Desgrabación de los comentarios del periodista Gonio Ferrari en su
programa “Síganme los buenos” del domingo 09-02-14 emitido por AM580 Radio
Universidad de Córdoba.
EL BOLETO DEL TRANSPORTE URBANO
Ya se sabe que el apresuramiento no es el
mejor consejero en cualquier decisión que se deba tomar, así sea en la elección
de un vino, de una mujer, de una mascota o de un nuevo precio para el boleto de
nuestro decadente transporte urbano.
Decadente en la calidad, decadente en las
frecuencias pero super rentable a la hora en que sus empresarios hacen los
números.
El apuro de la bancada radical por fijar el
nuevo precio no se condice con las angustias que se están viviendo frente a una
crisis en la que todo aumenta aceleradamente menos los sueldos
Ignoro
si la maniobra urdida por el mestrismo gobernante es legal y si lo fuera, con
dictamen de la Justicia,
sinceramente careció de toda elegancia y sentido de la oportunidad.
Y no nos engañemos con esta tramposa tregua
de 15 días hábiles, que solo beneficia a los intocables dueños del sistema,
porque incluso cobrando la tarifa vieja, jamás dejarán de ganar, por una
elemental y sencilla razón: son también los dueños de las frecuencias y de los
horarios, que regularán de manera tal de no perder ni un centavo de rédito.
Total, con una municipalidad que no
controla, seguirán teniendo como rehenes a miles de cordobeses, lo mismo que
sin ninguna solución viene sucediendo, hace ya demasiado tiempo.
Y eso solo, ya es doloroso.
ETERNO
“SHOW” DE PRECIOS
Patético y cómico eso de no permitir
aumentos, después autorizarlos y prometer mano dura en los controles, con gente
que carece de poder de policía y solo quiere jugar un papel, ilegal por cierto,
de justiciera fuerza punitiva.
El mecanismo del escrache, selectivo como se
advierte, olvida por ejemplo dirigirse a quienes por conveniencia política,
impericia o ignorancia alientan con sus medidas ciclotímicas la desorientación
general, que en el comercio permite el regreso del nefasto “por las dudas”,
contra el que no existe poder como para volverlo atrás.
¿Será posible que todos, absolutamente todos
los productos que aumentaron hasta en un 40 por ciento en los últimos días, se
retrotraigan a los valores de mediados de enero?
Ya sabemos cuál es la respuesta, como
también estamos padeciendo las consecuencias: un año atrás salíamos a la calle
con un billete de 100 pesos y a la noche regresábamos con el vuelto y ahora, no
llegamos ni a la esquina, pese a que se sostiene que no hay inflación.
Esa sensación, la de impotencia, que no es
tal sino una certeza de crisis, no tiene antídotos milagrosos aunque salgan a
recorrer los negocios esos voluntariosos militantes que se empeñan en aplicar
métodos absurdos.
Los precios que aumentaron no van a bajar,
salvo algunos productos estacionales, porque llegaron a un nivel de meseta, que
por nuestra condición de consumistas vamos a seguir aceptando.
El único remedio, es que el Estado aplique
la ley con los mecanismos contemplados en ella y no con bravatas que más mueven
a escepticismo, abandono… y risa.
NOVEDADES
EN LA MEGACAUSA
Este viernes se reanudó el juicio de la
causa registro pese a existir un Recurso Extraordinario por falta de
imparcialidad de un magistrado: una de las partes solicitó el apartamiento de
un vocal, alegando falta de imparcialidad al haber participado ya en el mismo proceso, dictando sentencia 20 veces. Esto
lo establece claramente el código, permitiendo también solicitar el
apartamiento de un juez sin causa, por única vez. La Cámara respondió
que: "..no corresponde el apartamiento del vocal, porque no ha
intervenido anteriormente en esta causa, ni ha tomado conocimiento de los
hechos de la acusación...", es
decir, una causa independiente distinta de las otras.
Renglones más abajo rechaza el apartamiento
sin causa expresando: "Como ya quedó aclarado, las presentes actuaciones forman
parte de la denominada megacausa del Registro, y ya en otro juicio fue
requerido, pese a que el solicitante no es parte en el proceso en donde se
habría producido ese apartamiento. Ahora dicen que es una
misma causa y esa posibilidad ya se usó.
Se plantea una curiosa situación: según conveniencia el Tribunal
afirma que son todas causas independientes o que es una sola
"megacausa", siempre en beneficio de una mayor represión penal y, en
este caso, imponiendo arbitrariamente el juzgamiento por un magistrado con una
imparcialidad manifiestamente afectada. En tanto que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo,
se desconocen las reglas de la lógica y se vulnera la sana crítica
racional. Se ha dicho que "..el juez debe observar los principios lógicos
supremos que gobiernan la elaboración de los juicios y dan base cierta para
determinar cuáles son verdaderos o falsos." Esto afecta el derecho al
debido proceso, defensa en juicio e imparcialidad del juzgador, y genera
un juicio viciado por
desconocimiento de elementales preceptos constitucionales.
