9 de junio de 2024

S.L.B.: TRANSPORTE URBANO SIGUE EN DEUDA CON SUS SOSTENEDORES – EL PERIODISMO (PROFESIÓN INVADIDA) CONMEMORÓ SU DÍA – EL INFAME DELIRIO DE PARALIZAR AL PAÍS – OXIMORÓN EN LA MEGACAUSA DEL REGISTRO – SEGUIRÁ REINANDO EL HAMPA FRENTE A LA IMPOTENCIA DEL PODER – FALSA INCAPACIDAD, MAL JUEGO DEL POPULISMO, ETC.

Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su programa “Síganme los buenos” edición nº 834 del domingo 9 de junio de 2024, emitido por la AM580 Radio Universidad Nacional de Córdoba.

 
El servicio está lejos de optimizarse
TRANSPORTE  URBANO: PESE AL MAQUILLAJE
SIGUE  ENDEUDADO CON SUS SOSTENEDORES
 
   Ya es vieja, casi pasada de moda pero suele rendir buenos dividendos políticos, eso de mostrar las cosas que se hacen, dejando de lado todo aquello que falta por concretarse o que murieron siendo proyectos, y en esa mala costumbre han sucumbido los gobiernos de todos los colores a lo largo de nuestra historia como país, como provincia y en la ciudad maravillosa -pese a todo- que generosamente nos cobija.
   Ya superó los límites de la credibilidad esa vetusta maña de alinear patrulleros, formaciones de uniformados, exhibición de armamento, tecnología en comunicaciones, todo un escenario idealizado para hacernos creer que así dominarán al reinado del hampa, y lo que se consigue es un crecimiento de la delincuencia, el fortalecimiento de ciertas impunidades y el desencanto de la gente, ya harta de remar en un mar de promesas, intenciones, discursos y otras expresiones privativas de la demagogia que se fortalece desde el variopinto marco de la política.
   Aunque en otro escenario, lo mismo viene ocurriendo con el transporte urbano de pasajeros, que vive en crisis a la que sus responsables intentan superar, con magros y ocasionales beneficios, como por ejemplo lo de tantos y tantos coches nuevos mientras las frecuencias siguen distanciándose, el boleto se encarece y se olvidan que aún estamos utilizando algunos vetustos trolebuses rusos que invierno y verano circulan como saunas ambulantes.
   Al precio que ahora se paga el viaje, que seguramente en pocos días superará los mil pesitos, es para imaginar que tendríamos un servicio acorde con su costo, su expansión y concordante con todo lo que se anuncia como beneficio, pero la realidad nos muestra un rostro distinto.
   Es hora que el problema se tome con seriedad, lo que ocurrirá, ¡vaya pretensión! cuando veamos que algunos funcionarios viajen en tal sistema y tengan que soportar las prolongadas esperas, los apretujones y el absurdo de esperar 30 minutos en una parada, para que lleguen dos unidades juntas, de la misma línea, como si hubieran estado esperando que los usuarios agotaran su paciencia y los tomaran como salvadores de una situación que no merecen.
   Con el precio actual del boleto, es injusto que el sistema muestre tantas grietas que nadie se ocupa de subsanar.
 
El infame delirio de paralizar al país
SALVO  EL ESFUERZO DE TODOS, NO  EXISTEN
FÓRMULAS PARA LOGRAR LA RECUPERACIÓN
 
