Debo confesar que es curioso y extraño haber tenido un
amigo y colega “no ensobrado”, cuando solamente en la vida
conversamos cinco minutos . Ferviente, apasionado, creativo,
incansable y nicotínico, era ese ejemplar que a los 64 años se
adelantó en el camino. Comparto el dolor de quienes tanto lo
estimaron y el relajamiento de conciencia de aquellos que lo
aborrecieron. Los primeros sufren; los otros se alegran con el
alivio de quienes están en la sala de espera del patíbulo. G.F.
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