversarios anteriores porque de alguna manera o de varias, seguimos dependiendo y no poco.
En lo económico, por ejemplo, de los caprichos de la banca internacional que nos tiene agarrados de allí donde te dije. En lo productivo, de lo que decidan el campo, la industria y otros sectores en nombre de todos, como si todos tuviéramos soja, sembráramos trigo, cosecháramos maíz o fabricáramos aviones, autos o motos.
En lo político, los del interior dependemos del basculante humor porteño, de las trenzas que se arman, de los acuerdos que se concretan, de las fidelidades que se exijan, de las broncas que se generen o de las mentiras a las que estaríamos obligados a tomar como verdades casi bíblicas.
En lo deportivo, dependemos de cómo se estructuren los campeonatos, de cómo se comporten los árbitros y de qué apoyo económico estatal reciban nuestras instituciones. En lo cultural, de qué música nos impongan como moda, qué ropa nos insten a usar, qué comidas y bebidas nos sugieran casi como una enfermiza obligación de consumo.
Y lo más reciente de nuestro pasado inmediato y del presente abrumador, la inmisericorde irrupción de la pandemia pese a que inicialmente se le restara su aterradora importancia por eso de la distancia, y después de una vacilante reacción entráramos a una vorágine de intereses económicos, ideológicos y geopolíticos de cuya trama también seguimos siendo dependientes.
La memoria colectiva jamás dejará de lado la existencia de privilegios y miles de privilegiados “bendecidos” por la ventaja de adelantarse en la fila de las inoculaciones, al amparo presidencial que declamó -aunque fuera jurídicamente cierto- que tal maniobra antiética y en ciertos aspectos inhumana no era delictiva y se instauró como práctica reservada al padrinazgo de los poderosos, transformando al argentino medio en ansioso dependiente de caprichos y apetencias internas.
Resumiendo, seguiremos siendo dependientes de otros, tanto de afuera como de adentro, mientras no asentemos nuestra propia identidad y aprendamos de nuestra rica historia que el camino al procerato es arduo, sacrificado y patriótico más allá de las ambiciones materiales y la vocación por las inclinaciones dinásticas.
Esto se resolverá cuando entendamos y obremos con coherencia de Nación, respeto a la paciencia y sentido de argentinidad. Aquel 9 de julio de 1816 en Tucumán conquistamos lo que todavía es uno de los principales motivos de la lucha diaria de los actuales 44 millones de argentinos.
No es necesario inventar prohombres ni fabricar más bronce del que nos señalan el tiempo y la memoria.
Gonio Ferrari
INDEPENDENCIA QUE MERECEMOS
Y como no es tanto lo que ha cambiado en los últimos tiempos, me permito refrescar algunos conceptos emitidos en aniversarios anteriores porque de alguna manera o de varias, seguimos dependiendo y no poco.
En lo económico, por ejemplo, de los caprichos de la banca internacional que nos tiene agarrados de allí donde te dije. En lo productivo, de lo que decidan el campo, la industria y otros sectores en nombre de todos, como si todos tuviéramos soja, sembráramos trigo, cosecháramos maíz o fabricáramos aviones, autos o motos.
En lo político, los del interior dependemos del basculante humor porteño, de las trenzas que se arman, de los acuerdos que se concretan, de las fidelidades que se exijan, de las broncas que se generen o de las mentiras a las que estaríamos obligados a tomar como verdades casi bíblicas.
En lo deportivo, dependemos de cómo se estructuren los campeonatos, de cómo se comporten los árbitros y de qué apoyo económico estatal reciban nuestras instituciones. En lo cultural, de qué música nos impongan como moda, qué ropa nos insten a usar, qué comidas y bebidas nos sugieran casi como una enfermiza obligación de consumo.
Y lo más reciente de nuestro pasado inmediato y del presente abrumador, la inmisericorde irrupción de la pandemia pese a que inicialmente se le restara su aterradora importancia por eso de la distancia, y después de una vacilante reacción entráramos a una vorágine de intereses económicos, ideológicos y geopolíticos de cuya trama también seguimos siendo dependientes.
La memoria colectiva jamás dejará de lado la existencia de privilegios y miles de privilegiados “bendecidos” por la ventaja de adelantarse en la fila de las inoculaciones, al amparo presidencial que declamó -aunque fuera jurídicamente cierto- que tal maniobra antiética y en ciertos aspectos inhumana no era delictiva y se instauró como práctica reservada al padrinazgo de los poderosos, transformando al argentino medio en ansioso dependiente de caprichos y apetencias internas.
Resumiendo, seguiremos siendo dependientes de otros, tanto de afuera como de adentro, mientras no asentemos nuestra propia identidad y aprendamos de nuestra rica historia que el camino al procerato es arduo, sacrificado y patriótico más allá de las ambiciones materiales y la vocación por las inclinaciones dinásticas.
Esto se resolverá cuando entendamos y obremos con coherencia de Nación, respeto a la paciencia y sentido de argentinidad. Aquel 9 de julio de 1816 en Tucumán conquistamos lo que todavía es uno de los principales motivos de la lucha diaria de los actuales 44 millones de argentinos.
No es necesario inventar prohombres ni fabricar más bronce del que nos señalan el tiempo y la memoria.
Gonio Ferrari
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será valorado