   Imaginación, creatividad, compromiso ciudadano, abandonar la burbuja de aislamiento con la sociedad y otros atributos, son parte de las carencias, del por muchos envidiado posicionamiento de la conducción sindical del país, frente a las privaciones, expectativas malogradas y esperanzas, que son algunos de los sentimientos o consecuencias que prevalecen en la mente del argentino común.
   Me refiero a tantos de a pié, del de la calle, de la familia, del transpirar en la fragua del laburo y de los que llegado el fin de cada mes, deben padecer la injuria del salario que no alcanza, y que su esfuerzo ha sido provechoso para otros, que entregaron su dignidad a la limosna institucionalizada que son las becas de las que tantos se sirven, sin transpirar, aunque sean miles -pero no tantos-  los casos que están justificadas.
   La columna vertebral del peronismo, bien lo sabemos es el conglomerado sindical, que cuando les tocan la chequera o las obras sociales ponen el grito en el cielo porque no son escasos los beneficios que se logran a través de ambos mecanismos, y con sólo conocer el enorme poder de ahorro y el dispendioso nivel de vida de muchos de sus vitalicios dirigentes, cualquier discusión en tal sentido sería innecesaria.
   Una de las intenciones peor disimulada es esa tarea de socavar al poder político, cuando la manija está en manos y responsabilidad de la oposición y basta con hacer algo de memoria, apelando a la cantidad de paros generales ordenados por la CGT nacional durante los mandatos de todos los que no coincidían partidariamente con la conducción cegetista.
   Ahora la tarea en tal sentido ha vuelto a llevarse a la práctica y a nivel internacional, con desplazamientos de la dirigencia al exterior que como viejas chismosas, busca desacreditar todo lo que se intenta hacer desde el poder para que nos salvemos todos, menos ellos porque no lo necesitan, ya que hace tiempo tienen asegurado su próspero futuro y el de sus descendencias tanto sindicales como familiares.
   No es posible que aparte de la clase dirigente con sus históricas prebendas y privilegios, el resto de la población desde la llamada clase media hacia abajo,  colisionen con el obstáculo de trabajar, porque los popes de la vagancia con enriquecimiento y del ocio como política, busquen la paralización del país, en instancias que debiéramos destinar el esfuerzo productivo para honrar con el crecimiento todas las riquezas naturales que poseemos y la solidez como república que patrióticamente se intenta restaurar.
   Salir del país para hablar mal de lo que es también el país de ellos, no deja de ser una bajeza, aunque la costumbre de su práctica nos viene enseñando que con el esfuerzo común y la toma de conciencia ciudadana, serán los elementos con los que podremos salír a flote.
   Más que nada y es válido reiterarlo hasta el cansancio, porque luego de padecer tanta ignominia y privaciones, ampliamente lo merecemos.
 
Pasó tibiamente el Día del Periodista
LA  PROFESIÓN MÁS INVADIDA  QUE  TAMBIÉN
TIENE DERECHO A FESTEJAR EN  HERMANDAD
 
