PERDÓNALOS
SEÑOR. ELLOS
NI
SABEN LO QUE NO HACEN
Aunque
para la insensibilidad del gobierno solo se
trató
de un “caso aislado”, la realidad chaqueña no
es
para lucirla. El que fuera cacique mayor de esa
provincia,
ahora “lenguaraz” del modelo nacional
y
popular, vendió públicamente realizaciones que
habría
realizado el gobierno, lo que colocaría a la
medicina
de aquel Estado en un nivel que sería la
envidia
de Suecia, Holanda y los Estados Unidos.
¿Por qué será que los niños muertos, todos,
tienen caritas de ángel?
¿Por qué los mayores, cuando mueren, solo
tienen caras de muertos?
¿Por qué es posible que alguien permita que
en pleno siglo XXI un niño muera por desnutrición y tuberculosis, no en medio
de una selva sino en una provincia que su propio gobernador en su momento
calificó de ejemplar por la atención a la salud?
Las explicaciones que podemos ensayar
exceden con amplitud los límites de las lágrimas, de la pena, de la impotencia,
del dolor y de la fatalidad porque no fue el resultado de un accidente, sino la
consecuencia de algo evitable.
Esa especie de etnocidio que se viene
perpetrando silenciosamente contra algunos pueblos originarios donde se imponen
el fatalismo y la resignación, es el síntoma inequívoco de una incontrolable
fractura del sentido humanitario; es un estrepitoso fracaso del respeto y de la
solidaridad; es una puñalada en la espalda del sentir popular.
Son la inoperancia y la impunidad que se
mofan de la sociedad.
Viene
de tiempo el reclamo qom por la dignificación de sus condiciones de eso que
ellos también le llamaban vida, lo que desde la indiferencia era calificada
como una cuestión de supervivencia cuando en realidad los qom se limitaban a
sobremorir.
Ha muerto injustamente un niño que todavía
tenía el derecho a comer, a estudiar, a crecer, a ser feliz dentro de un
limitado mundo de sus propias privaciones, pero es una canallada que haya
muerto porque no hubo una generosa mano tendida que lo salvara de la desidia,
que es la forma intelectual e ideológica del abandono.
La descarada y reduccionista explicación era
previsible: “se trató de un caso aislado”, en la cínica boca del ahora
“lenguaraz” del modelo nacional ... y popular, precisamente sindicado como el
máximo responsable de la negligencia en su paso por la gobernación chaqueña.
El niño se llamaba Néstor Femenías, nacido
en Villa Río Bermejo, Chaco.
Puede que lo hayan bautizado con ese nombre
como homenaje.
¡Cuántas ganas tenemos a veces de hacer
justicia propia!
Viviendo en Puerto Madero, este Néstor todavía
andaría jugando.
Sucede que en la historia, nunca falta un
verdugo con capucha de inocente.
Gonio
Ferrari
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