26 de diciembre de 2013

DISTINTOS PORQUE VAMOS POR MENOS


      En nuestra convulsionada realidad nos veníamos acostumbrando a esa exagerada consigna con vocación de grandeza que empuja hacia delante, cuando surge aquello de “vamos por más” y en muchos casos sin reparar en los medios ni tomar en cuenta las consecuencias.
    Se trata sin dudas de una legítima aspiración, que consolida la autoestima como arma fundamental para el logro de objetivos y es digna de aplauso, siempre que no devalúe su espíritu con actitudes o argumentos agresivos.
    Pero a veces es tan edificante como digna de admiración, la actitud de ir por menos planteando una batalla tenaz contra intereses demasiado poderosos, costumbres arraigadas y conductas personales alejadas de la prudencia y del respeto por los semejantes.
    Cuando llegaron a niveles de tragedia los casos de daños personales emergentes del abuso de la pirotecnia, una especie de autoconvocatoria popular, sin distinciones odiosas, comenzó a plantear una difusa campaña contra la exageración en el uso de los fuegos artificiales.
     Es para suponer que los chinos -sus inventores- privilegiaron la magia del color por encima de la agresión, pero ese distintivo de la luz fue desplazado por el estrépito exagerado que agrega un peligroso componente a cualquier celebración.
    Y en las manifestaciones de protesta donde pese a las vigentes prohibiciones se sigue abusando del agravio explosivo, dañino y molesto, se advierte que ese es solo un elemento intimidatorio y prepotente, porque nadie patalea en la calle encendiendo luces ni apelando al titilar de las estrellitas.
    La agresión acústica es amenazante y a sus irrespetuosos cultores poco les importa si la practican frente a hospitales o escuelas, asilos o lugares de concentración humana, porque su objetivo es hacerse notar de la peor manera.
    Por eso fue un baño de frescura advertir en esta Nochebuena una valiosa e inicial toma de conciencia ciudadana con relación al uso de explosivos, aunque no decreciera la profusión de colores, de esos colores que pintan cuadros imaginarios y maravillosos paisajes en el cielo.
    Es un buen comienzo, porque nadie obligó a nadie que cambiara sus hábitos de festejo.
    Fue una madura actitud colectiva que lleva a la recuperación del respeto por el vecino, por las mascotas, por el medio ambiente, por la paz, por la concordia, por el amor, que son lógicos componentes del festejo navideño.
    Como en este caso, “ir por menos” también es hacer Patria.
¡Felicidades, con luces y sin ruidos!


Gonio Ferrari

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