A los argentinos se nos ha enraizado esa
maldita costumbre de vivir en dos estados lamentables, negativos y desgastantes:
el de la inquietud permanente y el más peligroso, el de la sospecha
generalizada en sus dos vertientes tanto activa como pasiva.
Por eso del incierto futuro, es que siempre
tenemos la manía de no mirar hacia adelante porque seguro que ese pasado que
caprichosamente nos acosa, hoy nos castiga y nos castigará eternamente con sus
puñaladas en nuestras espaldas.
Resumiendo, la mayoría de los argentinos no
tiene futuro por culpa de aquellos que siempre emputecieron el pasado y nos
empiojan el presente.
Vivimos el hoy breve, limitado, mezquino con
sus 24 horas de vigencia donde debemos atesorar las esperanzas que nos puedan
quedar para gozar en tan reducido lapso.
Ese es el ADN de nuestro estigma
cortoplacista.
Y esto de ninguna manera es ni pretende ser una
definición filosófica, sino el resultado de vivir aquí desde tres cuartos de
siglo atrás lo que me confiere al menos la autoridad que brindan la
experiencia, la observación y la intuición.
Hoy ha muerto un Fiscal de la República.
Hoy estamos viviendo un estado de conmoción
e incertidumbre frente al desamparo, porque no hay nada más doloroso que
aquellos dramas que se pueden evitar y esa muerte también pudo evitarse.
Pero hoy ocurrió, ayer ni la pensábamos y en
el mañana después que pasee unos días por la memoria, irá a parar al sombrío
rincón de los olvidos, porque así son las cosas en las tierras del hoy.
Lo mataron, se suicidó o lo empujaron a que
lo hiciera para el caso es lo mismo por lo irreparable. Y tendrán que pasar
muchos años hasta que la verdad se asome cuando deje de ser hoy y pase a formar
parte de aquel pasado que hoy tanto nos abruma y nos seguirá abrumando mañana.
Porque las autorías intelectuales siempre
gozaron de inocencia.
Porque no les conviene recordar el ayer, son
dueñas del hoy y mañana vivirán en paz porque todo ese tiempo tuvieron
consagrada su impunidad.
Solamente el alma de este malogrado Fiscal de la República no tendrá la
serena paz que le robaron hasta el momento de morir.
Suicidado o asesinado, es lo mismo.
Gonio Ferrari
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