   El viernes último, precisamente antes de ayer, se conmemoró el Día del Periodista, instituido en recordación de un nuevo aniversario de la aparición de La Gazeta de Buenos Ayres, inspirada por Mariano Moreno, primera expresión criolla de acuñar ideas en libertad, con el nacimiento de la Patria. No son muchos los que conocen que la institución de esta fecha surgió en Córdoba durante el gobierno de Amadeo Sabattini, cuando en 1938 deliberó aquí el Primer Congreso Nacional de Periodistas, en cuyo seno nació esa iniciativa. Para quienes no lo sepan, es bueno anoticiarlos que un periodista es el hilo conductor entre el suceso y su estado público. 
   El periodista de raza no es fiscal, defensor, juez ni verdugo y solo muestra una realidad, a veces descarnada, que no puede modificar y es asimismo un inductor de la toma de conciencia y orientador de opiniones; es quien hurga e indaga; es quien parte de la crítica para ayudar a construir. 
   Pero no son todas delicias las que jalonan la vida del periodista, al menos de aquellos amantes de la libertad. 
Son las primeras víctimas de los autoritarios, de los dictadores y de aquellos que los someten a barrotes o a mordazas y muchas veces son destinatarios de presiones de conciencia.
 Son -somos- también víctimas, en los conflictos armados que nos muestran actuando en el frente, junto al máximo peligro.
   Entre nosotros, la libertad de expresión no es ni ha sido la graciosa concesión de ningún gobierno, sino el respeto hacia el ejercicio de la tarea periodística al amparo de la Constitución, de las leyes y del sentido ético.
   Los periodistas de ley no necesitamos que nadie nos indique lo que debemos decir o nos impongan lo que debemos callar y menos todavía aquella pretensión no tan lejana de intentar enseñarnos a pensar, porque tenemos pensamiento y criterio propios, siempre que por la pauta publicitaria o por conservar el puesto no vendamos nuestra honestidad.
    Los periodistas sabemos que mientras impere el respeto a los preceptos básicos, y el pensar distinto no nos transforme en enemigos, no habrá sombras que perturben la certeza absoluta de libertad. Una libertad que no necesita padrinos ni leyes que la regulen, la condicionen o la impongan, porque el único reaseguro de gozarla radica en el simple e innegociable respeto por la Constitución y todo lo demás es inútil y disociante pirotecnia.
   Bien sabemos los periodistas, que formamos parte de una profesión casi salvajemente invadida. Invadida por médicos, deportistas, curas, rabinos, vedettes, manosantas, dietistas, funcionarios, actores, actrices, travestis, pitonisas, empresarios, modelos, abogados, economistas, corredores de autos, políticos en decadencia o cocineros. Son ellos, los invasores, los que reivindican la vigencia discepoleana de la biblia junto al calefón. 
  Porque la base moral y profesional es el mejor reaseguro para edificar desde allí la honestidad de informar, de opinar, de criticar o de aplaudir. Solamente quienes la poseen se sienten libres y están en condiciones de transmitir esa convicción de libertad que se fortalece día a día, solo en la fragua del trabajo y no en las filas de los partidos políticos, o en ese patético engendro que fue dado en llamar  periodismo militante, de donde surgió el falso profesionalismo solamente interesado y fogoneado para imponer autoritariamente su ideología y el discurso único, por encima del sano equilibrio y del saludable disenso.
    En este día, vale la pena recurrir al archivo para reiterar una posición formal con respecto a lo que íntimamente siento como periodista. A toda persona que ejerce el periodismo pero tiene colgado en alguna pared el diploma que lo acredita como tal, que le fuera entregado en una solemne ceremonia académica y social, le asiste el legítimo derecho al orgullo de haber plasmado una vocación o una meta vital.
   Pero estamos los otros, los que abrazamos, si, una fuerte propensión a informar, a analizar, a dar a conocer lo oculto, encubierto o ignorado sin pensar en la notoriedad o en la fama propia ni con delirios de marquesinas ni tumultos callejeros por firmar autógrafos. Somos -y descaradamente lo confieso- los que sin estudiar estilos, poses, silencios o elegir ropa de última moda, el mejor peinado y más cinematográfico maquillaje, nos lanzamos a esta cotidiana aventura de sentirnos útiles a la sociedad.
   Muchos somos el resultado -o la consecuencia- de habernos iniciado en esta atrapante pasión a mediados del pasado siglo, cuando el periodismo no se estudiaba sino que se ejercía por vocación y compromiso.
   Somos -porque en verdad no somos pocos- los que hacemos periodismo procurando las reacciones hacia afuera, hacia la gente y no hacia adentro como parte de esas sórdidas batallas mediáticas internas, que desgastan a la persona humana y pretenden transformarnos en objeto negociable.
   Venimos del tiempo en que el ejercicio de esta maravillosa actividad nació como una adicción; como un vicio porque escribíamos o hablábamos desde el alma, sin antes hacer pasar la opinión por los bolsillos, en una actitud más emparentada con lo romántico que con el compromiso laboral que era dentro de todo prolijamente respetado.
   No deja de ser una piadosa mentira eso de la vieja bohemia, de las cabareteras trasnochadas al fiado o las interminables y amanecidas cafeteadas, sino una verdad de aquellos tiempos en que el periodismo era casi hermano de la literatura y no una parte esencial del marketinero divismo actual.  
   Somos de los tiempos del archivo, de la memoria, de recorrer bibliotecas y de andar las calles en el diario sacrificio de informar; de aquellos ayeres de vigilias y de temores, a diferencia de algunas jóvenes generaciones más hijas de Google y de las “redes sociales” que del esfuerzo.  
   Es por eso seguramente y no porque tenga vocación de eternidad que más allá del diploma, prefiera esforzarme cada día en ser periodista.   
   Renueva entonces su vigencia la cita del genial Goethe, cuando sostuvo que “Solo es digno de libertad aquel que sabe conquistarla cada día”. Quienes nos sentimos como periodistas salvajemente libres,lo compartimos plenamente.
   Los periodistas comprometidos -todos menos aquellos a los que prefiero ignorar- que hacemos lo nuestro como un mimo para el espíritu y un virtuoso desenfreno para la propia intimidad, sabemos que nunca se llega a la meta y la desaparecida colega Oriana Fallaci definía magistralmente esa actitud: “Yo quiero caminar, no quiero llegar. Llegar es morir”.
 