CONTROL
ESTATAL SIN ESTADO POLICIAL
La historia nos ha venido enseñando a lo
largo de los años y con irrebatibles ejemplos, que en nuestro país es materia
de mayores estudios técnicos la evasión, que el necesario cumplimiento de los
compromisos tributarios. En forma exponencial creció la nómina de impuestos
hasta conformar un cúmulo de obligaciones que se ha hecho imprescindible
elaborar una especie de calendario paralelo con los vencimientos.
El Estado -que somos todos… y todas- no
puede sostenerse sin esos aportes y vive aplicando medidas que le permitan
disminuir el número de evasores a las contribuciones que fija a las distintas
actividades y productos. No es necesario ser experto en economía para apreciar
no los procedimientos, sino los resultados de medidas inapropiadas e
inoportunas y la aplicación de burdos y olvidables parches en errores cometidos
y jamás asumidos.
Y al hablar de la política económica
nacional, exageradamente ensalzada con la grandilocuencia de rotularla como “la
década ganada” ya sabemos que no es una falacia de los medios concentrados,
sino por información del mismísimo Banco Central, que día a día estamos
sacrificando reservas hasta llegar a niveles pocas veces padecidos en los
últimas años, para sostener algo del valor de nuestra anémica moneda.
Tal el escenario para un sainete del que no
participó el pueblo como en las históricas convocatorias a la Plaza de Mayo, ahora actos
reservados a la más rancia militancia de funcionarios y aplaudidores, sin
correr los riesgos ciertos de algún cartel o cualquier otra expresión de
desacuerdo. Más que oratoria de autocrítica o de enfoques de una realidad
agobiante, los discursos son arengas para responsabilizar y demonizar al
prójimo pero jamás reconocer errores o rumbos equivocados, porque para el
enfoque K las culpas siempre son ajenas.
Y desplazándonos geográfica e históricamente
al Paraguay de Stroessner, viene al caso citarlo como ejemplo de la
instauración del estado policial cuando por tiranía o dinero se fue tejiendo
una red ciudadana de delaciones, con raigambre nazi, de todo aquello que no
coincidiera con las posturas oficialistas en
cualquier aspecto y no tan solo en cuanto a sus políticas. La versión
izquierdosa se puso en práctica en la
Cuba castrista desde su alineamiento con la vieja URSS,
mediante organismos barriales de control que llamaron Comité de Defensa de la Revolución, cuyos
integrantes de la más conspicua comunión ideológica eran una patriótica muestra
de solidaridad, como asimismo de espionaje doméstico con sus lógicas delaciones
de todo aquello que osara contradecir el discurso único que partía desde la usina
del poder central.
Aunque los argentinos hayamos padecido
dictaduras feroces, la acechanza interna, las escuchas telefónicas y la
infiltración en gremios y centros de estudiantes que eran las prácticas
corrientes de los curiosamente llamados “servicios de inteligencia”, siendo
honestos nunca llegamos a extremos tan dramáticos que nos llevaran a desconfiar
hasta de vecinos o parientes.
El Estado tiene mecanismos legales para
detectar y sancionar a quienes violen las leyes, el incumplimiento del pago de
los cánones y las situaciones abusivas en materia de precios o de las
operaciones con moneda extranjera a cualquier escala. No es necesaria la
amenaza de quitar subsidios, de chequear la intimidad de los trabajadores a
través de los sindicatos o de lanzar a la calle hordas de militantes para
controlar lo que desde el mismo gobierno, por impericia o necesario
apresuramiento, se hizo incontrolable.
Los argentinos no necesitamos que nos
espíen, que nos vigilen o nos vivan atisbando, como si fuéramos una sociedad de
40 millones de sospechosos que están buscando perjudicar, no al Estado pero sí
a un gobierno que en más de una década no tuvo la grandeza de reconocer
errores, porque la soberbia de un legítimo aunque ahora devaluado 54 por ciento
aún se aplique para agrandar de manera sustancial a los mediocres y faltos de
argumentos.
Los argentinos no necesitamos otra cosa que
ser gobernados todos… y todas sin distingos de oficialistas u opositores; de
seguidores de los “medios hegemónicos” o de los del “poder concentrado”; de
citadinos o gente de campo; de civiles o militares y de tantos otros ejemplos
de “esto” o de “aquello”.
