Quienes
merodean están en la doble e inútil misión de no hacer nada limitándose a una
observación de cualquier situación, especulando acerca del momento en que
resultaría provechoso intervenir. Una actitud que no es exclusiva de los
malhechores sino también y con alarmante frecuencia, suele ser un distintivo de
cierta clase política.
De la Sota cayó en eso desde que pese a lucir en los
actos patrióticos un bastón de mando, no lo ejerce en plenitud porque hace
tiempo es un mero observador y tardío analista
de instancias críticas en cualquiera de los ámbitos de su actuación. Lo peor de
todo es que está convencido de haber desempeñado un decoroso papel como
gobernante, mientras la provincia se debate en una maraña compuesta por
narcotráfico, endeudamiento, corrupción, inseguridad, decadencia en la calidad
de vida, peleas constantes con la
Nación, sospechas palaciegas, acusaciones cruzadas y olímpico
desprecio por la gente, lo que ha quedado patentizado en la última elección,
por haber perdido 80 mil votos con relación a un mes y medio atrás. Hace pocos
días hubo cambio de cúpula en materia de seguridad y tuvo un debut deplorable,
porque su inteligencia no detectó la gravedad de la situación en el seno de la
policía y cuando explotó, nada se supo del nuevo jefe ni de la nueva ministra
mientras el gobernador seguía de viaje, casi sin haber desarmado las maletas
que trajo desde su periplo por China. Los policías imposibilitados de reclamar
formalmente empujaron a sus mujeres y De la Sota empujaba el avión para llegar antes que se
derrumbara definitivamente su imagen con vocación y pretensión presidencial.
A todo esto y a media mañana, el super
ministro Capitanich sacó a relucir su forzada “cara de poker” para restar
trascendencia a lo que ocurría en nuestra ciudad, mostrando frente a los
periodistas su apuro por viajar a Paraguay a un acto protocolar. Dijo que nadie
le había requerido el envío de fuerzas nacionales para restablecer el
desquiciado orden mediterráneo y se cansó de anunciar (al término lo utilizó al
menos diez veces) que primero era necesario “monitorear” la situación de
Córdoba, después que todos, todos los canales nacionales se hartaron de repetir
las durísimas y espantosas imágenes del desmadre que padecíamos. Fue en ese
instante que la realidad le otorgó también el título de “merodeador”.
No es correcto requerir ayuda de madrugada
mediante Twitter, como es una gansada negar la existencia del problema cuando
las imágenes ya dieron la vuelta al mundo. Capitanich seguramente conoce el
artículo 23 de la ley 24059 de Seguridad Interior, pero al ser un merodeador de
su contenido, optó por desconocerla. Los dos tuvieron una pésima actitud: De la Sota por eludir la via formal
en el requerimiento de ayuda y el virtual presidente (¿la
Sra. K sigue con su terapia?) por minimizar
un drama que incluso ha costado muerte, heridas, dolor, luto e incertidumbre.
Es probable que De la Sota esté padeciendo el
“síndrome del tercer mandato” en el que más de uno cayó nocaut, pero con
certeza la culpa sea de los niveles intermedios y nunca de la cabeza, cuando es
la cabeza quien juzga con una curiosa displicencia a la hora de la autocrítica.
Las horas pasan. De la Sota
busca rodearse, algo tardíamente, del apoyo de peronistas, opositores
variopintos, empresarios y sindicalistas para victimizarse públicamente y
acusar al poder central de instrumentar una intervención federal. Se puede
pensar que subliminalmente haya sido ese el objetivo como culminación de la
añeja, estéril y estúpida lucha entre Córdoba y la Nación.
Porque en el medio de esa lucha despiadada,
alejada de los códigos, del patriotismo y del respeto está la gente; está el
Pueblo de Córdoba que asiste azorado al desastre de ver los saqueos por el daño
en sí y no por hambre, levantándose la sospecha de la profesionalización de los
instigadores, como si pertenecieran al “campo rentado”. La destrucción y quema
en la Casa Radical
de años atrás vuelve inevitablemente con esas imágenes. Si hay arreglo o no con
los policías en sedición que incluso cambiaron de abogado, es lo de menos
porque la fractura de la paz social se ha consumado y para estos casos las
disculpas y las cicatrices son una imbecilidad que los mediocres utilizan como
justificativo.
Vienen dos mil gendarmes, enviados
generosamente por la Nación,
en un nuevo y patético caso de la argentina vigencia de las “soluciones post
mortem”. Y una pregunta que me atormenta: ¿todavía están en sus cargos las
señoras que se sentaron oportunamente en los sillones de la vicegobernación y
del ministerio “de inseguridad y narcotráfico”?
GONIO
FERRARI
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