Causa Registro de la Propiedad
EL TEMA QUE SE ELASTIZA EN DEMORAS QUE
DEMANDAN UNA DINÁMICA QUE NO SE APLICA
 
   Resulta curiosa situación el ruidoso silencio que existe y es casi palpable, de parte de la Justicia cordobesa para responder a cualquier reclamo de la causa del Registro de la Propiedad de la provincia mediterránea. Si se afinan los sentidos pueden percibirse las mudas voces que continúan gritando irregularidades, como la encarcelada libertad y la liberada condena utilizadas como irregular norma.
   O también reconocer a los inocentes culpables y a los culpables inocentes, mezclados todos bajo la oscura luz de la descabellada razón. 
   Y, además por si algo faltara, escuchar a los muertos vivos en sus denuncias y a los vivos inertes en sus condenas.  
   Se pueden identificar claras antítesis judiciales, como la independencia bastante dependiente, la imparcialidad demasiado parcial, la objetividad ampliamente subjetiva o los finales continuamente inacabados.  
   En un análisis teórico, podríamos definir en este texto la utilización de la figura de oxímoron, recurso lingüístico consistente en combinar términos contradictorios para enfatizar determinada idea o conseguir un nuevo significado. De esta manera cobran relevancia la sistemática prisión preventiva, la comisión especial juzgadora, la íntima convicción para sentenciar y la indiferencia ante dictámenes de arbitrariedad de Organismos autorizados, consiguiéndose como nuevo significado, el de injusta justicia.
   Otro oxímoron, para vergonzoso orgullo de la justicia local. Y lo más grave, es que tanto recurso, no es novela, cuento, ni poesía, sino pura, cruda y terrorífica realidad.
 
La emergencia no puede esperar
NO DERROTAREMOS  AL HAMPA APELANDO A
UN EXPERIMENTO LANZADO POR IMPOTENCIA
 
   Realmente es para pensar o suponer, en el peor de los casos, que alguien del poder provincial llegara a enojarse o descalificar cualquier comentario que se hiciera para pintar la realidad, no la dibujada ni la maquillada o negacionista, con respecto al crecimiento exponencial y llamativamente impune de la delincuencia en Córdoba, en todos sus matices y manifestaciones tanto urbanas como rurales.
   Los arrebatos aumentan, el narcotráfico es incontrolable en su práctica, las agresiones armadas se multiplican, los motochoros actúan en cualquier lugar y a toda hora, en fin, tenemos un panorama francamente desolador al respecto.
   Para colmo, las reacciones policiales desde un tiempo a esta parte se vienen reduciendo a los anuncios, las fotos tantas veces repetidas de patrulleros incorporados a la flota según se anuncia, el número creciente de efectivos, el armamento super moderno, la ayuda de las cámaras callejeras, la provisión de pistolas no letales y mil manifestaciones más, que integran ya para nosotros los cordobeses, como un tomo más de esa gigantesca biblioteca que es la que demuestra la realidad con el dominio del hampa por sobre los valores de la ley.
   Están alejados de sus funciones por sospechas o sumarios cientos de policías y el tembladeral sacude al servicio penitenciario, mientras desde las cúpulas reiteran las reacciones marketineras por encima del estudio, la legislación, la aplicación y el control de una auténtica y real política integral de seguridad que nos asegure vidas y bienes, para lo cual el Estado se remuerde actualizando impuestos y reclamando el cumplimiento de sus pagos.
   Y cuando desde hace tiempo y por las circunstancias conocidas se impone la mano dura, el control férreo, la prevención amplia que no se limite a oficiar de zorros grises en los puentes y en los peajes, y la ciudad se vea patrullada hasta el hartazgo, por los tantos vehículos que se incorporan pero que a veces no les alcanza el combustible, los cordobeses habremos recuperado la tranquilidad de sentirnos seguros y protegidos.
   Poco es lo que podrán hacer los 1.500 o más jovencitos lanzados a la calle para que allí se conviertan en veteranos impulsados por la desesperación, que es seguramente lo que agobia a los jefes que no le encuentran la vuelta al problema de la inseguridad que tanto nos afecta.
   Llevan a esos pibes a los barrios, dicen que con un instructor, y dan vueltas o se quedan en lugares fijos usando sus celulares o apreciando el paisaje y cuando avanzan las sombras del atardecer, que es cuando los cacos salen de ronda en lo que para ellos es un trabajo, se los llevan de regreso tengo entendido que a las comisarías o precintos en lugar de largarlos a caminar las calles, a demostrar presencia que es parte de la acción; a convencernos a los vecinos que están allí, cuidándonos como es su obligación.
   En buena hora que esos pibes tengan trabajo, pero es un clamor ciudadano que no actúen de estatuas, sino de efectivos en la prevención y en la lucha, que para eso los arman y les confieren autoridad y no sólo son empleados para las fotos y para algunos aislados éxitos que se logran en materia de prevención, más por casualidad que por inteligencia.
   Es para augurarles a esos jovencitos toda la suerte que van a necesitar porque con el hampa organizada como está, no se juega y cada día podemos comprobar que esa es la realidad que nos toca padecer.
   Es para reiterar entonces por enésima vez, que si la policía no sabe, no puede o no la dejan actuar sin compromisos políticos o partidistas, hora sería de cambiar la metodología visto el fracaso logrado o permitir que sean otros los que encaren una lucha protectora que nos haga recuperar la confianza y el respeto por la fuerza azul.
   No hacerlo, seguirá siendo, como hasta ahora, otro de los pecados imperdonables…
 