Por Dios, aunque de Èl se acuerden solo
cuando hay turbulencia o en las visitas al Papa Francisco, necesitamos unión
más que látigos; conducción más que bravatas, imaginación más que remiendos,
honestidad más que sospechas, respeto por la ley más que corrupción,
sensibilidad más que propaganda, grandeza más que enanismo ideológico,
veneración de la ancianidad más que fútbol para todos, autocrítica más que
arrogancia, humildad uruguaya más que altanería nacional y popular, democracia
más que autoritarismo…
La situación y su escenario nos obligan a
ser todos peronistas -de Perón y no de quienes se apropiaron de sus banderas- porque
una de sus históricas definiciones nos ahorran sesudos análisis, vanas
interpretaciones del “hoy de cada día” y alocadas proyecciones: “La única verdad es la realidad”.
Los argentinos, vale recalcarlo y anidarlo
en el cerebro nacional, necesitamos gobernantes equilibrados que nos orienten y
nos lleven y no la prepotencia ideológica ni la vigencia de los soplones que
nos acosen.
No somos, por fortuna, el Paraguay de
Stroessner ni la Cuba
castrista.
¿FUTBOL
PARA TODOS?
Supe conocer el caso de un muchacho
afortunado que compró hace tiempo acciones de YPF y que en pocos meses le
rindieron una utilidad que consideraba sensacional, como resultado de las
acertadas políticas nacionales en materia de recursos energéticos.

El fútbol se pinchó, las acciones de YPF
también, Capitanich quedó más desubicado que caballo arriba del techo, se dijo
que había renunciado y no aceptaron que se fuera, todo en un sainete que sirvió
al menos para demostrar las desinteligencias y los juegos de elevados intereses
políticos y económicos que campean en el más alto nivel de la conducción
nacional.
Hasta se llegó a rumorear maliciosamente que
Marcelo Araujo estaba internado, como consecuencia de un agudo e imparable
ataque de risa.
Pero no es para reírse, después de la sesuda
sentencia de la inefable doña Hebe, quien sostuvo que el fútbol para todos no
es para hacer plata, sino para hacer política, y se me ocurre pensar que a lo
mejor tuvo un opuesto criterio, con el bueno de Schoklender y la acción social
que los unió para la construcción de viviendas destinadas a los pobres.
La verdad, tendrían que dejarse de joder,
ubicar al fútbol negocio y empresa de unos cuantos vivos, y ocuparse de los
problemas que realmente agobian, maltratan y dividen a la sociedad: una crisis
que se niega pero que nos viene haciendo pedazos.
Ya lo supo decir Perón y vuene al caso
reiterarlo: “La única verdad es la realidad”.
NADA DE AHORRAR. LA CONSIGNA ES GASTAR
“El más rico de todos los
hombres es el ahorrativo; el más pobre, el avaro”.
Esta sesuda sentencia es del escéptico moralista francés Nicolás
Sèbastien-Roch, quien suscribía sus escritos con el seudónimo Chamfort y al leerla me transportó a los
casi remotos tiempos de mi primera infancia, cuando en la Escuela Olmos (hoy
Shopping by Angeloz) las maestras -que no eran “seño’s”-
intentaban inculcarnos las bondades del ahorro como base de la fortuna.
Y moneda a moneda, comprábamos estampillas de la Caja Nacional de Ahorro
Postal que íbamos pegando en una libreta y podíamos cambiar por dinero efectivo
cuando quisiéramos, previa liquidación que nos hacían en el acto.
Por lo general, esta operación se concretaba al final del ciclo lectivo
y nos encontrábamos a veces con sumas que sobrepasaban nuestra propia imaginación,
porque ya las veníamos pensando en juguetes o en golosinas. Por allí los
abuelos y las tías -que por mayoría eran solteronas- nos regalaban de esas
estampillas para engordar el álbum.
Eso se llamaba ahorro, porque acumulaba dinero que excedía, para los
tiempos en que escaseara.
El escenario ha cambiado, los estilos son distintos y las necesidades
actuales, nada que ver con las de más de medio siglo atrás, cuando nuestra
moneda valía por lo que valía y no por lo que ahora dicen que vale o que deja
de valer.
Como si al ahorro lo hubieran transformado en una repudiable traición a
la Patria, parte de una maligna receta del imperialismo o macabro invento
desestabilizador de “la opo” y del poder mediático.
Ahora ahorrar es avaricia y representa una deleznable actitud que
destroza el sentido solidario. ¡Hay que gastar! es la consigna, en qué comprar
es lo de menos, pero olvidarse del colchón y sus secretos, del tarro de
galletas en la alacena, del espacio detrás del bidet o del universal y clásico
chanchito.
Habrá que ver qué opinan los bancos, cuya oferta de ahorro decreció
después de los corralitos y los cepos inexistentes que el gobierno dice haber
superado sin reconocer que existen. Total un contrasentido más, es lo de menos.
La embestida antiahorro es oficial, encarnada por ese personaje
contradictorio que es el exitoso gobernador del empobrecido Chaco, y
curiosamente ascendido a súper ministro, Jorge Capitanich.
Es una suerte que en el gabinete no exista el ministerio de Asuntos
Ridículos.
No haría falta romperse la cabeza buscando candidato.
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