19 de agosto de 2021

Partíó Fellini, gato pantera

ASÍ COMO MUCHOS LOS HUMANIZAN
ELLOS  SIEMPRE  NOS  MASCOTIZAN
 
   Pasamos 21 años juntos desde que ese inicial montoncito de pelos negros, ojos amarillos y cola corta vino a parar a mi vida -a nuestra vida- y desde muy chiquito agradeció con ronrroneos y maullidos breves, sin sacar jamás ni una de sus uñas ni la peligrosa y respetable garra de cada pata, por haber sido rescatado del infierno callejero y de las intemperies que a nadie perdonan.
   Nunca arañó a nadie ni mordió a traición. Creció siendo amado y mimado, patrón de los techos y paciente cazador que de vez en cuando dejaba a mis pies el tributo del instinto. Su desmesurado placer por la libertad supo encerrarlo por un par de meses, sólo con agua a su alcance, en alguna obra en construcción que paralizó su crecimiento.
   Sobrevivió. Bolsita de huesos que reapareció una tarde trastabillando en una medianera, sin siquiera con fuerza para maullar aunque mi felicidad -nuestra felicidad- pasó a ser la ternura de verlo recuperarse lentamente, cuando en realidad de las siete vidas que les asignan posiblemente ya hubiera consumido media docena de ellas.
   Fellini, centinela de la escalera donde se instalaba al percibir que volvíamos, el mismo lugar desde donde casi como persona lloraba cada vez que quedaba solo, dueño y señor de una casa donde jamás hubo que limpiar lo que lógicamente descartaba ese cuerpito pequeño: tenía su baño, su sitio para alimentarse y un lugar de preferencia -de su elección- en la terraza.
   Era la felicidad ajena hecha bicho, digna de ser gozada y compartida con las visitas, para las que guardaba un increíble sentido selectivo con sus reacciones de frotarse en las piernas ajenas o mostrar indiferencia como síntesis de su juicio y condena.
   Hoy, sus 21 años le indicaron que había llegado al final de su viaje que duró una cuarta parte de mi viaje actual por la vida; de ser mi amigo, mi alegría, mi orgullo por su respeto que a veces muchos humanos no muestran; por el cariño de su presencia, por su lenguaje para hacerse entender, así que no necesitaba hablar.
   La enormidad de amor que recibió y la ciencia de quienes todo lo intentaron no alcanzaron a impedirlo.
   Esos irracionales angelitos, por todo lo que nos dan, no merecen el sufrimiento de la agonía aunque sea breve e irreversible. Posiblemente porque así como a veces los humanizamos, ellos siempre nos mascotizan.
   También porque la verdad sea dicha no somos nosotros quienes los elegimos y son ellos quienes nos eligen a nosotros.
   Y Fellini, mi pantera, en mi casa nos había elegido a todos.
   Francis Jammes supo implorar algo parecido: Poderoso Señor Dueño de los Tiempos, de los Relojes y de la Vida, te pido para cuando muera y si me toca destino de cielo, tengas la bondad de prestarme un rinconcito para mi gato.
   Con el dolor de no tenerlo más pero con el humano atenuante de saber que se fue silenciosamente, para no apenar a quienes lo amamos y ya lo extrañamos...
G.F.
                        A UN GATO
 
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alma aventurera …
Eres, bajo la luna esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
 
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el Poniente.
Tuya es la soledad, tuyo el secreto.
 
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
 
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado, como un sueño.
 
JORGE LUIS BORGES

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