Serían más de 1.200.000 casos
FALSA DISCAPACIDAD, INSTRUMENTO QUE FUE
PARTE  DEL  MALIGNO JUEGO  DEL POPULISMO
 
   Tarea delicada sería definir al populismo de lo que tanto se habla, se improvisa y se desconoce y por tal razón nada mejor que acudir a un diccionario consultor político, que tras algunas consideraciones técnicas sostiene que “es necesario clarificar que en política esta denominación -el populismo- ha sido aplicada a movimientos muy dispares como fascismo, comunismo o partido populista americano. Sus características entre sí son muy distintas y con respecto a las que poseen los partidos, grupos o actividades que en nuestros días son llamadas populistas”.
   Agrega luego la misma fuente que la aparición del populismo se remite a los países subdesarrollados, y más concretamente a algunos países latinoamericanos, señalando que una de sus formas aunque incompleta porque faltó un apoyo obrero urbano fuerte como en Bolivia y Perú, subrayando a continuación “los casos más definidos son el varguismo en Brasil y el movimiento peronista en Argentina”.
   Es mucho asimismo todo lo que se puede conocer del populismo, su práctica, efectos y consecuencias pero tomado sintéticamente los que saben aseguran que “es un movimiento político basado en los sectores obreros urbanos e industriales nacionales, que por medio de la redistribución del ingreso, se propone lograr la transformación de las estructuras sociales y económicas de un país”.
   Soy innegociablemente respetuoso de la sabiduría ajena, pero me veo en la obligación de plantear lo que nos ocurre a los argentinos, como una versión que no se ajusta a la definición técnica, porque entre nosotros hemos superado nuestro propio sentimiento de la indignación al advertir que esa “redistribución del ingreso” se practica hacia adentro de la dirigencia tanto política como gremial y las víctimas de tamaños desatinos y rapiñas son los mismos que desde hace años se vienen enriqueciendo amparados por la impunidad, a costillas de quienes se esfuerzan en el sacrificio, la entrega y el compromiso del esfuerzo.
   Aquí, a ese populismo sentencioso tan alejado de nuestra realidad argentina, lo practican algunos credos, sin excluir al católico y sus riquezas patrimoniales, que por una especie de necesidad vital necesita de los pobres para sacarlos de su estado de indigencia, necesidades y privaciones, una actitud que mucho desorienta al ver la acción de muchos curas que padecen junto al pueblo la inopia y la carestía, en contraste con las jerarquías que viven de otra manera y a un nivel tan superior como inalcanzable.
   Ha trascendido recientemente que cerca de 1.200.000 casos de falsos beneficios por discapacidades inexistentes, otorgados en los últimos años a expensas de todos nosotros, están siendo evaluados para luego actuar judicialmente en consecuencia
   Entre nosotros, seguramente se impone una definición más drástica que semántica, al advertir que para ciertas posiciones dominantes, no deja de ser una ventaja que los desalmados sigan fabricando pobres y discapacitados, más allá de sus propias definiciones ideológicas o de sus postulados religiosos.
   Extraña advertir que para ellos, los miserables, malvados y perversos, esos pecados de lesa humanidad no son punibles…
   Y es para rogar que el Supremo, como le quieran llamar a Dios, Visnú, Aláh, Jehová o como sea, no tengan con ninguno de aquellos crueles y retorcidos, la inmerecida bondad del perdón.
 
¡Hasta el próximo domingo!
NOS DESPEDIMOS CON  UNA  BREVE
Y GENIAL SENTENCIA DE
NIETZSCHE




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